Foto de Pepé, el protagonista de la película.

El Pepe de Nelson


Pepe es el tercer largometraje del director dominicano Nelson Carlo de Los Santos Arias, y es una película que puede gustarte o no, pero es muy raro que te deje indiferente. Prueba de esto es el Oso de Plata a la mejor dirección que ha ganado en Berlín.  

Referirse a un premio para resaltar el valor artístico de una película no es obligatorio ni mucho menos, sin embargo, en este caso vale destacar este logro porque la Berlinale siempre se ha destacado por su enfoque en la exploración crítica de temas sociales a través del cine, así como por ser un lugar de intercambio intercultural, donde se valoriza la diversidad cultural y el desarrollo del cine en regiones con una infraestructura cinematográfica menos fuerte, como es el caso de República Dominicana, de donde es el director.  Y si tenemos en cuenta que Pepe es una obra de ficción que gira en torno a uno de los hipopótamos que nació producto de una de las excentricidades de Pablo Escobar, al decidir traer a Colombia este tipo de mamíferos para enriquecer el zoológico de su hacienda Nápoles, y que fue asesinado en la jungla de Colombia, pero que regresa en forma de fantasma, para así tejer la narración de una obra llena de experimentaciones técnicas y argumentales, entonces comprendemos mejor porque se destacó este filme de Nelson Carlo en tan reconocido evento de la cinematografía mundial. 

Pero más allá de los premios, Pepe es una película rica por los riesgos que toma, tanto en su guion como en su puesta en escena; una película inclasificable por su abordaje que fusiona elementos de géneros documental, ensayístico y de ficción, creando una historia laberíntica, deforme y episódica y mutante.  

Rodada principalmente en Colombia, con escenas adicionales en República Dominicana y Namibia, Pepe ofrece una experiencia cinematográfica desmesurada y compleja, característica del estilo de su creador, quien también dirigió la aclamada película Cocote. 

Es cierto que por momentos podemos sentirnos que no sabemos cuál es la trama de la película o para dónde va. Pero de alguna manera, esa es también parte de su gracia y del riesgo que ha tomado Nelson, un detallista de la imagen, un hombre orgulloso de ser fotógrafo, y se nota esto en cada plano, en cada secuencia, en cada encuadre de una película que saca belleza de los ambientes más comunes y/ o miserables. “Soy fotógrafo, y como tal pienso la puesta en escena de una forma que pueda expresar una belleza más allá del espacio, la luz y las condiciones que tiene un lugar en sí mismo”.  Y esto se evidencia en esta cinta donde se saca belleza de lugares comunes. 

Además, la banda sonora, intensa y llena de efectos, complementa la variedad visual con escenas en blanco y negro y momentos en que la pantalla se oscurece mientras una voz en off profunda narra en segundo plano. Las hermosas imágenes y sonidos del río Magdalena al anochecer, fragmentos de dibujos animados y la presencia recurrente del agua crean una atmósfera inmersiva y fascinante a lo largo del metraje. Todo esto no lo ha tomado del suelo su director. Por el contrario, probablemente sea en este, su tercer largometraje, donde condensa de forma más efectiva todo su conocimiento visual y sonoro, pues del sonido también se encarga de Los Santos Arias, y es, sin duda, otra de las grandes fortalezas de una película que en algunos momentos puedes cerrar los ojos solo para disfrutar sus sonidos. No es algo nuevo en su filmografía, pues en sus dos primeros largometrajes Santa Teresa y otras historias (2015) y Cocote (2017) la música, los efectos y el sonido ambiente crean una composición sonora protagónica de ambas películas.  

Pero más allá de todo lo dicho, Pepe es una gran película por lo ya dicho: los riesgos que toma su director, tal vez porque parafraseando la sabia enseñanza de un buen contador, lo más importante en esta obra no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Y sobre esto hay múltiples caminos, y los de Nelson Carlo de Los Santos Arias son la magia visual, la fascinación por escudriñar en lo simple y lo cotidiano, ya sea en África, a donde se sigue la expedición de unos turistas alemanes, deseosos del exotismo de este apeado continente, o en Colombia, donde la voz fantasmal de Pepe, el hipopótamo que nos habla en diferentes lenguas, nos conduce por diferentes vertientes de un gran río, porque como revela Nelson “para mí era una película que tenía el río como un conductor de la historia”,  y es justamente por múltiples caudales que nos conduce esta película que es mucho más de lo que parece o de lo que creemos que puede ser.  


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