La ausencia de autoridad que afronta Cartagena la ha convertido en una ciudad hostil, peligrosa, abandonada y empobrecida. Todo esto ha ocurrido a la luz del día y ante la mirada atónita de quienes vivimos y sufrimos los hechos de violencia y corrupción que azotan a nuestra querida ciudad.
El 29 de octubre acudiremos a las urnas para escoger el próximo alcalde, a quien entregaremos el poder soberano para que durante los próximos cuatro años dirija el destino de Cartagena.
El nuevo alcalde debe afrontar la crisis que generó la ingobernabilidad y la irresponsabilidad del alcalde saliente: «el tractor», como él se autodenomina, quien ha sido considerado para muchos como el peor alcalde de la historia de Cartagena.
Quien sea elegido no solo deberá asumir el mando del Distrito Turístico y Cultural más importante de Colombia, si no que tiene que librar una batalla contra la inseguridad, el sicariato, la pobreza, el desempleo, la miseria, la movilidad, las calles en mal estado, la recuperación de espacios y zonas de bajamar ocupadas de manera irregular e ilegal, reestablecer la confianza en la Administración e imponer la moralidad administrativa que difícilmente está presente en las entidades adscritas a la gestión pública, entre otras males, así como la recuperación del Centro Histórico, la prevención de la prostitución infantil, la indigencia y la mala prestación de servicios públicos domiciliarios.
No la tiene fácil quien salga elegido alcalde este 29 de octubre. Por eso es nuestro deber, compromiso y obligación hacer un análisis de cada uno de los candidatos y candidatas en contienda para no volver a equivocarnos, como me pasó hace cuatro años, que me dejé convencer de un discurso populista anticorrupción y con mi voto colaboré a construir la tragedia que hoy vive la ciudad, de lo cual estoy totalmente arrepentido.
A pesar de haberme confesado y cumplir con la penitencia impuesta, me arrepiento de haber votado por quien prometía salvar a Cartagena, quien demostró que no tenía la capacidad ni la experiencia para hacerlo.
Lo único que me alivia el remordimiento es que en esa oportunidad voté por el menos malo; creí que no había algo mejor para elegir, prometiéndome que esto jamás volvería a ocurrir.
Pasar cuatro años soportando a semejante personaje se convirtió en una enseñanza, quedando demostrado que un aspirante a gobernar debe ser una persona con trayectoria, con experiencia, con capacidad, con liderazgo y con carácter. Que no podemos jamás volver a elegir a un desconocido o un inexperto.
Cartagena merece salir del lamentable y crítico estado en que se encuentra. Como electores somos los principales actores del futuro de nuestra ciudad. Para este domingo 29 de octubre pidamos sabiduría al creador del universo para elegir al más preparado de los candidatos para gobernar.
Quien sea elegido para afrontar los problemas de la ciudad, además de ser un dirigente responsable y comprometido, debe ser una persona con principios, con temor a Dios, dispuesto a sacar con el apoyo de todos a nuestra querida Cartagena del lamentable estado en que se encuentra.
Pidamos a Dios que nos ponga un alcalde comprometido con el progreso que es lo que la ciudad necesita