ENSAYO SOBRE EL PROBLEMA DE “PENSAR LA HISTORIA”: Apuntes para el diálogo en clase.
Por. Mauricio G. Pareja Bayter
Subdirector del Campo de Epistemología e Historia de la Psicología
1. El problema de pensar
A lo largo de la vida los individuos van creciendo en muchas áreas, bien sea de forma simultánea o en medio de discontinuidades, las células se desarrollan, los órganos maduran, los tejidos y los músculos se fortalecen, pero también ellos envejecen y mueren, los sentimientos suelen recorrer el mismo camino y ni que decir de las relaciones interpersonales, pero, a ello no escapan siquiera ni las ideas, ni los juicios, ni los raciocinios, es decir, la lógica de la vida de los seres humanos (por no extender el problema a otros seres y otros campos) y sus productos relacionales y culturales están insertadas en esa dinámica de vida, crecimiento y muerte.
En ese camino existencial antes descrito, los seres humanos hemos marcado diferencias vitales frente a los otros seres, una de ella es la INTELIGENCIA, entendida de manera simple y elemental como aquella capacidad de PENSAR; la inteligencia se presentó como la diferencia esencial de lo humano, poco a poco, gracias a las preguntas ingenuas de algunos “niños” inquietos que no se conforman con respuestas dogmáticas, las preguntas y comparaciones de algunos irreverentes, fueron mostrando que algunos otros animales muestran actitudes que solo pueden ser posible si de hecho ese animal fuera inteligente, es decir, si ese animal PENSARA. Más allá que el simple instinto de conservación, hemos podido abrir paso a esa hipótesis desafiante de la INTELIGENCIA ANIMAL, como un genérico en el cual aparece incluida la INTELIGENCIA HUMANA; pero, no tardan en llegar quienes preguntan ¿pero hay algo que separa nuestra inteligencia de la inteligencia genérica? Pues bien, ello es cierto, el ser humano es doblemente inteligente y ello es lo que marca la diferencia. LA DOBLE INTELIGENCIA humana es aquella capacidad que poseemos los seres humanos de PENSAR QUE PENSAMOS y de PENSAR LO QUE PENSAMOS, a ello le hemos llamado CONCIENCIA y, para mí, eso sí es diferente, por ahora, a todo lo que hemos visto en el universo en materia de inteligencia. Gracias a estos supuestos resulta asombroso constatar el hecho de que, en estos suburbios de la vía láctea, una de las tantas galaxias que pueblan nuestro asombroso universo (si es que acaso no hay más universos), exista vida, pero es mucho más asombroso que exista vida inteligente (que piensa) y, ni que decir del sobrecogedor acontecimiento de la existencia de vida consciente (vida que piensa que piensa). Vuelto hacia fuera, la búsqueda de vida en el universo distinta a la nuestra nos tiene en tales ascuas que el sólo hecho de sospechar que en Marte posiblemente existió vida bacteriana y que sus fósiles, óigase bien, sus fósiles estén incrustados en un pedazo de piedra marciana que llegó a la tierra por accidente, nos tienen como niños chiquitos con bicicleta nueva.
Vista así las cosas, pensar es un problema vital, existencial y cosmológico de proporciones insospechadas que no podemos menospreciar por el simple hecho de que lo hacemos todos los días y que no es exclusividad de uno sino de millones de seres que habitan la tierra, no sólo el hombre, y vista así las cosas también, ese doble pensar humano que llamamos conciencia es un doble problema vital y cosmológico que debemos tener presente a la hora de entender el problema mayor que estamos tratando en este ensayo, el problema de pensar la historia.
2. El problema de la historia.
Hubo un día en que un grupo de moléculas traviesas se atravesaron ingenuamente para crear el dinamismo de la vida, él cual quedó articulado de tal manera que no sólo generó la vida como un destello en el infinito instante del espacio al que ingenuamente y de manera traviesa hemos llamado universo, sino que también activó el dinamismo interno capaz de perpetuar esa vida en el espacio y en el tiempo, en un aquí y ahora que se ha venido repitiendo por miles de millones de años y miles de millones de veces.
Ese fluir espacio temporal de cosas y sucesos al cual llamamos devenir, vino a ser alterado de manera radical cuando la conciencia irrumpió en su fluir pausado y fiel para alterarlo en una lucha constante entre el deber ser que sueña imprimirle y el ser que se le opone, generando sucesivas síntesis que bien podríamos decir, arbitraria e ingenuamente, que es un ser distinto al ser y un deber ser distinto al deber ser, algo que bien podríamos señalar como un permanente u cambiante estar siendo.
Ese estar siendo inventado por la tensión existente entre la inconsciencia y la conciencia es lo que bien podríamos llamar HISTORIA en sentido genérico. Pero a ese sentido genérico de la historia se le viene a sumar un sentido específico, la HISTORIA en sentido específico, viene a ser ese proceso de toma de conciencia del pasado que los seres conscientes pretenden hacer cuando registran los acontecimientos, personajes, sentidos, explicaciones, contingencias y trascendencias del devenir alterado por ellos, del tiempo y el espacio.
Que asombroso resulta la existencia de vida, de vida que se perpetúa, de vida inteligente, de vida consciente, de vida consciente de su devenir y de su historia.
3. El problema de pensar la historia.
Pero, pensar la historia como fruto no de la inteligencia, sino de la conciencia se ha venido revelando a su vez como un problema multifacético, bien diría el sociólogo francés Edgar Morin: “complejo”.
Pensar la historia es asunto complejo por cuanto ella está afectada por la lógica del poder, bien sea del poder político, cultural, económico, religioso o social. La lógica de pensar la historia desde las estructuras de poder fue denunciada por Marx como una historia ideologizada, es decir, por visiones fragmentadas, parcializadas e interesadas de la historia, pero con pretensiones hegemónicas e impositivas que luchan por imponerse como visiones totalizantes, objetivas y desinteresadas.
Pensar la historia es asunto complejo en cuanto que la verdad histórica está inmersa dentro de la problemática gnoseológica y epistemológica de la Verdad. La Verdad aunque sea absoluta, siempre será expresada de manera relativa por cuanto los observadores están subordinados a las limitaciones naturales de las coordenadas espaciotemporales en las cuales están inmersos. Resumiendo podemos decir que La Verdad (con mayúscula) es absoluta, pero las expresiones de La Verdad son relativas, por eso podemos referirnos a ellas (a las expresiones) como verdades (con minúsculas). ¿Y qué es la verdad? (con minúscula) y ¿qué es La Verdad? (con Mayúscula). A una respondo con claros fines polémicos (como todo lo antes dicho): “La Verdad (la verdad) es la mejor explicación posible de los datos”. Vaya si no es complejo pensar la historia con tales presupuestos, más cuando la objetividad de la historia queda vinculada por naturaleza a la subjetividad del observador, el papel fundamental y fundamentador del observador condicionará la objetividad de la argumentación histórica a los datos que se presenten para sustentar lo que pretende ser la mejor explicación histórica.
La lógica histórica que fluye de lo anterior aumenta la complejidad del pensamiento histórico, una lógica fundada en la contingencia del sujeto, en la fragmentación de los datos, en la evolución permanente de los autores, los textos y los lectores en ese río infinito del estar siendo que caracteriza al SER de la historia y de lo humano. Gracias a esa lógica de la historia, ella se muestra como un producto cultural en permanente construcción. Primero fue una historia tradicional (historia con énfasis en el qué), historia de héroes y hechos aislados, sagrados e incuestionables una vez contados por el oráculo del historiador, luego fue una historia nueva (historia con énfasis en los por qué) que se amplió a lo largo (historia de pueblos, grupos, etc.) y a lo ancho (historia de los sentidos y rumbos de los acontecimientos), ahora a cobrado fuerza una historia que trata de articular lo tradicional y lo nuevo en lo popular (historia desde el reverso, de los ignorados y marginados).
Todo este gotear de complejidades ha llenado los ríos que componen la investigación histórica, gracias a ella la complejidad trata de llegar al mar de La Verdad (el cual no es menos complejo que los ríos que desembocan en él) principalmente a La Verdad de lo específicamente humano de la historia, al tiempo que el mismo proceso investigativo se transforma en un procedimiento pedagógico y humanizante en cuanto que al irse revelando La Verdad de los datos la conciencia tiene la posibilidad de irse tornando crítica frente a las explicaciones pasadas.
La investigación histórica se vuelve a su vez en una herramienta pedagógica en la formación de la conciencia crítica, toda vez que esa articulación entre pensar la historia y repensarla en el proceso investigativo va jalonándola hacia nuevas conclusiones, nuevos enigmas, nuevas anomalías y nuevas crisis que la llevan a la reformulación de su método, de su enfoque, de sus precomprensiones y valores, generando nuevos paradigmas históricos y ellos a su vez vuelven a reproducir el ciclo hasta que llegue a una nueva crisis que lo relance a la construcción un nuevo y revolucionario paradigma.
Esta dinámica histórica de procesos pedagógicos (ciencia normal, crisis, ciencia revolucionaria, ciencia normal...) descrito por Thomas Kuhn[1] es el que ha movido a las ciencias, incluyendo a la ciencia histórica. Gracias a esa dinámica la historia como ciencia ha vivido y sobrevivido a muchos períodos de la humanidad tratando de responder a lo que en esos momentos han sido sus núcleos problémicos generadores. Alfonso Torres Carrillo[2] periodiza esas etapas de la ciencia y la investigación histórica de la siguiente forma:
- Historia Tradicional: Este paradigma histórico dominó el panorama durante mucho tiempo, heredada del siglo XIX también se le conoce como historia anticuaria, historia historizante e historia acontecimental. Para este modelo, “la misión del historiador consistía en establecer, a partir de fuentes escritas, los hechos históricos importantes, y exponerlos en riguroso orden cronológico”[3]. Enmarcado desde un enfoque positivista, la historia tradicional consideraba sólo como histórico, “aquellos acontecimientos individuales, singulares que no se repiten, propios de la alta política, de la diplomacia y de la acción bélica”[4].
- Enfoque Marxista: Este paradigma histórico está diseñado sobre la base marxista del materialismo histórico, de ella se desprenden los demás fundamentos de la denominada historiografía marxista, entre los cuales se destacan los siguientes:
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- La totalidad social histórica: El presupuesto del conocimiento histórico marxista se construye sobre la importancia de una determinada concepción de la sociedad. Luego frente a quienes plantean que no es posible conocer la realidad social en su conjunto se plantea que ellos si es posible si entendemos por totalidad social histórica a la totalidad concreta, es decir, al conjunto estructurado y en permanente cambio y creación[5].
Concebir de esta manera a la sociedad (como totalidad concreta) implica reconocerla en cuanto unidad no caótica (estructurada) y en permanente desarrollo (mutable) dialéctico (cambia gracias a las contradicciones de clase. Los conflictos de clase son el motor de la historia).
Es importante reconocer, que, para este paradigma historiográfico, el “concebir la dinámica histórica como totalidad concreta, no excluye el abordar problemas específicos, siempre y cuando el estudio especializado no pierda de vista el contexto histórico en que se produce”[6].
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- La base material de la historia: El modo de producción y formación económico social. Frente a las visiones idealistas de la historia, Marx siempre reivindicó las formas como las colectividades sociales crean y recrean su vida material como soporte sin el cual no se puede comprender la historia.[7]
- ¿Quién hace la historia? “Los hombres hacen la historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”[8].
- La escuela de los annales: Esta síntesis fragmentada del pensamiento de sus iniciadores dan la pauta para comprender este paradigma histórico francés a través de las siguientes características:
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- La historia es una disciplina científica que tiene por objeto de estudio a las sociedades humanas[9].
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- La historia, como todas las otras disciplinas científicas, debe crear su objeto de investigación[10].
- El historiador debe partir con un proyecto bien definido en la mente, con un problema claro que pretende resolver y con una historia de trabajo a verificar, por ello, sin teoría previa no hay trabajo histórico posible[11].
- Cuestiona la historia objetiva de los positivistas derrumbando la visión acontecimental de los hechos y su limitación al campo militar y político, anteponiendo la historia total[12].
- La versión de seriada de la historia de los annales da prioridad a los datos estadísticos y a sus correlaciones espacio-temporales.
- Historia de las mentalidades: De origen francés este micro-paradigma historiográfico, insertado dentro de la tradición de los annales, ha fijado su campo de acción en los fenómenos y procesos de la psicología colectiva de los grupos sociales en relación con sus sentimientos, representaciones culturales, creencias y valores sociales. Su estudio está enfocado principalmente a reconstruir el utillaje mental propio de los diversos colectivos sociales en una sociedad y en una época determinada[13].
- La historia popular. Este paradigma se origina desde una visión crítica de los paradigmas anteriores, la historia se ha enfocado desde una marcado interés elitista, desde las clases hegemónicas se ha pretendido hacer y se ha contado la historia de las gentes y de los pueblos, por tal razón la “historia popular pretende mostrarse como una mirada de la historia desde las clases subalternas de la sociedad, pretende mirar la historia desde su reverso, desde el lado que nunca nos han contado, o mejor, nunca han dejado contar.
4. El problema pedagógico de la historia pensada en Colombia.
Para concluir este parte, la más importante de este breve ensayo, sólo me resta decir, que en Colombia la historia como generadora de conciencia crítica se ha visto afectada tremendamente por la intolerancia generalizada (política, religiosa, cultural, étnica, racial, etc.) en la que se ha visto envuelta nuestra nación desde sus mismos orígenes, por tal razón y más en esta época de inicio del siglo XXI, la historia debe cumplir una misión profética en el sentido Bíblico del término.
Características del profeta bíblico desde una visión secular:
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- El Profeta anuncia la Buena noticia de que es posible construir una humanidad feliz desde la comunión y la participación fraterna, igualitaria y justa, para ello recuerda momentos en que se ha estado cerca de ese proyecto.
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- El profeta denuncia todo lo que se opone a esa fraternidad humana, para ello recuerda los momentos y las causas en que se ha estado lejos de ese proyecto.
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- El profeta renuncia a todo lo que le impide cumplir adecuadamente su misión, para eso se compromete con La Verdad.
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CONCLUSIÓN
Bien, siguiendo la trayectoria expuesta en los puntos anterior me permito recoger los siguientes elementos fundamentales de dicho proceso:
- El objeto de estudio de la Historia es La Verdad, eso tenemos en común, no sólo con las otras ciencias hermenéuticas y sociales, sino con las ciencias en general. Pero, La Verdad que persigue la Historia es la Verdad Histórica, ello es lo que constituye el objeto propio de esta ciencia que lo va a diferenciar de las otras, incluyendo las sociales. Ese objeto general de la historia se objetiviza a través de su objeto material: los hechos históricos. Diana Bonnet Vélez en su texto de Introducción a la historia nos dice lo siguiente al respecto: “El objeto de la historia es el conocimiento de los procesos en que participan los individuos en calidad de seres sociales, esto es investigar el proceso histórico del pasado, ayudándose de los eventos del presente en los que el historiador puede encontrar explicaciones sobre algunos hechos sucedidos. El hecho histórico es la realidad vivida en el pasado, por oposición a lo imaginario o a lo fantástico. El objeto de la historia estará centrado en el conocimiento del pasado humano. Conocimiento y no investigación ni estudio, ya que lo importante son los resultados conseguidos mediante la investigación.
(...) si afirmamos que los hechos históricos son el objeto de la historia, debemos recordar que estos hechos son producto de las relaciones existentes entre los individuos en el seno de la sociedad. El sujeto y el objeto en las ciencias sociales pertenecen a la misma categoría y existe entre ambos una interacción”[14].
- Aunque el objeto específico de la historia[15] y el objeto material[16] son suficientes para marcar diferencias substanciales en lo que respecta al objeto formal[17] de la misma frente a las otras ciencias sociales es importante aclarar que tales diferencias no significan un sentido excluyente de diferenciación, sino más bien complementario, la historia se asocia con la economía, con la psicología social, con la sociología e incluso con la teología en su proyección histórica y social para dar paso a una unidad de saberes en la diversidad epistemológica. Pero por ningún motivo podemos permitir que la historia pierda la identidad descrita en este ensayo, bien lo dice Diana Bonnet y con esto concluimos, de paso sea dicho, señalo con esto que no comparto la visión sectaria de Braudel que identifica unidad con uniformidad[18] y esto explica en parte por qué:
“Al sustentarse en los conocimientos que le brindan la geografía, la sociología, la antropología, la ciencia política y la economía, ha logrado avances en los últimos años extendiendo sus preocupaciones y ampliando su marco de acción hacia problemáticas que desconocía la historia tradicional. Es importante determinar hasta dónde va la ayuda que le brindan estas ciencias sociales, con el fin de no caer en el extremo que nos puedan llevar a pensar que la historia no es nada sin el apoyo de éstas.
Sirviéndose de éstas como herramientas como herramientas de trabajo, o como materias primas para la elaboración de su encargo, el historiador logrará una labor más completa y seria que le permitirá un análisis más confiable de los hechos”[19].
[1] KUHN, Thomas. Estructuras de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica. México. 1986.
[2] TORRES, Alfonso. Iniciación a la investigación histórica. USTA, Bogotá. 1993.
[3] Op. Cit. P. 63.
[4] Ibíd.
[5] Cf.. KOSIK, Karol, Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, Barcelona, 1980. Citado por TORRES, Alfonso. Op. Cit. P. 70.
[6] Op. Cit. P. 71.
[7] Cf.. Op. Cit. P. 72.
[8] MARX, Carlos, El sujeto de la historia, Alianza, Madrid, P. 14. Citado por TORRES, Alfonso. Op. Cit. P. 80.
[9] Ver: TORRES, Alfonso, Op. Cit. P. 93.
[10] Ibíd.
[11] Ibid.
[12] Op. Cit. P. 94.
[13] Op. Cit. Ps. 100 – 101.
[14] 1998. P. 41.
[15] La Verdad Histórica
[16] Los hechos históricos.
[17] La forma con la historia estudia su objeto material.
[18] “Las ciencias humanas, por poco que se participe en su marcha, llaman la atención en una primera aproximación no por su unidad, difícil de formular y de promover, sino más bien por su diversidad fundamental, antigua, afirmada, estructural en suma. Cada una de ellas es ante todo ella misma, con sus criterios estrechos; y se presenta como una patria y un lenguaje diferentes, y también – lo que es menos justificable – como una carrera específica, con sus reglas y sus cerramientos, con sus tópicos, irreductibles unos a otros”. Braudel, citado por Diana Bonnet. 1998. P. 31.
[19] Op. Cit. Ps. 30 – 31.