Dedíquense a eso que aman. No importa qué edad tengan. Obsesiónense, que se vuelva compulsivo. Permitan que esa pasión les atraviese el pecho, permítanse sentir el corazón latiendo a mil por hora, emociónense, conmuévanse, respiren por esa pasión, nútranse de ella.
Rodéense de los mejores y eliminen los pensamientos y sentimientos de envidia (si los llegan a sentir). La envidia corrompe el alma y nos mantiene frustrados, así que en vez de eso llénense de admiración por quienes han llegado lejos y aprendan de ellos: imítenlos, pregúntenles sin temor cómo lo hicieron y miren cómo pueden perfeccionar sus técnicas para replicarlas. Los que han triunfado nos allanan el camino.
No teman en invertir para desarrollar su zona de excelencia. La maestría se logra con la práctica y el esfuerzo, y esas habilidades junto con inteligencia social, nos ayudan a destruir nuestras creencias autolimitantes y a abrirnos puertas que creíamos cerradas.
¡Trátense bien! Trátense con cariño. Dejen de autolimitarse. Nada de decirse a sí mismos brutos, idiotas, tontos. Aunque parezca insignificante, no saben de veras cuánto ayuda esto a reprogramarnos internamente para desarrollar nuestro potencial.
Desarrollen su habilidad, equivóquense, creen, vuelvan a equivocarse, intenten otra vez hasta que les salga. Lleven una bitácora sobre su proceso de transformación, reconózcanse, saquen su carácter, dejen de temer, crean en ustedes mismos, alaben sus creaciones porque son producto de su esfuerzo, del tiempo invertido. Cada creación es un parto, y nos han enseñado que a los hijos debemos amarles SIEMPRE.
Escuchen a los que les dicen: “tú no puedes” para responderles mirándolos fijamente a los ojos y con seguridad: “mira como lo hago, mira qué bien me sale y siéntate por favor, a aplaudir mis triunfos”. Sigan creyendo y forjando el camino de aquello que anhelan. Busquen musas, inspiraciones, agradezcan cada oportunidad de aprender, agradezcan a las personas que se cruzan en su camino y que aportan algo de valor a su vida.
Permítanse ser los arquitectos de su vida, dense la libertad de sentir que el día debiera tener más horas y que no les alcanza para crear y hacer. Aprovechen cada minuto, lean antes de la clase, vayan el kilómetro más, entréguenle la carta a García, no se avergüencen cuando otros reconozcan sus logros, pero tampoco se vuelvan arrogantes, inspiren a otros, sean guías, compañeros de viaje, sepan llegar y sepan permanecer… Ah, y si no van a ayudar, mejor no estorben. ¡Es clave!
Si van a hacer algo, háganlo bien hecho o mejor no lo hagan. Aprendan a decir NO, aprendan a priorizarse y a poner límites... a veces les odiarán por ello, pero los límites son necesarios y TODOS los necesitamos.
Cuiden su cuerpo: es el medio de transporte que nos lleva a donde queramos. Agua, alimentación balanceada, ejercicio regular y buen descanso siempre serán una buena fórmula.
No dejen de sonreír, y si les cuesta, finjan en el espejo y practiquen la sonrisa. Fínjanla hasta que les salga de manera natural. La sonrisa abre puertas insospechadas y desarma corazas. Una sonrisa le puede componer el día a quien menos se imaginan.
No pierdan la oportunidad de quedarse callados (se los dice alguien que tenía que decir TODO lo que pensaba sin filtro), pero el tiempo me ha enseñado que hay que pasar por la vida de la gente como si fuera un jardín, cuidando las flores y la grama. A la gente hay que regarla como se riegan las plantas. Crítica sí, pero constructiva: hemos sido demasiado víctimas y victimarios de esa crítica que destruye, y eso no hace más que lacerar la autoestima y el autoconcepto de otros. Y sin autoestima y autoconcepto nos autolimitamos y nos programamos para el fracaso.
Ayudemos a ser abono de otros. Si ayudamos a florecer, también tendremos buenas semillas para intercambiar y nutrir nuestro jardín.
Reconozcamos la perfección, la belleza y las cualidades de otros. A veces desconocemos que hay gente a la que le hace falta saber que tiene atributos o cualidades que otros admiran. Y eso los enriquece y eleva su vibra.
Mediten cómo fue su día, sean autocríticos, autocorríjanse, procuren una ética y moral elevadas, traten de ser coherentes en pensamiento, palabra y acción: no es fácil, pero siendo conscientes de nosotros mismos, podemos lograrlo.
No se olviden de devolver favores, de pagar sus deudas, de dar y de colaborar también, siempre que puedan, sin esperar nada a cambio. La vida se encarga de compensarnos TODO.
Si te comprometes a algo, cúmplelo. Si comienzas algo termínalo (es satisfactorio).
Auto conócete y autogobiérnate, es quizá de los procesos más difíciles, pero no es imposible. Nosce te Ipsum, reza el aforismo griego inscrito en el templo de Apolo en Delfos: pues indagar sobre nosotros mismos nos ayuda a gestionar nuestra existencia, emociones y pasiones. Buscar profundamente en nuestra esencia es el punto de partida para comprender el mundo y movernos en él.
No pierdan la capacidad de admirarse ante lo que nos parece cotidiano y hasta insignificante: una flor, un perro, un árbol, la mirada de una gatita. Nos enseña que lo maravilloso está en los detalles pequeños que a veces obviamos.
Honren a sus padres. No son perfectos. No vinieron con manual. Nos dieron lo que nos dieron con las herramientas que tenían. Agradézcanles sobre todo en vida, ya después de muertos, las lamentaciones no sirven de NADA.
Y si creen en Dios, como yo, no lo olviden. No por mencionarle casi al final, significa que sea menos importante. Él es la fuerza de la creación y si nosotros estamos hechos a su imagen y semejanza, tenemos el poder de crear, de hacer realidad lo que nos propongamos, pero debemos esforzarnos y ser valientes, (Mateo 24:33). Pidan y se les dará, toquen y se les abrirá (Mateo 7:7). Y todo aquello que hagas, hazlo como para Dios y no como para los hombres (Colosenses 3:23)
Con mucho cariño quiero agradecer a Álvaro Luna Romero, mi profe de español quien me enseñó desde temprano a jugar con las palabras y a mis profes de cocina en la Institución Superior Mariano Moreno: los Chefs Milton Duque Serna y Jhon Milton Bocanegra, quienes con su cátedra están siendo inspiración en este camino de aprendiz de cocinera, pues con sus conocimientos, su maestría y experiencia alimentan mis ganas de aprender a dominar el fuego y a descubrir cada vez más que mi límite es el cielo.
Adenda: Los maestros tienen el super poder de inspirar. Y cuando hay un estudiante inspirado, cambia uno y uno comienza a cambiar el mundo.