LA CULTURA DEL TODO LES HIEDE, NADA LES HUELE


Sea de derecha o de izquierda; o de rojo, de amarillo o de azul siempre se verán los pros y los contras; habrá críticas con o sin fundamentos porque sí o porque no. En fin, habrá contradicciones. Esa es la ley de la vida: una de cal y otras de arenas. Pero ensañarse contra unas mujeres en un sitio público como el Estadio Metropolitano de Barranquilla es la bajeza más ruin y despreciable que se pueda haber imaginado y manifestado en unos seres que se dicen racionales y demócratas. Veo bien que se le exija con fundamentos bien sustentados al presidente, porque no se está de acuerdo con sus propuestas de reformas o que se esté en contra de él por su pasado o por ser supuestamente prepotente. Pero, señores ¿Es de seres racionales y civilizado lo que hicieron con una joven de escaso quince años, les parece loable por mucho que seas enemigo ideológico del presidente? No y mil veces NO. Esto es algo deleznable como asesinar a una mujer por su género. Según mi percepción, parece que todo fue orquestado con antelación para demostrar que no se está de acuerdo con las reformas y que el país está en el desbarrancadero, que ellos son los únicos que pueden gobernar. Tal vez se hubiese aceptado más si la persona del presidente hubiera llegado. Sin embargo, creo que unas cuantas personas en una tribuna elitizada no son la mayoría del pueblo ni tampoco representan el sentir de quienes apoyaron y apoyan al presidente de los colombianos.

Hoy, llorar como plañideras y criticar con rebuznos, alaridos y gritos destemplados, porque se le dio la oportunidad a alguien de un partido político diferente a los tradicionales, con un pensamiento y una visión diferentes para administrar el país, es una cultura de odio y bajeza acrecentado por unos medios que contribuyen a la polarización en uno de los países más violento del planeta.

Llorar y criticar todo lo que se presente para intentar restructurar lo que no ha servido para el beneficio de un pueblo sufrido, que no ha tenido la oportunidad de mejorar su educación, su salud, su sistema de pensión y seguir como siempre ha sido durante cincuenta años o más, con engaños y pañitos de agua tibia y seguir en las mismas, es lo que desean quienes se dicen defender a Colombia de las garras del socialismo. Pues, esa costumbre de succionar y desangrar el erario de unas cuantas familias de “Bien”, porque las demás son unos “Vagos”, es la única forma de gobernar y mantener el Establecimiento y así seguir mancillando la condición humana y la inteligencia del resto de la población colombiana. Quizás esa forma de gobernar es la que desean quienes se desgañitaban en esa tribuna; pero no estaban aquellos que trabajan, y se ganan un salario de hambre y con la salud asesina del ibuprofeno y del véngase en tres meses para darle la cita con el especialista. No, allí no estaba ese pueblo, estaban las focas que aplauden servilmente a quienes los subyugan y explotan ofreciéndoles puestos burocráticos para que sigan manteniendo un sistema podrido y enfermo que merece sanarse para bien de la nación.

Se ha visto tanto en las calles, y en esta oportunidad en el estadio, también en el congreso que no hay argumentos, sólo gritos de resentimientos. Lo más extraño es que en este último, donde debería existir la sindéresis y la argumentación equilibrada como personas mínimamente civilizadas, hay una caterva de pusilánimes enemigos de una mejor sociedad, creyéndose que aún estamos en la edad Media donde la ignorancia era lo normal y que todo era inalterable y debían cumplir los designios de un dios omnisciente y omnipotente. Como diría el escritor Héctor Rojas Herazo “el hombre en la actualidad no habla: muge”. Es decir, eso es lo que hacen algunos de nuestros eminentes senadores, representantes y muchos descriteriados en el congreso de la república y las calles, mugen y rumian su bilis y odios porque no están en el poder y sienten que la estantería se les viene abajo.

Hoy más que nunca creo que no se puede erradicar una enfermedad endémica que pareciera que llevamos arraigada en nuestro ADN con la aplicación de una nueva medicina; los pacientes se han acostumbrado a sucedáneos que solo alivian, pero después regresa el dolor. Es de estúpidos pensar que en menos de unos cuantos meses se vaya a reparar un daño que durante más de doscientos años se sufre en nuestra nación. Pero estoy seguro que hay que dar pasos firmes y demostrar que podemos tener un país con mejores leyes donde impere la justicia.

Sé que no se puede olvidar que tenemos derechos y deberes, así lo consagra nuestra Constitución Nacional en su artículo 40: “Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político”. Todos. Sin embargo, el odio, el amor a la guerra, el negacionismo de que nada se puede cambiar y las lamentaciones por haber perdido su poder hegemónico, detentado por muchos años sin mirar el búmeran que se les venía, los tiene desequilibrados e irracionales. Están desquiciados y creen que son los únicos que pueden administrar el Estado para seguir  perennemente viviendo del erario.

Ahora bien, pareciera que se estuviera viviendo un bizantino debate donde los defensores del hegemónico poder, defensores del status quo, aferradas a su nefasto y aciago pasado de sangre y muertes, intentan contestar con truculencia, virulencia y odio lo que no pueden defender con argumentos. Se les olvida que la democracia, sin importar raza, ideología o credo, como la pregonan ellos mismos, es para que cualquier vertiente o partido político  después de disputarse limpiamente en las urnas la administración del país, también tenga la oportunidad de gobernar con una oposición sesuda y equilibrada, no una oposición venenosa, rastrera y sin ideas .  Sin embargo, como decían nuestros venerados abuelos y abuelas por aquellas pretéritas calendas, teniendo la virtud de emplear la filosofía popular para explicar la realidad y valiéndose de adagios, dichos y refranes del libro abierto de la vida con páginas llenas de sangre, otras de odio al semejante, pero muchas otras llenas de Esperanza y amor por la vida, de que ahora  a la oposición “todo les hiede y nada les huele”, haciendo alusión a la forma de no aceptar a una persona que no salió de sus entrañas ni de su clase social y porque no es de su agrado, están en desacuerdo con todo aquello que intente reformar, pues ven en ellas determinaciones lesivas a sus protervos intereses. Eso es lo que sucede con estas viudas montoneras y ávidas del poder.

 

En fin, se dice en la Constitución Política de nuestra nación que todos los ciudadanos pueden aspirar a funciones pública, sin embargo, pareciera que los únicos que están en capacidad de gobernarla son los que hegemónicamente han detentado el poder durante años. No se han cansado de chupar cual parásitos el erario de la nación, y ven en el actual presidente al enemigo destructor de Colombia o al demonio al hay que exorcizar y desaparecer a todos los contradictores. Estoy seguro que a la oposición le falta altura para contradecir y contrarrestar las propuestas del gobierno; deberían estar preparándose mejor para demostrar que merecen volver al poder para gobernar a una nación de nuevas generaciones. Estas generaciones que no tragarán entero y que se preparan para dejar a un lado el analfabetismo funcional y la estupidez de seguir creyendo en quienes ahora se creen con el poder de seguir vociferando de que son sus defensores. Estas generaciones salieron de la minoría de edad, porque aprendieron a discernir entre lo que sirve y lo que les perjudica.

 


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