El rey del trabalenguas, Eliseo Herrera:
en una mecedora, recuerda sus historias y canta sus canciones
Por René Arrieta Pérez
Eliseo Herrera es uno de los cantantes más representativos de la música folclórica colombiana. Integra Los corraleros de Majagual, preminente agrupación del país, que por muchos años ejerció como embajadora de nuestra cultura en el exterior, mostrando al mundo las sonoridades del Caribe, la creación musical, y la alegría como elemento fundamental para la recreación de la sociedad.
Tuvo desde niño un don muy particular para el manejo de los trabalenguas, lo que le sirve como soporte de gran parte de sus composiciones, que se convierten en piezas musicales atractivas y populares, por lo que fue bautizado como “el rey de los trabalenguas”.
Nació en Cartagena de Indias el 14 de junio de 1925 y murió el 5 de marzo de 2016 en la misma ciudad que lo vio nacer.
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La visita a Eliseo Herrera, en su casa, en el barrio Papayal, fue en el año 2015. El periodista, ya en el sitio, pregunta sobre la residencia del maestro Eliseo.
–Está allá, más adelante, a unas dos cuadras en esta calle –dice un residente, y agrega– allá pregunta y le dicen con exactitud. En efecto, en las proximidades de su casa, a la respuesta de esa pregunta, alguien señala: “esa es la casa”. El periodista se acerca, saluda e indaga por Eliseo, manifiesta la intención de preparar una nota para radio y prensa. Omar, un nieto de Eliseo es quien justamente atiende al reportero. Se agrada por ese interés y lo invita a entrar a casa. Inmediatamente prepara el ambiente. Le comunica a su abuelo que un periodista quiere verlo y dispone sentarlo en una mecedora. Después de los saludos, las presentaciones, y de disfrutar de la alegría del instante, se inicia el diálogo.
– Qué recuerdos de infancia tiene, maestro.
– Mi mamá, Eufrosina Junco, era de la Boquilla, ella hablaba en jerigonza, y cantaba también así, y de allí fue que me vino el manejo de los trabalenguas. A mi casa iba siempre un señor con su guitarra, Rafael Cubas Tatis. Un guitarrista, muy bueno, amigo de mi mamá. Él tocaba la guitarra y yo le cantaba. Y le gustaba eso.
– El trabalenguas suyo que más recuerda.
– La matica de mafafa.
Canta:
Josefa estaba sembrando, su matica de mafafa / Y yo la estaba observando, por debajo de las gafas / Josefa que linda tiene, su matica de mafafa / Josefitajosefitalamiréconlasgafitasjosefitalamafafalamirabaconlasgafas…
– ¿Su primera canción?
–Una de las primeras, La matica de mafafa –dice–. Después la otra fue La burrita. Canta:
Ves coge el sillón, y pónselo a la burrita.
(Tose).
Ves coge el machete, y mételo en su vainita / Ve que va a llové, y el camino es culebrero / Pero como me voy, yo me pongo mi sombrero.
Dice:
– Usted oyó eso, ¿no?
Sigue cantando:
Me pongo mi sombrero, me pongo mi sombrero…
Y después canta La manzana:
Manzana dulce fue la que le dio Eva a Adán / La que le dio Eva a Adán, la que le dio Eva a Adán / Por la manzana es que estoy luchando el pan / Estoy luchando el pan, estoy luchando el pan / Cipote de manzana fue la que le dio Eva a Adán / La que le dio Eva a Adán, la que le dio Eva a Adán / La que le dio Eva a Adán, la que le dio Eva a Adán…
– Maestro, usted dijo en una de sus canciones que tenía una varita con dos poderes. Uno para conseguir dinero y otro para conseguir mujeres, ¿qué tanto lo uno y qué tanto lo otro le dio esa varita?
(Ríen sus hijos y nietos). Él también ríe, y dice: … “La varita”.
Canta:
Yo tengo una varita, que tiene dos poderes / Una pa’ conseguí la plata / La otra, pa’ conseguí mujeres…
– Tres mujeres conseguí –afirma–. ¿Dinero?, no me acuerdo.
(Ríen).
– ¿Mucho o poco dinero, o mucho y lo despilfarró?
– Me lo gasté, y otro que lo llevé al banco, está guardao.
Dice un nieto:
– Ñerda, esta vaina está bacana, y ríe.
Continúa Eliseo: …Como trabajé en El Terminal y estoy pensionao, el dinero me lo pagan en Bancolombia.
– Maestro, ¿la gente le descifraba sus trabalenguas o se quedaba con la perplejidad, sin entenderlos?
– A la gente les gusta… Todavía, lo mismo, se quedan perplejos.
Canta La Adivinanza:
A que no adivinan, este trabalenguas / Clarito lo digo, ay quién me adivina / Upusipijaparipiripiyopomepemepeyopomapamepepapalapa… / (Más rápido): mepemepeyopolaparopopapa. (Aún más rápido): ripiyasipipiyamepemepeyopolaparopopapa…
Reímos todos a carcajadas.
– Usted decía que ha sido dicharachero, pero que nunca ha sido embustero, decía la verdad, pero a gran velocidad, ¿cierto?
– Claro.
Canta:
Me dicen dicharachero, ay yo no sé por qué será / Yo nunca he sido embustero, siempre he dicho la verdad / (Rápido): Hayundichoquemehandichoyonohedichoperoyonohedichoeldichoquemehandicho…
– Uno de sus grandes éxitos con Los corraleros de Majagual es Tres puntá, a propósito de ese grito parrandero que usted enuncia en su canción, cómo fue su vida de parranda, ¿feliz, dichosa, o le trajo algunos inconvenientes?
Canta:
– Yo si voy a la cumbiamba, con mis tres puntás…
Suena el tambor que percute un nieto.
… Ay yo sé que bailo bonito, con mis tres puntás.
– ¿Cómo vivió esa vida de parrandero? –insiste el periodista–.
– La viví bien, muy simpática. Me iba bien. Me fue bien en Barranquilla, me fue bien en Panamá, me fue bien en Venezuela… Bastante bien. Me fue bien en Estados Unidos. No parrandeaba con tragos, era una parranda sana.
– Usted era el más brincón, el más bailón de Los corraleros, eso ¿por ser cartagenero?
– Sí, sí, claro. Yo bailaba con los compañeros… Cuando estábamos bailando era un show, uff. Luego vi varios programas de esos en televisión, en donde cantábamos, y bailamos. Miraba los pases y nos reíamos.
– En su canción Debajo de la bonga dice que la bonga es para reposar…
Canta:
Yo me quedo aquí, debajo de la bonga / Porque la bonga es para reposar / Sabroso, fresquecito que sopla / Es que la bonga es para descansar / Eueueu / Debajo de la bonga es para descansar / Auauau / Debajo de la bonga, porque la bonga es para reposar.
– ¿Cuáles son los recuerdos que tiene usted debajo de la bonga?
– Que estábamos parrandeando en una casa allá arriba, en la Piedra de Bolívar, allí estábamos, yo con una guitarra y mis amigos con una trompeta, una pandereta cantándole a una familia. Disfrutamos y bailamos… Cuando ya terminamos, nos fuimos. Arrancamos… Ra, ra, ra. Nos disponíamos a coger un bus, pero por donde estábamos no pasaba el bus, y había un quiosco con un árbol grande, frondoso. Una bonga. Entonces yo les dije: bueno, muchachos, ustedes se van, yo me quedo aquí, porque el hermano mío vive casi al frente. Yo me quedo aquí, debajo de la bonga. Y se me ocurrió.
Canta:
… Yo me quedo aquí, debajo de la bonga / Sabroso, fresquecito, que sopla aquí en la bonga / Porque la bonga es para reposar / Y como se menea la rama de la bonga.
Me quedé allí, debajo de la bonga, descansando y componiendo la canción. Después la grabé.
Recuerda, y acota:
– Yo grababa con Toño Fuentes. Toño fue muy amigo mío –buena persona conmigo, me apreciaba mucho Toño–.
– Del tingo al tango, ¿qué me dice de esa canción?
Canta:
Tingo, tingo, que tingo al tango / Tingo, tingo, del tingo al tango / Tingo, tingo, del tingo al tango.
–Bailábamos música folclórica, porque mi mujer es muy bailarina. Bastante. Ella bailaba merengue, mapalés, cumbias, y después pasábamos a bailar hasta tangos…
– ¿Recuerda la canción El gallinazo?
Canta Eliseo. Suena el tambor:
Vuela, vuela, vuela gallinazo / Gallinacito picá y picá / Pica, pica, pica gallinazo.
Gallinacito picá y picá (coro). Que canta el hijo.
–Los gallinazos bajaban a los patios de la casa, picaban en el suelo y comían. Yo componía temas sobre los animales: el puerco, la burrita. Y también el gallinazo –dice Eliseo–.
A pesar de que íbamos repasando sus canciones, en su mente persiste la música de La burrita, que ya antes cantó. La canta nuevamente, y cuenta la historia de la canción:
Recoge el sillón y pónselo a la burrita.
…Una vez que estaba donde mi hermano. Allá había una burrita que la prestaban para hacer mandaos.
Dice el hijo: “esa fue la novia de él”. Todos ríen. Eliseo dice: no, novia no, uno andaba en ella para hacer mandaos y diligencias.
Continúa.
Se presentaba cualquier cosa y pedía uno la burrita para salir en ella. Entonces, yo estaba donde mi hermano, allá frente a la bonga, y mandé a un muchacho que estaba allí…
Ahora, empieza a tararear.
Canta:
…Ve coge el sillón, y pónselo a la burrita / Ve, coge el machete, y mételo en su vainita / Mételo en su vainita… / Ve que va a llové y el camino es culebrero / El camino es culebrero, el camino es culebrero / Pero como me voy, yo me pongo mi sombrero…
– Tiene un nuevo disco, una canción que va a publicar, Cartagena, ¿cómo dice? –pregunta el reportero–.
Él canta, y suena el tambor:
Cartagena, ciudad amurallada / Vestigios de muelles que rememoran / De un pasado sangriento que atesora / La libertad de una patria consagrada / ¡Uy, Cartagena!, tú eres Calamarí / Calamarí, Calamarí (coro) / Aya yay, Cartagena, tú eres Calamarí / Calamarí, Calamarí (coro) / Eres mar, eres luz y hermosura / Remota antigüedad hay en tus hombros / Y recogen un tanto los escombros / En batallas tus historias aún perduran / ¡Uff, Cartagena!, tú eres Calamarí / Calamarí, Calamarí (coro) / Como un faro te yergues imponente / Y contemplas el mar que con bravura / recogen tus playas con premura. / Arena y caracoles relucientes / ¡Uff, Cartagena!, tú eres Calamarí / Calamarí, Calamarí (coro) / En el puente Chambacú hay una estatua / Es la estatua de la India Catalina. / India Catalina, tú eres Calamarí / Calamarí, Calamarí. (coro).
Para de cantar, comenta y señala corta y vagamente: “Había una muchacha que ella era la India Catalina”. Inmediatamente recuerda una jerigonza de la que salen sus trabalenguas y la entona:
Quetisaquiquisequimequi...
No deja de hablar. Sigue:
Un día una vecina mía… Fui a su casa. Entré por el patio, le decían ‘La cacica’… Había un problema entre sus hijas. Una de ellas necesitaba ir al baño, la hermana ya estaba en el baño, bañándose, y ella le dice: “Cristi, mija, sal que voy pa’ el baño”. Respondió Cristina: “No, yo no puedo salir ahora, yo tengo que bañarme bien”.
– No, no, sal. Acá en otra parte te bañas.
– Ahora que me estoy bañando me vas a sacar.
Y comenzó una pelea entre las dos hermanas.
– ¡Carajo, pero tú no eres así! –dijo Catalina, la que necesitaba entrar al baño–. Se te ha puesto esa lengua viperina, tienes una lengua larga que pareces una culebra cascabel.
Por eso yo compuse:
A Cristina le dicen: culebra cascabel / La gente de la esquina / Culebra cascabel, culebra cascabel / Su hermana Catalina: culebra cascabel / Culebra cascabel, culebra cascabel / Yo no quiero decirle: / Culebra cascabel, culebra cascabel / Por eso no le digo: / Culebra cascabel, culebra cascabel.
Los muchachos de la esquina se enteraron y comenzaron a decirle culebra cascabel. “La culebra cascabel”, “la culebra cascabel”.
Termina de contar la historia.
El maestro Eliseo, está perdiendo la memoria, y confunde situaciones del pasado. Dice que conoció a su amigo Lisandro Meza en Colpuertos. Su hijo le dice que fue en Los corraleros, y él se empecina que en Colpuertos.
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