¿POR QUÉ Y PARA QUÉ QUIERO SER PSICÓLOGO? Testimonio


Por: Katherine Yohana Machacón Pantoja*. 

Estudiante de Historia de La Psicología. 

¿Cómo le llamas a esa parte de tu vida que te inspira a tender hacia los demás, a brindarle apoyo o seguridad a alguien que se siente perdido o “asfixiado”?... Yo le llamo vocación.

Nunca imaginé que yo estaría del otro lado de la pantalla, que ya no era mas una espectadora, sino que ahora en estaban sucediendo las cosas que antes conocía de a oídas. Ahora era yo la que experimentaba inseguridades, miedos, tristezas, vacíos, una vida sin sentido, emociones desequilibradas, un deseo fuerte de no seguir viviendo, una derrota y un fracaso existencial, un desconocimiento de mi ser de mi esencia, y preguntas como ¿para qué vivo? Me llevaban a cuestionarme si valía la pena esforzarse por buscar un cambio.

Cuando se desconoce la naturaleza (el qué) y el sentido (el para qué) de las cosas, es muy difícil hallar un camino adecuado que contenga gratos resultados, pues se estaría avanzando sin una carta de navegación, dejándole todo al devenir. Y es precisamente aquí, en este punto, en el que quiero conducir mi ensayo.

Al desconocer mi esencia, mi personalidad, mis cualidades, defectos, en otras palabras, mi historia, me sumergí en una especie de caricatura inventada por mí misma, viviendo una vida que no era la mía y que simplemente había dejado que en ese devenir se diera, y así viví varios años como un robot que no razona, sino que solo cumple funciones y sigue ordenes configuradas en su sistema. En efecto, me gradué de bachiller a los 15 años con honores (mejor promedio de mi promoción), por inconvenientes económicos no ingresé inmediatamente a la universidad, pero no me quedé estática, es decir, me puse a trabajar y a estudiar carreras intermedias, tres años después ingresé a la universidad y estudié una profesión (contaduría pública), obtuve mi título profesional también con honores (la mejor estudiante con el mejor promedio de mi promoción), con una hoja de vida estupenda con solo 23 años de edad (antes de graduarme de la universidad ya había trabajado, desde el primer semestre hasta el último, en la parte contable), el futuro era prometedor, ofertas laborales que me ofrecieron muy jugosas y a las cuales accedí. Sin embargo, durante todo ese tiempo de estudios universitarios y vida laboral, callaba mi ser interior que me gritaba: “este no es el camino”, “no eres feliz”, “no lo estas disfrutando”, “no te sientes realizada”. Callaba ese sueño de niña de ser una profesional que se dedicara, no a los números ni a las cuentas, sino a algo más valioso: las personas. Y que por desconocerme a mí misma terminé dejándolo de lado y tomando el camino que parecía más fructífero, económicamente hablando.

Al no dejar salir o no prestarle atención a esos anhelos, mi cuerpo empezó a manifestarlos, ¡quería hacerse oír!, frecuentes y muy fuertes migrañas aparecieron de un momento a otro sin ninguna explicación física o afectación cerebral, en medio del trabajo abundantes lagrimas corrían por mis mejillas sin saber su causa, de repente “se salían solas”, en medio de mis múltiples ocupaciones en la oficina, pesadillas por las noches, en otras insomnios muy frecuentes, faltas de apetito y sobre todo una profunda tristeza me empezaron a bombardear.

Sentimientos o emociones que, como aquellos filósofos o primeros psicólogos, me llevaban a cuestionarme ¿de dónde provienen?, reflexionando si tenia que ver con alguna connotación espiritual, porque es que yo siempre era muy alegre, extrovertida, atenta, ágil, sociable y de repente me encontraba siendo todo lo contrario, triste, introvertida, como “ida”, lenta, asocial -no quería hablar con nadie, entre menos gente mejor, decía-, quería estar sola todo el tiempo, me molestaba el ruido, las fiestas, inclusive la alegría y la risa de los demás me disgustaba. Y por eso mi primera impresión fue pensar, como aquellos de la época antigua y medieval, que estaba teniendo una afectación espiritual, y que eso se me curaba con muchas oraciones y prácticas de piedad, que, en efecto, me ayudaban, pero que no eran la respuesta del por qué estaba así. Como tampoco eran la respuesta de aquellos tiempos en que se comenzaba a pensar en la esencia de la persona. Así es que al verme tan mal decidí tomar una cita con una profesional de psicología, que se convirtió en una guía muy eficaz para mi vida, ella empezó a conducirme por un camino en búsqueda de quién era yo, dónde había empezado mi historia y en qué momento la perdí de vista; conociendo esto descubriría las respuestas a las decisiones que debía tomar de ahora en adelante, las cuales me condujeron a lo que en este preciso momento estoy siendo: una estudiante de psicología.

Resulta que al indagar en el porqué de mis decisiones “no tan acertadas” y lo que ellas trajeron consigo, me di cuenta que, aquella ciencia que desde siglos anteriores ha tratado de entender al ser humano en su esencia y conducta, era la respuesta y el camino que debía empezar a transitar para complementar no solo mi vida profesional, sino mi propia persona, pues de esta ciencia tan compleja y preciosa pienso beber para seguir escribiendo mi historia.

Entonces mi respuesta al por qué estudio psicología es porque aspiro seguir haciendo ciencia con mi historia de vida y con la de las personas que intervenga, respondiendo a las preguntas básicas que aprendí con mi profesor de historia de la psicología (Mauricio Pareja): ¿Qué quiero? ¿Qué puedo? Y ¿Qué debo? Por lo tanto, más que una profesión la nombraría como una vocación, porque esta vocación ha direccionado mi vida y le ha dado un nuevo sentido.

¿Y para qué ser psicóloga? Para ser parte de la lista de grandes científicos que han direccionado sus vidas y las de otros, con estilos de vida saludable y que han hecho de esta profesión una forma de vida que vale la pena vivir.

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* Estudiante de Psicología en la Universidad Autónoma del Caribe (Barranquilla). Código estudiantil: 192210042.


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