En estos días publiqué un micro poema en mi cuenta de Facebook, que bien podría llevar el nombre de “El computador cuántico”. El poema es el siguiente;
Yo, un feliz computador cuántico,
perdí la batalla
con la metamorfosis
del misterio.
Algunos amigos, que me siguen en la red, respondieron con, “Me gusta”. Y fino humor, como el de Otto Ricardo quien apuntaló: “Mí no entender”. “Suele sucederme, creo que es muy profundo para mí”, apuntó Naudim Gracian. Y Alberto Hernández, poeta venezolano y miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, sintetizó en estos términos: "Detrás de ese no entender hay un misterio". A todos les dije: “Me encanta”. Pero, a Otto Ricardo Torres, gran amigo mío, poeta y crítico colombiano, le respondí: “Es una provocación que estoy domesticando, domeñando. En algún momento me explicaré, Maestro”.
Más adelante surgió la poeta colombo-italiana Vivian Giaimo con este generoso comentario: “Magistral su frase, admirado Maestro. A pesar de su velocidad y de sus operaciones paralelas, la metamorfosis del misterio, le robó la felicidad. Genial”. (Lo de "Maestro", para mí es sinónimo de "aprendiz", según me aconseja la modestia). Enseguida pensé que ella, Vivian, conoce de cerca y ha interpretado las rutas de mi poemario “Sigilos paralelos”, donde hay un capítulo titulado, “La geometría de la inocencia”, y otros en los que redundan, mi artesanía con la palabra, las experimentaciones lúdicas de estilo, fractales y estados imaginarios de la materia. ¿Y qué le respondí a esta dama, amante de la poesía? He aquí mis discretas consideraciones:
Una interpretación inteligente y alegórica como la tuya, estimada poeta, desnuda la perplejidad en que se encuentran cierta ciencia y tecnología frente sus hallazgos, desde la inmensidad ignorada y la reconocida allá en los confines del universo.
Hoy, colosales matemáticas, potentes computadores y asombrosos telescopios han superado a otras herramientas que antes eran el plus en asuntos de desciframiento de los códigos secretos del cosmos. Pero, a cada instante el universo cósmico cambia de piel y aparecen nuevos interrogantes, o nuevas ignorancias, que no pueden ser resueltos(as) aún con los recursos tecnocientíficos actuales.
Es aquí donde el computador –personificando al poeta, a los hombres y mujeres de ciencia– "pierde la batalla", debido a sus naturales limitaciones y obsolescencias, frente a la inconmensurable y permanente metamorfosis de las distintas clases de materia que pueblan el cosmos. A esto le doy el nombre de "metamorfosis del misterio". No obstante, la ciencia y el poeta no desmayan. Después del desaliento, el poeta se inspira, y su felicidad renace de sus cenizas yertas, una y otra vez, con la inspiración de Dios y el tesón inspirador de la ciencia. Y así... hasta cuando lleguemos a la última frontera…
Mientras tanto, andaremos de milagro en milagro, de espasmos en espasmos. Iremos perdidos y encontrándonos en el mundo del conocimiento efímero y perdurable. Volaremos amarrados a la verdad eterna, a la perplejidad, el asombro, la relatividad, la cuántica, la probabilidad, la incertidumbre, la entropía, “la dualidad del alma”, el prodigio del espíritu, y del Espíritu.
¿Pero, qué es lo cierto? Que vamos navegando, seguros de no naufragar, en el arca de la metáfora, en la metáfora del “efecto mariposa”. Nos desplazamos acompañados de interrogantes momentáneos y eternos, sumergiéndonos en los mares siderales, donde la revelación del sueño es igual al fervor de la vigilia. En la pulsión del Caos somos el triunfo del Orden. Delante del plato vacío, frente al olor del eucalipto, nos asalta un apetito insaciable de creatividad. Y al dolernos las miserias, una esperanza de consuelo.
Cartagena de Indias, 15/08/24