Antes del gobierno del cambio, tenía la impresión de que Colombia era el país más rico del mundo, no solo por su abundante riqueza natural, su fauna y variedad de climas, su minería, o por estar rodeado por dos océanos. Creía que era rico porque todo el mundo lo saqueaba y, a pesar de eso, el dinero nunca se terminaba. Sin embargo, donde se extrae sin parar y no se reabastece, la riqueza se agota.
Las declaraciones del presidente que elegimos, digo elegimos porque así lo decidió la mayoría de los colombianos, aunque no todos votaron por él, son alarmantes: “El estado colombiano se está quedando sin dinero”. Algo que era previsible, ya que los pésimos manejos de la economía y la falta de control en el gasto público han permitido que la corrupción beneficie a unos pocos, convirtiéndolos en magnates, mientras el estado se empobrece.
Se avecinan tiempos difíciles si el pueblo no reacciona y continúa dejándose llevar por el populismo que explotan los sátrapas, megalómanos, narcisistas y delincuentes que pagan para llegar al poder y gobiernan solo para robar, mientras los organismos de control miran hacia otro lado y la sociedad permanece en silencio, sumida en la miseria, la violencia y la ignorancia.
Los errores tienen un alto costo y ahora debemos enfrentar las consecuencias de haber elegido a estos gobernantes.
No podemos quejarnos, ya que somos los arquitectos de nuestra propia desgracia política; los errores se pueden cometer, pero no deben repetirse.
Desde ahora, les invito a reflexionar para no volver a votar por quienes amenazan con destruir la economía y que no cumplen con sus promesas de gobierno. ¡No más corrupción, no más abusos de poder!