Si nuestra riqueza proviene del trabajo y de la honestidad; si durante años hemos pagado impuestos y educado a nuestros hijos, con valores cristianos que se basan en el respeto, entonces nos adaptaremos a las políticas de gobierno que la democracia nos imponga.
Preocupados deben estar más bien, los abusadores que exprimiendo los recursos del Estado obtuvieron riquezas, se apropiaron los dineros destinados a la salud, la educación, las obras de desarrollo y recibieron beneficios de concesiones y privatizaciones. A esos les llegó la hora. No quiero decir que no seguirán desangrado al País, pero los resultados de la corrupción cambiarán de bolsillo.
Decir que llegó la solución, el cambio, la justicia social es una utopía. Llegarán tal vez nuevos personajes, nuevos actores, que se repartirán los contratos y el presupuesto de la Nación. Los delincuentes no tienen ideología, ni un partido político estable. Robar es la meta y el Estado es su botín.
Tras la victoria de Gustavo Petro, habrá quienes salgan corriendo a esconderse de la justicia, pero otros aprovecharán para seguir saqueando.
Es imposible que por el solo hecho de tener un nuevo Presidente de la República, la corrupción desaparezca; tan sólo cambiará de derecha a izquierda.