Ángeles Somos

LA VERDADERA HISTORIA DEL PELOTÓN QUE LIBRÓ LA ÚLTIMA BATALLA AQUEL 1 DE NOVIEMB


El que está al frente es el comandante Rami, bueno, realmente se llama Ramiro Aguirre y Román, si, así con la Y, pero todos le decimos comandante Rami por cariño o por algo parecido al afecto. Es nuestro líder, nuestro guía, la luz que ilumina nuestro camino, el hombre que durante más de diez noviembres nos ha comandado cada primer día de ese mes, en la batalla por el mejor sancocho del barrio. Su tesón, su capacidad para diseñar y rediseñar estrategias para conseguir los ingredientes del sancocho nos han llevado a conseguir la victoria por toda una década. Empezamos en 1984 y ahora, en plena era de la modernidad, se supone que conseguiremos nuestra victoria número once en la celebración de Ángeles Somos del barrio Torices de 1995. Diez años, diez victorias, y vamos por la once, o íbamos, o no sé, la cuestión es que este año está difícil de lograr semejante gesta, la razón, este año entra en el juego la señora Socorro, que vive en el barrio Manga, pero su restaurante queda en Blas de Lezo. Esa mujer es una tesa para los sancochos, al punto que uno no sabe si ella prepara el sancocho o el sancocho vive en ella. Es impresionante. En fin, era nuestro último baile, al mejor estilo de los Bulls de Chicago, la victoria número once y cada quien cogía por su lado. 

La noche anterior, en medio de los cantos del triqui triqui Halloween quiero dulces para mí, el comandante Rami nos dio las coordenadas de siempre para conseguir nuestra gesta, la número once, la de la salida por la puerta grande. Nos citó a las 4:30 a.m. en su casa. El plan estaba diseñado a prueba de errores. Como siempre, Claudita, la hija del compadre Hugo sería la primera en salir. La misión de Claudita era muy sencilla, tomar la tapa de una olla, y golpearla con fuerza minutos antes de que saliéramos los demás. Claudita realizaba la avanzada, vigilaba que no hubieran salido los otros grupos y las casas que ya estuvieran abiertas o con los focos prendidos, eso era muy importante, pues así garantizábamos que nos dieran los mejores ingredientes, los más frescos, de paso le avisaba a todo el barrio de que ya íbamos en camino, de paso, Claudita cantaba, tenía una voz preciosa. Ella entonaba una canción que nos identificaba mucho: “Ángeles somos, del cielo venimos pidiendo limosnas pa nosotros mismos, ya levántate, ya levántate, que son las cinco y se hace tarde, ve sacando, ve sacando, que viene el combo y el sancocho está esperando…”. Y lo repetía, y lo repetía, una y otra vez, en sí, la canción no rimaba mucho, pero bueno, cumplía con el cometido. Pero esa mañana, todo fue diferente, aquella mañana de noviembre de 1995, sucedió algo terrible, espantoso, de solo acordarme me produce estupor. Sucedió que, cuando Claudita quiso realizar su acostumbrada rutina de todos los años, ya doña Socorro estaba recogiendo insumos, en todas las casas de la cuadra, y que tronco de insumos. Eso le daban plátano mello, plátano trillizo, papa criolla, papa ordinaria, ñame, mazorca, arroz, coco, ahuyama, y lo peor, le daban costillas, hueso carnudo, pechuga de pollo, rabo, contramuslo, ojo de vaca, lengua, carne salá. Dios mío, Socorro nos tomó la ventaja desde el principio. Era su primera batalla, pero la jugaba como la mejor.

Claudita llegó con la lengua afuera, no podía hablar, no podía modular palabra alguna, estaba atónita, cuando por fin alguien le ofreció agua y pudo tomarla hasta desocupar el vaso fue que la pobre niña nos contó la osadía de doña Socorro. El comandante Rami estaba furioso, nunca lo había visto así, ni siquiera cuando en 1990 el grupo de Doña Tere nos robó un pernil de pavo, en lo que los diarios de la época calificaron de “jugada magistral” o cuando en 1993 el equipo del Concejal Pacho nos cambió un kilo de papa por dos kilos de yuca rucha en lo que se conoció como el escándalo de Pacho o “la traición del concejal”, dependiendo de quién te contara la historia. 

Había que pensar rápido, el plan había sido diseñado de acuerdo a nuestras últimas diez victorias y siempre había salido bien a pesar de los cambiazos, de los robos, pero nunca, nunca jamás, se nos habían adelantado de esa forma tan miserable. Pero era real, nos la bailaron sabroso y tempranito pa´ más cola. Entonces, el comandante Rami nos envió a Claudita y a mi a hacer un reconocimiento en el ala oeste del barrio, si bien doña Socorro nos había conquistado el ala este, todavía podíamos pelear el lado oeste, y así hicimos, Claudita y yo fuimos a hacer el reconocimiento y cual fue nuestra sorpresa, mejor dicho, a Claudita le dio nuevamente el soponcio cuando vimos a Doña Tere recogiendo hasta gallinas vivas. ¡Noooo! ¡Noooo! ¡Noooo! la debacle, la tragedia, la caída, la hecatombe gastronómica, ni en nuestras peores pesadillas hubiéramos imaginado semejante desastre. Doña Tere, acompañada de las hijas: Rosita, Marianita, y Zaide, la menor, llevaban hasta un choncho amarrado y un gajo de plátano de la finca del señor Héctor, el dueño del único abasto de Torices. ¡Noooo! Y ahora que le íbamos a decir al comandante Rami. Entonces Claudita me dijo que nos fuéramos, que nos uniéramos al combo de doña Tere o de Doña Socorro que Rami estaba perdido que ya había ganado lo suficiente, pero yo le dije que no, que alguna vez hice un juramento que no recordaba pero que igual ese juramento era imperecedero como las latas esas de arvejas con zanahoria que recién salían y que todo los flojos de Cartagena querían comer para evitarse la fatiga.

Pero se fue…

Claudita se fue, y con ella perdí a una amiga, a un amor, el comandante a un soldado y nuestra tropa a la voz mas prodigiosa del canto de las batallas de Ángeles Somos. Claudita cantaba como nadie, le daba palo a esa tapa de olla como nunca antes alguien le dio palo a una tapa de olla, en fin, se fue, y cuando le di las malas noticias al comandante Rami la respuesta no fue la mejor, y es que todo, todillo, todote estaba perdido, pues a la intromisión en nuestro terreno de Doña Tere y Doña Socorro se sumaron la del combo del doctor Cienfuegos, la del capitán Lemaitre que se trajo dos buses de su propiedad repletos de yuca y ñame que trajo de María La Baja con la intención de cambiar por otros ingredientes al mejor estilo del trueque prehispánico y la peor y más devastadora, la de Papi Rodri, el hijo predilecto de Torices, linaje directo de Rodríguez Torices, mejor dicho, el dueño del nombre del barrio, ese vino cargando con dos reinas populares, y un cabildo que se tomó la carrera 14 y el Paseo Bolívar y fue a tener al Papayal.

El comandante Rami estaba destruido, la colonización del barrio fue total, casi no hubo casas a las que llegar, y a la deserción de Claudita se sumó la de Luis Ángel, la de Pedro Casas, un man que ni fu ni fa, pero que ajá, sumaba, también se desmovilizó Kelly López una muchacha que era paisa pero que amaba nuestra tradición de Ángeles Somos, y la del resto del equipo. Cuando querían ser las once de la mañana, la hora en la que se supone íbamos a estar celebrando la victoria número once, solo estábamos el comandante Rami y yo degustando un sancocho, pero de tienda. Dos panes, mil de salchichón y una Kola Román. El comandante decía que solo tomaba la gaseosa de su tío, que la otra Cola y la Pepsi le sabían feo, en fin, no nos quedó ni para una arepa de huevo, igual, era día de sancocho y los fritos no se antojaban.

Llegó la una de la tarde y ya nos íbamos para la casa, el comandante Rami tenía clases al día siguiente, el pelao hacía once por tercera vez en el Liceo de Bolívar y como le tocó habilitar se tenía que quedar hasta las velitas en clases. De vaina no te cogieron los pitos dando cálculo, le dijo el papá que era otro bacán. Cuando ya nos íbamos cada uno para su casa, llegó Claudita con dos totumas de sopa y un poquito de arroz en una hoja de bijao. Nos dijo que nos uniéramos a la celebración de la primera victoria de Papi Rodri, que estaba celebrando chapeto con Miss Zaragocilla, y Miss Pozón. Tronco de locura Papi Rodri, se llevó la batalla de 1995, y bueno, después de convencer al comandante, tarea dispendiosa, por demás, pero luego de lograrlo, llegamos a la casa de Papi Rodri, donde estaban los demás concursantes, y así nos pasamos la tarde tomando sopa, y compartiendo del sancocho ganador. 

Mientras le echaba el cuento a Claudita, y en medio de su respuesta un poco confusa, me di cuenta de que el comandante Rami estaba hablando con Papi Rodri quien estaba total y absolutamente peao, pero yo conocía al comandante, y se que el fingía hablar, fingía ser su amigo, pero en el fondo lo estaba analizando, cuadrando la estrategia del próximo año, la de 1996, porque lo último que quería el comandante Rami era retirarse con una derrota. Si, es cierto, papi Rodri le presentaba a Miss Pozón, y el comandante actuaba, fingía estar interesado en la reina del barrio más grande de Cartagena, pero que va, yo lo conozco, ahí donde estaba lo único que quería era saber cómo hizo para organizar un cabildo tan grande y tan rápido. ¿Ah Claudita? Me dijo que no, que pitos que flauta, pero en velitas contraataco, ese día el comandante Rami organiza la revuelta mas grande jamás conocida para robar esperma de las velas muertas y luego jugamos al diablito, y a Claudita le encantan mis gargajos, así que no problem, el siete pa ocho la conquisto.                


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