La Tierra invertirá sus polos geográficos


 

 

La Tierra invertirá sus polos geográficos

 

René Arrieta Pérez[1] , José Vicente Arias Rincón[2] 

             

Artículo científico

 

Resumen

En este trabajo de investigación nos proponemos llamar la atención de la comunidad científica sobre un fenómeno que pone en riesgo la vida en el planeta, el cual no ha estado entre las distintas posibilidades que se han analizado, y este es la inclinación del eje terráqueo, que ocurre por la incidencia del deshielo de los glaciares y de los polos, porque la Tierra es una balanza en equilibrio, y al ir inclinándose paulatinamente, el eje llegará a un punto crítico en el que el globo se bascula. Después de mirar las distintas posibilidades que representan riesgo para la vida en el planeta, por una serie de inferencias sobre el fenómeno del deshielo, que va en constante aumento, el cual no solo aumentaría el nivel del mar, sino que provocaría el fenómeno que señalamos. En efecto, esta posibilidad adquiere una alta representatividad.

 

Palabras clave

Planeta, deshielo, desequilibrio del eje terrestre, cataclismo, desaparición de la vida en la tierra.

Introducción

El peligro de desaparecer como humanidad nos lo planteamos siempre como una posibilidad; esas distintas formas de tal posibilidad las relacionamos y dilucidamos, y es de lo que trata nuestro estudio, que abordamos a través de análisis, cálculos, previsiones y la demostración de los resultados. No es una hipótesis sin fundamento, es una de las más terribles posibilidades, y la evidencia de los hechos del deshielo nos lo confirma. Nunca antes, se había llegado a esta conclusión tan dramática del inminente peligro de la desaparición de la vida de la faz del planeta.

Es una hipótesis sombría por el tenor mismo de la pregunta, ¿está en riesgo de desaparecer la vida del hombre y la vida de las especies de los reinos animal y vegetal en el planeta? 

 

Los miedos del fin de los tiempos y posibilidades de desaparecer

Desde los albores de la civilización ha existido una inquietud inherente en los seres humanos, que constituyen una gama de manifestaciones de miedos y terrores por la llegada o advenimiento del fin de los tiempos. Bravo (1999) expresa: “La antropología moderna y la teoría de la cultura nos han permitido deslindar diferentes sociedades con diferentes formas del terror ante el final.” (p. 19). En efecto, todos ellos manifiestos en su visión de mundo, en creencias religiosas e ideologías, como también en mitos, ignorancia y supersticiones infundadas. Además, están las ideas asociadas a relatos sobre lo finisecular, el milenarismo, el apocaliptismo, etc., que son sustrato ya de la mentalidad y el inconsciente colectivo (San Martín, 2016).

La dinámica de las sociedades en sus distintos aspectos: socioeconómico, político, administrativo, ecológico y medioambiental, entre otros, denuncian desequilibrios y anormalidad, que incluso, ya es imposible pensar en soluciones salvíficas y modelos de sociedades utópicas que reviertan el desasosiego del ser por no sentir estar seguro en el planeta, como lo cree y lo afirma Bravo (1999): “La utopía al proponerse la salvación del hombre por el hombre, en un orden instaurado por la razón, se constituye en una refutación simbólica de la muerte.” (p. 21).

El miedo a desaparecer siempre ha incubado en el hombre de acuerdo a Martínez (2016), y se hace más intenso en momentos finiseculares. De igual manera, las creencias apocalípticas bíblicas siempre bullen en el inconsciente colectivo. La temática o visión escatológica (fin de la humanidad) ha estado desde el alba de los tiempos y seguirá existiendo, por lo que es motivo también de la soteriología (salvación), que desde luego, le procura paz al ser; no en vano existen en estos momentos esos temores, y los signos y los elementos del desastre ecológico así lo sustentan.

El cine, consecuentemente con la idea de lo finisecular, explota el tema en sus millonarias producciones que recrean escenas de las hecatombes que desaparecerían las sociedades tal como las conocemos. 

El arrasamiento de los sistemas biológicos, hídricos, medioambientales, etc., que hacen que la vida sea posible en la Tierra, se ha perpetrado y aún sigue sin contención, y con apenas algunas medidas que son insuficientes para frenarlo.  No podemos esperar que un planeta con agresiones salvajes sobre sí las aguante por mucho tiempo.

Según los científicos, existen diversas amenazas que podrían destruir a la humanidad, entre las que se incluye la inteligencia. Lo expresan expertos consultados por la periodista Kate Ravolious, del diario The Guardian (Fluvium, s/f). 

 

La ley de causa y efecto en actividades antrópicas deriva en la ruptura del equilibrio de los sistemas que soportan la vida en el planeta

Efectivamente las distintas actividades antrópicas (o actividades humanas), como lo son la destrucción de los ecosistemas, a partir de la actividad extractiva y minera, la tala de bosques para poblamiento y construcción, el peso y la presión de las megaciudades, el uso e implementación del suelo para la ganadería que, a su vez, genera metano que acaba con la capa de ozono, la explotación de los recursos hídricos del subsuelo, la explotación petrolífera, que deja sin el componente de amortiguamiento a la corteza terrestre. Todo ese tipo de acciones, que desde hace siglos realiza el hombre y que sigue haciendo día a día han ido creando desequilibrios que en algún momento debían llegar a su punto crítico, y es ahora, en la inminencia de ese suceso, cuando nos corresponde afrontar las consecuencias que al parecer se nos plantea como un hecho de carácter irreversible.

Los científicos hablan de la vida en la tierra como de un conjunto de infinitas circunstancias que se combinan en un milagroso equilibrio, que forma un ser vivo con relaciones dinámicas físico-químicas, biológicas y atmosféricas (Planet Doc., 2016). 

Equilibrio que ha venido rompiendo la actividad antrópica: presión destructiva, que se cifra en una población de 7.700 millones de personas que habitan el planeta actualmente (ONU, 2020).

En el Ensayo sobre el principio de la población, estudio base de la teoría de la población, Malthus (1916), preveía que en algún momento, la naturaleza, no admitiría un solo hombre más, en este mundo ya ocupado y lo considera como presa de las condiciones adversas de la sociedad. Se aprecia hoy ese panorama premonitorio de Malthus; sin embargo, no imaginó jamás la fuerza dañina en la que se convertiría el hombre multiplicado en masa humana para la vida en el planeta. 

Desde luego, a todo efecto le corresponde una causa que explica el fenómeno. De causas y efectos está llena la historia del hombre, y debemos decirlo: este activa esa ley y no lo ha hecho ni lo hace de forma racional, sino, por el contrario, es una acumulación de acciones y desafueros que ahora ponen en jaque su supervivencia en la tierra. Lo que ha generado a través de su historia deriva indefectiblemente en las graves consecuencias que nos deja el efecto invernadero, desastres naturales como huracanes, tsunamis, terremotos, el deshielo de los glaciares, la destrucción de la capa de ozono, y, de forma general, la creciente inestabilidad del planeta que se refleja en distintos órdenes, y se dirige a un colapso definitivo.

 

Las distintas posibilidades de que una catástrofe desaparezca la vida en el planeta y el porcentaje de probabilidad de que ocurra

Contemplamos las distintas posibilidades de eventos que puedan arrasar la vida en la tierra, y le asignamos una proporción porcentual en virtud de la potencialidad de cada una de ellas: (1) catástrofe por una tormenta solar, por la explosión de una supernova que nos afecte o la caída en el horizonte de sucesos de un agujero negro; (2) catástrofe por el impacto de un asteroide o cometa; (3) catástrofe por una pandemia global; (4) catástrofe por una guerra nuclear; (5) catástrofe por la erupción de un supervolcán, y (6) catástrofe por el desequilibrio del eje terrestre.

  1. Catástrofe por una tormenta solar, la explosión de una supernova que nos afecte o la caída en el horizonte de sucesos de un agujero negro

Otorgamos un 0, 7% de probabilidad de que desaparezca la vida de la faz de la Tierra, y de hecho, el planeta mismo, por la fatalidad de ser blanco de una tormenta solar, la exposición del planeta de ser alcanzado por la explosión de una supernova, o caer en el horizonte de sucesos de un agujero negro, entre muchos otros fenómenos, a los que le concedemos como posibilidad ese modesto porcentaje.

  1. Catástrofe por efecto de impacto de asteroide o cometa

A pesar de que existe la posibilidad de que un asteroide impacte a la Tierra, ella es muy remota, por lo que le asignamos un 2.0% a esa probabilidad. En el cosmos existen una armonía y un orden ocultos que, incluso, se manifiestan en el aparente caos. Consideramos, por la manifestación de las leyes cósmicas, que esa posibilidad se hará patente y con gran certeza cuando se haya de cumplir ese cometido por el fin de un ciclo correspondiente, que en efecto, está muy alejado en el tiempo, en cifra de millones de años. 

 

 3. Catástrofe por una pandemia global

A la catástrofe por una pandemia global le otorgamos un 2.0% de posibilidades, porque las previsiones y medidas que toman los organismos de sanidad, además del uso de la tecnología y el avance de la ciencia permiten tener control sobre el tema. 

  1. Catástrofe por una guerra nuclear

No obstante a la locura humana, concedemos un 2.3% de probabilidad de desaparecer por efecto de una hecatombe nuclear. Reducimos esta posibilidad a ese porcentaje por un acto de fe en la cordura de los dirigentes de las potencias nucleares en apostar por la supervivencia y no por la autoaniquilación.

 

  1. Catástrofe por la erupción de un supervolcán

Aunque están dormidos, los supervolcanes son de un peligro latente. Le asignamos a esta probabilidad un 3.0%. La humanidad ya ha sentido sus rugidos antes, han desaparecido poblaciones enteras, y han cambiado el paisaje y el clima.

  1. Cataclismo por la rotura de equilibrio del eje terrestre

La rotura del equilibrio del eje terrestre tiene un 90% de probabilidad con relación a otros factores. Se le otorga ese amplio porcentaje en virtud de la gran actividad antrópica que desde la Era Industrial ejercen los seres humanos en detrimento del equilibrio y estabilidad normal de la Tierra, y porque a partir de un análisis de causa y efecto, encontramos que la pérdida de la masa de hielo del casquete del Polo Norte, ya se manifiesta con grandes evidencias, y producirá una hecatombe aún no prevista, que acabará con toda forma de vida en el planeta.

 

Revisión y análisis de las distintas posibilidades de eventos que ponen en riesgo la vida en el planeta

Después de una revisión bibliográfica, en relación con los distintos factores que suponen riesgo para la permanencia de la vida en el planeta, evaluamos, con base en los criterios de los expertos en el tema, las posibilidades que aquí planteamos. Y por supuesto, sustentamos y sopesamos en cotejo con estas, la posibilidad que ya antes nosotros adicionamos: la ruptura del equilibrio del eje del globo terráqueo, a la que hemos otorgado, además, el mayor porcentaje de probabilidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

Gráfica No 1.

Porcentajes de riesgos en las probabilidades de desparecer de la faz de la tierra

 

Fuente: elaboración propia

 

Riesgo de catástrofe por una tormenta solar, explosión de una supernova que nos afecte o la caída en el horizonte de sucesos de un agujero negro

La Tierra, de forma natural, está salvaguardada de las tormentas solares por su escudo geomagnético, y, por ahora, también del peligro que estas puedan representar para la vida humana. Los daños, más que todo, pueden efectuarse en los sistemas de energía eléctrica; en las redes satelitales, vitales para la navegación aérea y el funcionamiento de las tecnologías de la comunicación a nivel global, como también en la electrónica.

Con el viento solar existe una eyección de masa solar que llega a nuestra atmósfera, generalmente protones y núcleos de helio. Estos afectan constantemente a la Tierra, y el escudo electromagnético del planeta los desvía a los polos causando las auroras boreales. Los impactos realizados provenientes de las tormentas solares no tienen la suficiente intensidad para causar daños catastróficos (Eiras, 2018).  

Pese a la creencia común de los investigadores, existen ciertos riesgos, y de alguna gravedad, en las tormentas solares masivas. Investigadores como Raimundo Muscheler, a partir de estudios recientes, demuestran que en observaciones indirectas en los propios archivos de la naturaleza como núcleos de hielo y anillos de crecimiento anual de árboles viejos hubo el registro de tales acontecimientos, y algunas tormentas masivas tuvieron lugar en los años 775 y 994 de nuestra era. Anota el experto que las tormentas solares masivas son fenómenos raros, pero son eventos naturales recurrentes, y que las investigaciones sugieren que actualmente los riesgos están subestimados (Europa Press, 2019).

Si hoy sucediera una tormenta solar como la de 1859, Tormenta Carrington, llamada así en honor al astrónomo Richard Carrington, quien fue testigo de ella, y el primer hombre que comprendió la relación entre las tormentas solares y las alteraciones geománticas de la Tierra, se paralizaría todo el planeta por la interrupción de redes de energía, comunicaciones, GPS y otras perturbaciones (Lovett, 2011).

Asimismo se descarta, por parte de los científicos, que una supernova dañe la Tierra por la distancia en la que se encuentran estas gigantes a punto de colapsar, para que afecte al planeta debiera estar a menos de 50 años luz de distancia (Europa Press, 2011). 

De igual forma, el tema de los agujeros negros y su peligro para el planeta está un poco descartado por los expertos: astrofísicos y astrónomos, por la razón de que se encuentran distantes en el cosmos de la localización del planeta. Aunque es una eventualidad posible, con una ínfima probabilidad, por lo menos, por ahora.

Más bien, cuando se habla de esa posibilidad, se plantea el escenario de la creación de un agujero negro en un colisionador de hadrones, y como ya estos existen y se han realizado choques de átomos en ellos, sin que hayan formado dicho agujero, lo desestiman.

En efecto, el profesor de Física e investigador de la Universidad de Harvard, Richard Wilson, cree que es muy baja la posibilidad de que se produzca un agujero negro en un colisionador de hadrones y engulla a la Tierra en los próximos 70 años (Fluvium, s/f).

De otro lado, en el universo, los agujeros negros son pequeños, distantes y oscuros, lo que no les permite ser observados a primera vista (Carr y Giddings, 2005). Y se supone la existencia de ellos en el infinito a una vastedad de años luz de distancia de la Tierra.

Las realidades y el conocimiento acerca de los agujeros negros, de acuerdo a lo planteado por Hawking, siguen debatiéndose en el conflicto entre la realidad relativista y la mecánica cuántica (Polchinski, 2015).  Aún siguen siendo, por lo poco conocidos y lejanos, apartados de nuestra realidad inmediata cósmica.

 

 

Riesgo de catástrofe por  impacto de asteroide o cometa 

Existe una baja probabilidad de impacto de asteroides destructores, en consideración y cálculos de la ciencia estadística aplicada en este tipo de investigaciones, que prevé 3 impactos muy graves cada millón de años. Cuando cabe la posibilidad de que uno de estos artefactos pueda chocar contra el planeta se denomina PHA (Asteroide Potencialmente Dañino, Potentially Hazerdous Asteroid). De ellos hay contabilizados unos 450 PHA; no obstante, se descarta el riesgo (Zurdo, 2004).

El científico Jesús Martínez Frías, en el artículo: ‘¿Por qué son importantes los meteoritos?’ Declara: <<No se ha detectado nada que pueda suponer un riesgo para la humanidad, aunque este asunto se tiene en cuenta en los protocolos de investigación que forman parte de la denominación “Protección planetaria”>> (Muy Interesante, s/f).

Dado el peligro, aunque sea en probabilidades muy bajas, algunos estudiosos plantean ecuaciones relacionadas con la dinámica de asteroides y bólidos celestes, modelos de predicciones de impactos y cuantificación de riesgos (Trigo y Moreno, 2015).

Por otro lado, Zurdo (2004) presenta las distintas categorías de impactores y el riesgo que entrañan para la Tierra:

Impactores de 150 metros. Cada 500 años. Energía entre 100 y 1000 megatones. Destruirían un área como New York. 

Impactores de 500 metros.  Cada 15.000 años. Energía hasta de 10.000 megatones. Destruiría un área del tamaño de una provincia española.

Impactores de 1000 metros. Cada millón de años. Energía entre los 10.000 y los 100.000 megatones. Destruiría un área del tamaño de Portugal.

Impactores de 2000 metros.  Millones de años. Energía de 1 millón de megatones. Destruiría un área del tamaño de Francia y produciría tormentas en todo el planeta. A estos se les suele llamar ‘Destructores’. Uno de este tipo produjo el cráter Chicxulub, en Yucatán México, el más grande del mundo. 

En lo concerniente a los cometas, tienen cierta potencialidad de peligro para el planeta; algunos, de gran tamaño, pasan por órbitas inestables y se cruzan con planeta exteriores masivos, y pueden ser desviados por esos enormes campos gravitacionales y hacer de la tierra un punto de tiro (Ecodiario.es, 2005).

 

Riesgo de catástrofe por pandemia global 

Razones como la contaminación y su globalización, las alteraciones de los equilibrios ecosistémicos, la Interacción con animales sustraídos de su hábitat para tenerlos como mascotas, el consumo alimentario de algunas especies exóticas y salvajes, el abuso de las antibióticoterapias (que hace que cepas de virus y bacterias se hagan resistentes e inmunes), y acciones medioambientales son motivos para el brote de virus que causan epidemias, que las condiciones actuales de fácil movilidad permiten su propagación por todo el orbe, y, por esta consideración, la Organización Mundial de la Salud, OMS, termina declarándolas pandemias.

La amenaza de virus y bacterias está latente, y produce enfermedades mortales que pueden terminar en epidemias en determinados países o en pandemias en el orden global. Estos virus y bacterias han acompañado al ser humano desde siempre, representando un peligro constante que puede diezmar poblaciones enteras. Ellos mutan y se hacen resistentes, acorde a las condiciones y el medio en el que se desarrollan y sobreviven; las personas también se pueden hacer resistentes e inmunes a ellos, y luego trasmiten esa inmunidad a las generaciones descendientes, como lo han comprobado investigadores de la Universidad de Tübingen, que descubrieron que el ADN de la bacteria de la peste negra corresponde al ADN de la actual Yersinia pestis (Turnn, 2014).

En este orden de ideas, vemos que las pandemias representan un peligro en ciernes para la especie humana, pero por las medidas sanitarias, prevenciones y los avances científicos y tecnológicos reducen la posibilidad de que puedan acabar con toda la población mundial. La cercanía o distancia con personas victimizadas de enfermedades contagiosas es lo que hace la diferencia y permite las posibilidades o no de contagio, y es donde está la paradoja del mundo moderno: “Las comunicaciones nos unen y nos hacen vulnerables cada vez más.” (Hernández, 2014).

Las condiciones de higiene en la que se vivía en épocas históricas como en la Edad Media propiciaron un ambiente favorable para que se generaran pestes que devastaron porcentajes importantes de la población, como lo fue la peste negra, que arrasó la tercera parte de la población europea, documentada por historiadores y escritores. Por ejemplo, Diario del año de la peste, se convierte en documento importante de registro de como se desarrolló ese mal en Europa, especialmente en Inglaterra, en donde se dan pormenores de datos, medidas de las entidades político administrativas para la prevención y para evitar la propagación de la misma (Defoe, 1985). 

Giovanni Boccaccio, visita Florencia en los años de la peste, en 1348, y narra con vivacidad las escenas cotidianas: “Esta peste cobró una gran fuerza; los enfermos la trasmitían a los sanos al relacionarse con ellos, como ocurre con el fuego a las ramas secas, cuando se les acerca mucho” (Boccaccio, 1993: 48).

Albert Camus, de igual manera, lega una importante obra, La peste, en donde se tejen y se enuncian una serie de diálogos, reflexiones, descripciones sobre la peste, cuyo escenario es Orán, puerto situado en la colonia francesa de Argelia. La novela es un testimonio sobre la incertidumbre, la soledad, la preocupación, el desespero, el aislamiento, la solidaridad, en medio de la afección de peste negra que se vive (Camus, 1984).

Ahora, en la sociedad de la tecnología y de muchos logros científicos, las enfermedades epidémicas son reducidas con mayor prontitud, con la disposición de una serie de medidas sanitarias, concertaciones de los organismos multilaterales y los distintos gobiernos, y aunque de algún modo representan amenazas, no logran poner en peligro la existencia de la especie. 

El azote de las distintas pandemias que se suceden, han dejado lecciones de las que han aprendido los expertos en sanidad y seguridad internacional, entre las que se cuentan el conocimiento exacto de los pilares sobre los que debe sostenerse la lucha contra las pandemias: la prevención, la detección y la respuesta (Hidalgo, 2014).

Las pandemias que brotan no han comprometido a la especie humana ni presentan altos grados de mortalidad, muchas sí se han extendido rápidamente y tienen un gran impacto mediático (Martínez, 2016).

Por otra parte, también asalta la preocupación del terrorismo biológico, en especial, la postura extremista que puedan llegar a tomar algunos grupos radicales para cometer ataques con ántrax u otras bacterias a la sociedad Occidental (Hernández, 2014). Lo que puede significar la muerte de miles de personas por la comisión de ataques bioterroristas en sistemas de transporte masivo o sitios de concurrencia multitudinaria, y el consiguiente brote de contagio.

El Coronavirus, (Covid-19), la más reciente de las pandemias, ha encendido todas las alarmas y afecta a la humanidad de una manera frontal en sus instituciones políticoadministrativas que regulan el orden social, alterando de tal manera la normalidad de las sociedades, lo que se presenta ya como un caso inédito en la historia humana.

En ese orden consecuente, la declaratoria de pandemia al coronavirus por parte de la OMS, impactó a la economía mundial. El miedo fue artífice de drásticas caídas de la bolsa de los principales mercados durante semanas en dos dígitos. Así mismo, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, habrá un frenazo de la economía a finales de 2020 y se prevé un bajón del crecimiento global del 2,9 al 2,4 (El Mundo.es, 2020).

Así también, el impacto del virus ha incidido en la cancelación de actividades y eventos en las áreas de negocio, académicas, deportivas y en la determinación del cierre de fronteras de todos los países del mundo, como prevención, y para evitar que el virus ingrese o aumente los casos reportados dentro de sus territorios (Dinero.com, 2020).

De otro lado, han surgido voces críticas de las alarmas y medidas de los distintos gobiernos para la prevención del coronavirus, las que señalan aspectos como sofismas de distracción de gobernantes poderosos para que los súbditos no centren su atención en escándalos y otros asuntos que los afectaría; igualmente, difieren de la desmesura en las medidas asumidas y el olvido de enfermedades que dejan cifras de muertes muy altas en comparación con las que hasta ahora deja la pandemia de Covid-19 (Caparrós, 2020).

Pese a críticas y distintas posturas de algunos periodistas de opinión a las determinaciones que algunos gobiernos tomaban con respecto de la pandemia, el crecimiento epidemiológico en todos los países fue mostrando la gravedad del asunto y muchos países deciden optar por medidas de rigor para evitar la propagación del virus, además quedaba claro, por sus medidas, que sus actos eran coherentes con sus palabras y la visión con que apreciaban las consecuencias de la crisis. La mandataria alemana, Ángela Merkel, advertía que el coronavirus era el desafío más grande que asumía su país después de la Segunda Guerra Mundial (Infobae, 2020).

La pandemia de Covid-19, a diferencia de pandemias anteriores, mucho más peligrosas, inclusive, trajo consigo algo inédito: el aditamento de poner en jaque el orden mundial, y es posible que se deba a que a pesar de lo que se había aprendido de brotes pandémicos anteriores de aislar los casos con determinación y sin titubear para cortar la cadena de trasmisión, muchos gobiernos no lo hicieron inmediatamente cuando detectaron los primeros casos. China, mostró con el manejo de la situación en Wuhan, origen del virus, y epicentro del mismo, en principio, que pudo frenar la propagación y evitó que todo el país fuera azotado por el contagio; sin embargo, su gobierno ha sido fuertemente criticado por ocultamiento de datos y disminución de cifras de contagio y de muerte.

Esa determinación de China, que faltó en otros países, creó una situación que con el paso de los días acrecentaba los casos positivos de afección por el virus, y fácilmente creaba a diario una alarma general que incidía en todos los ámbitos y sectores de la vida de las naciones, y sembró miedos y terrores, nunca antes vistos. En efecto, el virus sigue siendo un enemigo oculto del que se conoce poco y no se ha podido prever el comportamiento del mismo. Ya, por el conocimiento de su genoma, la ciencia médica, tanto en China, Alemania, EE.UU y otros países trabajan a contra reloj para encontrar la vacuna.

Pues, bien, en lo relacionado con el azote del Covid-19, siempre debemos recordar que la mecha de miedos y terrores por la bioseguridad de la especie y por el sentimiento de aferrarnos a la vida se prende cíclicamente, lo que nos entrega razones para no menospreciar el peligro que representan.

 

Riesgo de catástrofe por una guerra nuclear

En los años sesenta las Naciones Unidas exhortaban a todas los Estados a que unieran esfuerzos para la inspección y control, en virtud a que los Estados que producen armas nucleares se abstendrían de ceder el dominio de tales armas, y los Estados que no poseen dichas armas se abstendrían de fabricarlas. Lo mismo que se daba poco tiempo después, el hecho de la firma del Tratado sobre la no Proliferación de Armas Nucleares (TNP), cuyo objetivo es impedir que aumente el número de países que posean armas nucleares y garantizar a aquellos que no las posean el acceso a todas las aplicaciones de carácter pacífico de las energías atómicas. De tal manera, a partir de ese tratado, se crearon sistemas encaminados a garantizar que los materiales destinados a fines pacíficos no se desvíen para fines militares (TNP, 1968).

El experto militar Mijaíl Jodariónok, afirma que el uso de armas de destrucción masiva traería consecuencias catastróficas, no solo para las naciones beligerantes, sino para todos los países del mundo. Así también, en un artículo publicado por el Vicepresidente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, James Andrew Lewis, dice que con el advenimiento de las armas nucleares, las principales potencias han tratado de evitar la confrontación militar directa (RT, 2018). 

El análisis del artículo anterior y las declaraciones en referencia, lo suscitan los continuos roces entre las potencias armadas principales, y lo sustentan los resultados de una encuesta realizada a miembros de las Fuerzas Armadas estadounidenses, quienes temían un conflicto a gran escala. No hay que olvidarse que particularmente en ese año ocurrió el vencimiento del tratado sobre misiles.

En efecto, en febrero de 2019, Moscú y Washington anunciaron la suspensión de sus compromisos con el Tratado sobre eliminación de Misiles de Alcance Intermedio y de Alcance Menor (INF), y los dos países, Rusia y EE.UU., se acusaban mutuamente de incumplir sus respectivas obligaciones. Según los análisis de expertos, esas posturas se asumían particularmente para validar no un aumento cuantitativo, sino la mejora cualitativa del arsenal nuclear (Foreign Affairs, 2019). 

En La isla que se repite, Antonio Benítez Rojo, plantea que si la crisis de los misiles se hubiese producido en Europa (en Berlín, escribe él) y no en La Habana, “los niños del mundo quizá estuvieran ahora aprendiendo a hacer fuego con palitos”. La reflexión la hace, porque concluyó que por la cultura del Caribe, que tiene una cierta manera de ser, ese apocalipsis no era posible. Vio movimientos de tropas, se cercioró de informaciones de boletines oficiales, observó evacuación de niños en su barrio, y se percató del chachareo de dos viejas que pasaban, y, “supe de golpe”, resalta, y afirma, que en La Habana no se prendería la mecha de ese apocalipsis (Benítez, 1998).

Por otro lado, cuando se cumplieron 70 años de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, el presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, CICR, Peter Maurer, ante la comunidad diplomática de Ginebra, dijo: “Esos acontecimientos dejaron una huella imborrable en la consciencia y la memoria de la humanidad”, y señalaba también el costo catastrófico y duradero que significa el uso de armas nucleares (CICR, 2015).

A razón de que el uso de armas nucleares puede significar la desaparición de prácticamente toda la humanidad de la faz de la tierra, creemos y apostamos que el hombre no volverá a hacer uso de ellas.

 

 

Riesgo de catástrofe por la erupción de un supervolcán

Si hubiera erupción de uno de los supervolcanes que ahora duermen o están en cierto nivel de actividad, como el Anao Krakatoa, se tornaría en una catástrofe global, porque afectaría el clima, la agricultura, produciría hambrunas y guerras por comida, incluso. Podría ocurrir, es una posibilidad  muy baja, pero está latente (Papadopoulos, 2008).

La fuerza asociada a la erupción de un supervolcán equivaldría al impacto de un asteroide contra el planeta, y con la diferencia de que el fenómeno de las erupciones volcánicas de este tipo ocurre unas diez veces más de las posibilidades de impacto que tendría un asteroide (Bindeman, 2006).

Algunos de los supervolcanes son invisibles, porque tienen una estructura plana, constituida por una caldera muy grande, y solo se hace visible cuando la cámara de magma se derrumba (Astronoo, 1997).

Estos supervolcanes invisibles, se conocen con el nombre de Calderas, uno de ellos es el de Campi Flegrei o campos Flegreos, de uno 13 kilómetros de ancho, en una bahía de Nápoles.

Las colinas de Sorrento fueron formadas por su erupción hace unos 35 mil años (Beecomer, 2018).

Entre los supervolcanes más destructivos del mundo se referencian: el Yellowstone, en EE.UU, que no ha tenido erupción desde hace 640 mil años. También está el Monte Rainier, que es un asesino potencial. En Italia, el Vesubio, que enterró la ciudad de Pompeya en el año 79 d.C.; los Campos Flegreos, en una bahía en Nápoles, que si hubiese allí una erupción morirían millones de personas, y las cenizas invadirían toda Europa y produciría un severo cambio climático, cuyas consecuencias durarían décadas; asimismo, está el Stromboli, una isla, cuya cima es un gran volcán sumergido en el mar Tirreno. En Japón está el Monte Sama, uno de los volcanes más activos, a 144 kilómetros de Tokio; en Colombia se encuentra el Nevado del Ruiz,  que tuvo una de las erupciones más mortíferas de la historia, se tragó a 29 mil habitantes que vivían en su cercanía (Mirowitz, 2011).

También está el Wah Wah Springs, unas 30 veces más grande que el Yellowstone. Su última erupción fue hace unos 30 millones de años. Investigadores de la Universidad Brighan Young lo descubrieron tan solo en el 2013. Según el científico Ron Smith, el Wah Wah podría erupcionar en 500 mil años, pero también podría ser en una semana (Sputnik Mundo, 2020).

 

Riesgo de catástrofe por el desequilibrio del eje terráqueo

El planeta, de forma evidente, se constituye en un sistema de balanza estable, por el equilibrio que se establece entre sus proporciones: masas continentales, masas de agua oceánicas y masas de hielo glaciares y polares.

En efecto, las balanzas, son los instrumentos destinados a equilibrar la fuerza de gravedad que actúa sobre la masa de un cuerpo, de acuerdo a la definición de la Universidad de Granada. De igual manera, la institución define el término equilibrar como: establecer la misma posición de un indicador o fiel, antes y después de colocar, en sus respectivos sitios, el cuerpo y la masa de referencia o pesa que se emplea3.  

Entonces, después de darse el fortuito hecho en la naturaleza de equilibrar sus pesos en la Tierra, sucede el maravilloso equilibrio, que es ‘el estado en el que el total de fuerzas que actúan sobre un cuerpo o estructura suma cero’4. 

Si efectuamos, en un experimento mental, la visualización del planeta tal como está, y lo situamos en un escenario distinto, en el que se mueven sus masas de agua con cierta presión hacia un lado, no ocurrirá otra cosa que un bamboleo por la basculación de un lado de la balanza.

En consecuencia, cuando ocurra el deshielo de los glaciares, y muy especialmente del Polo Norte, la masa de agua de dicho deshielo que fluya hacia otros centros de gravedad distintos al que le prodiga equilibrio actualmente, debe derivar en una perturbación axial, y por consiguiente, en la basculación del globo terráqueo.

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                             

  1. Concepto                técnico de           balanzas.               Página    web        de           la             Universidad          de           Granada.

http://www.ugr.es/~museojtg/instrumento10/ficha_fundamentos2.htm

 

  1. Definición               del          vocablo equilibrar.             Página    web        Universidad          de

Granada.http://www.ugr.es/~museojtg/instrumento10/ficha_fundamentos2.htm 

 

 

 

Gráfica No 2.

 La Tierra, una balanza en equilibrio

 

Fuente: elaboración propia

 

Datos y alarma del calentamiento global y deshielo. Punto de no retorno

En aras de la protección del medio ambiente, la Organización de las Naciones Unidas crearon una serie de convenciones y medidas para prevenir mayores daños a la atmósfera  y paliar así el cambio climático: entre ellas, el incentivo a la generación de energías limpias, la forestación y reforestación, reducción de gases de efecto invernadero, atribución de cantidades de emisión a todos los países (Protocolo de Kioto, 1998). 

No todos los países firmaron, y los que firmaron no han cumplido a cabalidad con lo convenido, y todo ese accionar se convierte solo en intentos inocuos de solucionar un problema de enormes consecuencias para la seguridad de la vida y la permanencia de la especie.

Asimismo, en 2015, se firmó en París un acuerdo de naciones para combatir el cambio climático, el control de emisiones de carbono, para acelerar e intensificar las acciones e inversiones para un desarrollo sostenible y para mantener por debajo de 1.5° centígrados la temperatura en este siglo, entre otros aspectos (Acuerdo de París, 2015).

Dentro de su visión y compromiso, la Organización de las Naciones Unidas dice que el mayor desafío de nuestro tiempo es el cambio climático; expresa, además, la fatalidad que ha significado la huella humana en la Generación de Gases de efecto Invernadero (GEI), que es un proceso natural, pero que después de más de siglo y medio de industrialización, deforestación y agricultura a gran escala las cantidades de gases a la atmósfera se incrementaron en el planeta, a niveles nunca antes vistos en 3 millones de años (Naciones Unidas. Cambio Climático, 2020).

Aún los científicos no tienen claridad meridiana de lo que ocurriría si llegara a perderse toda la capa de hielo de los glaciares y casquetes polares. Todavía no precisan las terribles consecuencias para la civilización; no obstante, se afanan en estudios para la comprensión de ese fenómeno. Presentamos algunos de esos estudios relevantes.

Existen una serie de cambios, alteraciones, fusiones y colapsos de glaciares, y daños, en general,  irreparables en la criósfera. De igual manera que cambios en los océanos. Afirman los investigadores, que para la elaboración del informe, más de 100 autores de 36 países evaluaron la bibliografía científica más reciente sobre los océanos y la criósfera en un mundo cambiante, y han citado aproximadamente 7000 publicaciones científicas.  Por su relevancia y gravedad, aludimos a estos puntos. Panel Intergubernamental para el Cambio Climático,  IPCC (2019):

-La fusión de los glaciares y los mantos de hielo provocan subidas del nivel del mar, y los fenómenos extremos costeros son cada vez más violentos.

-Los océanos del mundo y la criósfera han absorbido calor por el cambio climático durante decenios, y, ahora, las consecuencias para la naturaleza y la humanidad son graves. 

-Los glaciares, la nieve, el hielo y el permafrost están disminuyendo y seguirán en mengua, según las proyecciones, con peligros para las personas, por ejemplo, en fenómenos como deslizamientos de tierra, avalanchas, desprendimientos de rocas e inundaciones.

-Pérdida de hasta el 80% de masas de glaciares menores de Europa, África Oriental, la región tropical de los Andes e Indonesia será un hecho de aquí al 2100.

-Los incendios forestales alterarán los ecosistemas en la mayoría de las regiones boreales y de tundra, como también en las zonas de montaña.

Uno de los informes más contundentes de las Naciones Unidas sobre los daños al medio ambiente y el consecuente cambio climático, es, sin lugar a dudas, el de Nairobi. Las advertencias son claras y develan un panorama terrible.

La ONU, en el Informe de Nairobi, categóricamente pone fecha al fin de la humanidad: 30 años. Es una apreciación catastrofista, pero sincera y acertada. Indica que todo será posible por la extinción del hielo del Ártico, la desertización se hará extensiva, las temperaturas se tornarán altas e irresistibles y habrá mucha muerte por la mala calidad del aire. El organismo multilateral asegura que mientras más contaminación, más población y menos consciencia, incluso, sería antes la hecatombe. 250 especialistas de distintos ramos de la ciencia y el conocimiento de 70 países fueron quienes llegaron a esa conclusión alarmante. (Cultura Colectiva, 2019). 

Desde luego, que esta es una información histórica por su amplitud y conclusiones, con datos nada positivos para el devenir del planeta. Desde el primer informe de la ONU sobre el tema, en 1997, se evidencia que no se cumplen las condiciones necesarias en las metas fijadas para 2030 y 2050, para la mitigación del fenómeno y de los daños inherentes. (Aquae Fundación, 2019)

Así también, una serie de científicos están tratando de hacer simulaciones y estudios en laboratorios, para recrear distintos escenarios del calentamiento global, el deshielo de los glaciares, entre otros aspectos, y tratar así de comprender los fenómenos y sus consecuencias para la vida en el planeta.

Entre tanto, para estos científicos existen numerosas fuentes de incertidumbre a la hora de vaticinar el peor de los casos, entre los que existen factores como la rapidez con la que subirán de nivel los mares, relacionada con la rapidez con la que se deslíen las capas de hielo que cubren Groenlandia y la Antártida, y ven que el futuro es incierto, pero que necesitan prepararse para el cambio (Gramling, 2020). 

En la misma línea, de acuerdo a un nuevo estudio de expertos, se revela que la pérdida de masa de hielo se realiza sin precedentes, a razón de un 30% de la capa superficial desde comienzos del siglo XX. Puntualiza este estudio, que la contribución del 60% de las aguas que suben el nivel del mar proviene del derretimiento de la capa superficial ártica, que se abren camino a través de las corrientes que llegan hasta el océano. De la misma manera, manifiesta que las alarmantes conclusiones derivan de observaciones de núcleos de hielo polar y de un casquete costero de diferentes zonas a más de 1800 metros sobre el nivel del mar. Las perforaciones se realizaron durante distintas expediciones en el 2003, 2014 y 2015. El estudio es significativo, porque combina mediciones en los cambios de las capas de hielo de la superficie de Groenlandia con simulaciones de modelos computarizados independientes, y ambas líneas muestran que el deshielo en las últimas décadas no tiene precedentes en los últimos 330 años (Rodríguez, 2019).

Una de las principales funciones de los territorios polares es la reflexión de la radiación solar, actuar como refrigerantes de la temperatura global, dicha acción moderadora se distribuye por las corrientes oceánicas. La reducción de las superficies cubiertas de hielo de las regiones polares presenta graves implicaciones locales y a nivel mundial, puesto que reflejan el 90% de la radiación solar; las superficies de agua líquida solo reflectan el 10%. A ese fenómeno se le llama albedo. Según señala el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la región experimenta una profunda transformación por la interacción de las fuerzas del cambio climático y las actividades humanas nocivas. En síntesis, tal como lo indican las organizaciones internacionales, lo más alarmante es el deshielo de los polos (Maillier, 2017).

Es cierto y es normal que dentro del campo de la ciencia, en las investigaciones existan discrepancias y  distintas posturas, que entran en debate; pero, al margen de esto, los datos a veces son dicientes y alarmantes y no permiten pensar sino en los peores escenarios posibles. En este artículo que citamos se hace un cotejo de investigaciones que presentan datos alarmistas y de otras que no lo ven de esa manera. Por lo que a nosotros concierne, resaltamos los datos que en el texto se registran, que son preocupantes y apuntalan nuestra posición: “Una de las consecuencias antrópicas más drásticas del cambio climático es el deshielo de las masas glaciares presentes en Groenlandia y Antártida, lo cual conducirá a un crecimiento global de los niveles oceánicos. Se trata de reservas de hielo altamente significativas, cuya tasa de fusión se incrementó de manera especial en las últimas décadas”. (Dottori, 2019).

Paralelamente, y pese a la gran evidencia de las consecuencias de los daños al medio ambiente, al deshielo de los glaciares, algunos investigadores plantean sus negativas y escepticismos sobre el asunto, como es el caso de la publicación de un artículo con este tenor en el diario ruso Novaya Gazeta, firmado por Yulia Latynina, que subtitula: “La historia de la falsificación científica más grande de la historia”. Sin embargo, el medio N+1 solicitó al científico investigador principal del Laboratorio de la Teoría del Clima del Instituto Obukhov de Física Atmosférica de la Academia de Ciencias de Rusia, Alexander Chernokulsky, que comentara la publicación. Entre sus consideraciones destacamos las siguientes: que las primeras estimaciones de balance de calor sobre la superficie fueron hechas por Mikhail Ivanovich Budyko, en 1956, y hoy con las observaciones satelitales y terrestres de largo periodo, los valores de flujo de radiación y calor promediados a nivel mundial se ha podido establecer el sistema climático de la Tierra. Que igualmente se ha efectuado el monitoreo de dióxido de carbono atmosférico, desde que en 1956 se hizo en Mauna Loa, Hawái. Que se ha registrado un aumento significativo en la concentración de dióxido de carbono a lo largo del tiempo. Que se ha podido comprobar con base en el análisis de burbujas del aire de los núcleos glaciares de la Antártida, cuyas mediciones permitieron establecer que en los últimos millones de años, la concentración de CO2 en la atmósfera de la Tierra nunca ha sido tan alta. Precisa también, que a través de la tecnología es posible determinar de forma exacta y a través de distintos métodos las estimaciones de flujo antropogénico generado por la industria, la agricultura, la energía y otros factores. Finalmente, puntualiza que el cambio climático global está ocurriendo delante de nuestros ojos, y que la actividad económica acelera y profundiza estos fenómenos, que no son inventos de los climatólogos (Chernokulski, 2020).

Y para concluir con las citaciones sobre cambio climático y deshielo de glaciares queremos referenciar la siguiente investigación, que alerta sobre el deshielo con mayor rapidez en el Ártico que en la Antártida.

En su trabajo, los autores de “El deshielo en el Ártico y en la Antártida”, indican como puntos concluyentes, que cualquier variación en la temperatura ambiente conlleva una respuesta inmediata en la descarga glaciar (su relación es directa), y que a la misma latitud en ambos hemisferios, la descarga glaciar es de 3.5 a veces mayor en el Ártico que en la Antártida (Herazo y Domínguez, s/f). 

 

Análisis de datos, predicciones y resultados

De las distintas posibilidades, a la de la ruptura del equilibrio del eje terráqueo, fue a la que le otorgamos el mayor porcentaje, y no de una manera azarosa o arbitraria, sino por el análisis e inferencias lógicas que nos condujo a la certeza de que es la opción con una gran posibilidad de suceder. A continuación exponemos nuestro modelo predictivo.

Por el aumento de las masas de agua producto del deshielo de glaciares y el Polo Norte, prevemos que se alterará el eje del globo terráqueo, que de acuerdo a lo que se conoce actualmente es de unos 23, 5° de inclinación. Asimismo, intuimos que ya se viene efectuando esa inclinación desde los inicios del año 2019, que a finales de 2020, estará en unos 3°, y así seguirá sucediendo, en periodos bianuales, hasta que en el año 2052 llegue al punto crítico 74,5°, en donde, por dicha inclinación y por desequilibrio entre las masas de los continentes, los océanos, el casquete de hielo del Polo Sur y por la falta del casquete de hielo del Polo Norte (que es el que indica que desaparecerá totalmente por deshielo, y cuya ausencia significaría la falta de un contrapeso natural en el equilibrio que existe, y se ejercerá, de manera inexorable, una presión que desestabiliza al planeta, y finalmente, en este evento, la Tierra perderá su equilibrio axial y experimentará una basculación en su estructura de globo.

En efecto, la Tierra es una balanza, y la pérdida de masa de hielo, que ejerce contrapeso al resto de masas distribuidas a lo largo y ancho de toda su superficie genera ese desbalance en el equilibrio que hasta ahora existe.

 

 

Inclinación bianual del eje terrestre que está, según lo que se conoce, en 23.5°

Prevemos, en consecuencia del daño irreversible que ahora vive el planeta (referenciamos como factor preeminente el deshielo), una progresión en la inclinación del eje terrestre, la cual será de la siguiente manera, tal como lo evidencian el cuadro y los diagramas.

 

Cuadro No 1. 

Inclinación bianual del eje terrestre

Intervalo bianual

                                         Inclinación del eje terrestre

Hasta 2018

  La  Inclinación normal del eje era de (23.5°)

2019-2020

3° de inclinación que suman (26.5°)

2021-2022

3° de inclinación que suman (29.5°)

2023-2024

3° de inclinación que suman (32.5°)

2025-2026

3° de inclinación que suman (35.5°)

2027-2028

3° de inclinación que suman (38.5°)

2029-2030

3° de inclinación que suman (41.5°)

2031-2032

3° de inclinación que suman (44.5°)

2033-2034

3° de inclinación que suman (47.5°)

2035-2036

3° de inclinación que suman (50.5°)

2037-2038

3° de inclinación que suman (53.5°)

2039-2040

3° de inclinación que suman (56.5°)

2041-2042

3° de inclinación que suman (59.5°)

2043-2044

3° de inclinación que suman (62.5°)

2045-2046

3° de inclinación que suman (65.5°)

2047-2048

3° de inclinación que suman (68.5°)

2049-2050

3° de inclinación que suman (71.5°)

2051-2052

               3° de inclinación. Pto. Crítico (74.5°). 

                    que produce el efecto de basculación. Fin

 

 

 

 

 

 

 

 

Gráfica No 3 Progresión en la inclinación del eje terrestre 2018-2052

 

Fuente: elaboración propia

 

 

 

 

 

 

 

 

Gráfica No 4 Inclinación bianual del eje terrestre hasta el año 2052

 

 

Fuente: elaboración propia.

-Hasta el año 2018, la inclinación del eje era de 23.5° -Prevemos una inclinación progresiva de 3° cada dos años

-El punto crítico son los 74.5°, en el año 2052.

Eventos y consecuencias en el planeta después de la rotura del equilibrio axial

Después de efectuada la rotura del equilibrio axial del globo terráqueo, que situamos en los 74.5° de inclinación, sucederán una serie de eventos puntuales implícitos en la catástrofe, que atañe a la fractura de las islas en los distintos mares y océanos por el poco grosor de sus pilares. Entre estos eventos, de manera general, señalamos los siguientes:

Bamboleo de las aguas oceánicas del Ártico, del Pacífico, Atlántico e Índico con presión hacia el suroriente del globo. Megatsunamis.

Desprendimientos de islas y archipiélagos de la geografía del planeta. En el océano glacial Ártico: Victoria, Bafin, Islas de la Reina Isabel, Groenlandia, Islandia, Islas Spitzberg nort, Tierra de San Francisco José, Nueva Zambia, Tierra del norte, Islas de Nueva Siberia.

Desprendimiento de islas y archipiélagos del Índico: Filipina, Malasia, Indonesia, Nueva Guinea, Islas Salomón, Fidji, Kiribati, Nueva Zelanda.

Desprendimiento de las islas del Caribe y del Océano Atlántico.

Mucha de la actual masa continental se sumergirá por movimientos sísmicos

Efecto de pendulación del globo hasta alcanzar de nuevo la estabilidad.

En el globo nuevamente estable, después del balanceo, lo que es ahora la región Antártica quedaría situada en la parte norte y las masas continentales apelotonadas y en posición contraria a como estaban; es decir, patas arriba.

El nuevo Polo Norte, quedaría con una inclinación hacia el occidente de 336.5°, contrario a como está ahora y apuntaría su eje, ya no a la estrella Polar, sino a la estrella Vega.

Constante actividad sísmica y vulcanológica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gráfica No 5.

Punto crítico de inclinación del eje terrestre y posición del globo después del bamboleo

 

Fuente: elaboración propia

 

Es tarde para el hombre:

Preservación de la semilla, reto y propósitos para no desaparecer, el arca

La comunidad científica desde hace tiempo viene planteándose la posibilidad de evacuar el planeta por distintas razones: por exceso de población, por falta de recursos que sorteen una crisis alimentaria, por falta del elemento más preciado como es el agua (ya los economistas postulan en sus previsiones que las guerras futuras serán por la posesión de agua). Stephen Hawking, en una conferencia en la Universidad de Oxford, afirmó que el hombre debiera empezar a buscar la manera de evacuar el planeta e invitó a las grandes empresas que deben ver como urgente la inversión en la construcción de naves espaciales capaces de volar a grandes distancias y llegar a otros planetas. El gran científico calcula un tiempo de cien años, por lo que dramáticamente el hombre se ve en la necesidad de preservar la semilla de la humanidad en corto tiempo. Su previsión la hizo con relación a la brusquedad que se está experimentando en el cambio climático. Afirmó, además, que las medidas gubernamentales de los distintos países han sido insuficientes para el rescate de la naturaleza. (Sputnik Mundo, 2016)  

De igual manera, aunque mira la posibilidad de riesgo un tanto lejana, Kaku (2019) asevera: “Pero si miramos hacia el futuro lejano, tarde o temprano nos enfrentaremos a un desastre tan grande que la adaptación será casi imposible. Tendremos que abandonar la Tierra o perecer. No hay otra opción” (p.13).

Así también, ese planteamiento de la comunidad científica de la posible salida del planeta para preservar la semilla lo recoge el documental Evacuate earth, en el que una serie de personalidades del mundo científico dilucidan sobre el tema. La forma en la que el hombre saldría del planeta sería evidentemente una nave, a la que en el documental curiosamente se le llama el arca (National Geographic, 2011).

Del mismo modo, la ficción cinematográfica recrea en diversos filmes las catástrofes que pudieran poner fin a la civilización por distintos motivos, entre las que destacamos: “Más allá del apocalipsis 10.5” (2006), John Lafia; “Terminator II: el juicio final” (1991), James Cammeron; “Independence Day” (1996), Roland Emmerich; “Armagedón” (1998) Michael Bay; “El día después de mañana” (2004), Rolad Emmerich; “Hijos de los hombres” (2006), Alfonso Cuarón; “28 días después” (2002), Dany Boyle; “Soy leyenda” (2007), Francis Lawrence; “Mad Max” (2015), George Miller; “Pandorum” (2009), Christian Alvart; “El libro de Elí” (2010), Albert Hughes y Allen Hughes; “2012: el fin del mundo” (2009), de Roland Emmerich; “Impacto profundo” (1998), de Miriam Leder. Sin lugar a dudas, con una eventual y desafortunada catástrofe para la humanidad, todas estas cintas pueden ser una visión futurista de nuestro destino final.

Así pues, pensamos también, que los proyectos científicos en torno a la idea de sobrevivir a una fatal e inminente catástrofe o destrucción de la Tierra, que desaparezca a los seres humanos y su historia en el universo, la aspiración de colonización de exoplanetas después de terraformarlos, realmente son insostenibles. Los planteamientos que proyectan el futuro de la humanidad están pensados a muchos años. Se proponen una serie de posibilidades, entre las que destacan terraformar a Marte para su colonización (Kaku, 2019).

Pero el colapso del planeta lo creemos inminente, por los daños sin punto de retorno,  y no va a existir el tiempo para tales proyectos, por su envergadura. Cabe señalar, que si los seres humanos, generación tras generación, hubiésemos tenido la consciencia de que nos debíamos a nuestro planeta y lo hubiésemos cuidado, no necesitáramos salir de él, ni evacuarlo; por lo menos, no con la necesidad de urgencia con la que ahora se considera esto, sino dentro de planes sumamente madurados, si las condiciones naturales nos lo hubieran impuesto por uno u otro motivo, y así, oportunamente y con proyección en el futuro, todo fuera posible.

Para finalizar, planteamos algunos interrogantes. Cómo sería la forma realmente en la que los seres humanos, nos podamos garantizar la salvación de una hecatombe que destruya la vida en el planeta, cuáles serán los costos, los sacrificios. El tiempo es corto y a los científicos les corresponde deliberarlo. Son muchos los interrogantes que surgen ante un problema tan enorme y trascendental. 

 

Conclusiones

Los resultados y análisis de nuestra investigación nos conducen a algunas conclusiones. La primera responde a la pregunta de investigación de que si está en riesgo nuestra vida en el planeta, y la respuesta es sí, y el riesgo es inminente por la celeridad del deshielo y la consiguiente inclinación del eje terrestre, lo que se constituye en la tesis de este trabajo. La segunda es que creemos que en los dos últimos años, los científicos no han vuelto a monitorear si el valor de la inclinación del eje terrestre se mantiene en los 23.5°  o si por lo contrario ha cambiado. Esta observación es importante, porque es posible que desde el año 2018 hacia atrás, el deshielo aun no determinara la inclinación del eje terrestre, y posterior a esa fecha se haya empezado a efectuar dicho fenómeno. La tercera es que de la consecuente inclinación axial se suceden una serie de eventos cataclísmicos.

Los autores del estudio, invitamos a la comunidad científica para que a partir de nuestro modelo predictivo, de los datos y análisis que planteamos, efectúen en sus laboratorios simulaciones de la basculación del globo terrestre y verifiquen la inclinación actual del eje de la Tierra.

 

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[1] Periodista, escritor y docente universitario. Estudios de pregrado en la Universidad de Cartagena en Lingüística y Literatura. Doctorando de la Universidad de Salamanca en Literatura Española e Hispanoamericana. Estudios de las Ciencias Naturales (formación autodidacta). Correo: arrietarene@gmail.com 

[2] Médico y Cirujano de la Universidad Metropolitana de Barranquilla. Diplomado en Medicina Biológica y Homotoxicología en la Universidad de Cartagena. Diplomado en Medicinas Complementarias. Estudioso de las Ciencias Naturales (formación autodidacta). Correo:

medicoariasrincon@hotmail.com 

 


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