No es utópico, es posible


Uno de los elementos más importantes que componen la ciudad, junto con sus habitantes, es el territorio. El territorio como ese espacio que debe estar concebido y gestionado por todos y para todos, un todos que es inmenso: los lugareños, los foráneos, los niños, las mujeres, los jóvenes, los ancianos, los que tienen limitaciones físicas, los deportistas, los artistas, los solitarios, las familias, los trabajadores sexuales, los vendedores, los habitantes de calle, los fumadores, los parranderos, en fin… Todo lo que somos,  y como queremos estar,  concebido en el espacio. 

Constituye una utopía, al decir de varios estudiosos, pensar que el espacio público pueda ser una zona apacible que no refleje las relaciones de poder que existen en la sociedad, siendo recurrente la discusión sobre los usos apropiados que impidan la exclusión de ciertos actores, ya que la vida urbana no es fácilmente programable. 

Lefebvre (1974) afirmaba que el carácter social del espacio, en el que confluyen diferentes fuerzas, “es (…) un medio de producción, un medio de control y, en consecuencia, de dominación y de poder, pero que escapa parcialmente, en tanto que tal, a los que se sirven de él”, lo que genera diversos choques de dominación y resistencia 

La Corte Constitucional con relación al artículo 82, destaca la importancia de este derecho colectivo, en cuanto a que  “la defensa del espacio público contribuye a garantizar la existencia de un escenario de convivencia libre que acerca a todos los habitantes de una ciudad en condiciones de igualdad” (Sentencia C-265/02, 2002); y ha sido constante su postura de exhorto a los alcaldes a la formulación de instrumentos de gestión territorial y políticas públicas que busquen la recuperación del espacio público y garanticen su goce efectivo de todos los ciudadanos.

Es este contexto, no es un tema de fácil tratamiento, debido a que siendo necesarias las competencias técnicas en su planificación y organización; es indispensable estudiar las dinámicas sociales prexistentes para hacer el viraje a la regulación, intervención, mutación o resignificación no solo del componente físico, sino de las actuaciones ciudadanas construidas en torno a él. 

Es claro, entonces, que el espacio público es mucho más que el equipamiento urbano, constituyendo un sistema geoespacial y humanista que ha de privilegiar a lo vivo y, con ello, a la vida; en donde, seres humanos y seres no humanos tengan primeros lugares en su concepción, buscando lograr un sano equilibrio entre lo físico, lo emocional y lo mental.

Es demandante entonces, la necesidad de políticas públicas claras sobre el manejo del espacio público en Cartagena que incluyan no solo nuestras dinámicas espaciales, sino las modernas formas de urbanización, generando desde la autoridad distrital la posibilidad de construcción de equipamiento urbano que permita el encuentro y el desarrollo de aspiraciones ciudadanas,  con beneficios tributarios a quienes construyan parqueaderos en los barrios; urbanizadores que conciban amplias zonas verdes y asociaciones público privadas que embellezcan, cuiden y restauren el espacio público que privilegie la vida. No es utópico; debemos pensar que es posible. 

Elfa Luz Mejía Mercado

labculturaciudadana@unicartagena.edu.co