A Dios le debo el milagro de la vida, a mis padres el cuidado y el cariño, y a mis profesores parte del conocimiento. Fue de los maestros con quienes aprendí a leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir. En épocas difíciles para mis padres, dejé el colegio privado para realizar mi formación en un colegio público, con carencias y dificultades económicas, pero con profesores dispuestos a darlo todo para que sus alumnos aprendieran. La noble tarea de enseñar el conocimiento a hijos ajenos es digna de admiración y respeto.
Con preocupación y dolor de alumno, observo que el gobierno está poniendo en riesgo la salud de los maestros colombianos. Los encargados de garantizar la puesta en marcha del modelo de salud de los maestros del país, Fiduprevisora y el Fondo Nacional de Prestaciones Sociales del Magisterio (Fomag), han demostrado su incapacidad y falta de preparación para cumplir los requerimientos que los profesores y sus beneficiarios necesitan. Esta situación pone en riesgo la salud y la vida de quienes se dedican a combatir la ignorancia y la violencia desde las aulas de clase con la educación y los libros. Que ningún maestro muera por falta de atención es el clamor de mi plegaria, y que la crisis de atención a los servicios de salud del magisterio sea superada en el menor tiempo posible.
Quiero agregar a este escrito de opinión la canción “Los maestros” del compositor Hernando Marín Lacouture, como homenaje a tan noble labor a la cual debo parte del conocimiento que me ha acompañado durante mi vida:
“Hay personas que en la vida no saben agradecer
Y les dan ese valor que en realidad se merecen
Y es aquel montón de hombres y mujeres
Que lucha incansablemente pa' educar la humanidad
El maestro va a la escuela diariamente
No le importa que critiquen su aguerrida voluntad
Y hay que aplaudir a esa gente tan valiente
Que tienen tan mala suerte
Que ni les quieren pagar
El maestro va a la escuela a llevar la educación
Que ningún padre a su hijo le puede enseñar en la casa
Porque sabe que en la escuela lo reemplaza
Esa gente tan valiente y de tan noble corazón
Porque llevan en la sangre en forma innata
Ese don tan intachable
Que es el ejemplo de Dios
Y nosotros tenemos tan mala el alma
Que no le damos las gracias al humilde profesor
También sé que este gobierno
Les paga de vez en cuando y otras veces por milagro
Les paga de mes en mes
Ese es otro que no sabe agradecer
Tienen sus hijos también que los están enseñando
No se acuerdan que fueron niños también
Y sea hombre o sea mujer debe ser considerado
Pero como ellos tienen el poder
Y las gallinas de arriba le echan flores a las de abajo”
¡Con la salud de los maestros no se juega!