En estos días un posteo de Iliana Restrepo en el chat del Club de Lectura de Ábaco Libros, que es un “caos bien organizado”, me recordó una anécdota del gran fotógrafo Nereo López que recogí en un escrito sobre su vida:
“Con los años mi pasión por las mujeres siguió igual,
pero ellas cambiaron pues en la medida en que me
volví un hombre mayor ya no me hacen caso. La
anécdota que mejor refleja esta situación es esta, que
he contado en innumerables ocasiones: iba de pie
en un tren de esos del metro de Nueva York colgado
del pasamanos, cuando vi, entre los brazos de todo el
mundo, una muchacha agraciada. La miro, me miró,
volví a mirarla pues no hay mujer agraciada que yo
no mire y ella insistía en volverme la mirada, lo que
me puso a vibrar. Entonces cambié mi mirada, con el
corazón latiéndome fuerte le puse la mirada # 5, que es
la invitadora, y ella… ¡se paró! Y acercándose me dice:
“Señor ¿quiere sentarse?”. Cada vez que la recuerdo,
estallo en carcajadas.”
El escrito del 2020, que hizo parte de un proyecto del grupo Cartagena Insomne sobre cinco personajes nacidos en 1920, lo titulé Yo, Nereo. Investigando sobre su vida y obra llegue a la conclusión de que fue Nereo, con su cámara andante por todos los rincones del país, quien en los años 50 nos mostró la diversidad de Colombia y de los colombianos. Hasta ese momento, este país tan parroquial permanecía encerrado en sí mismo y cada una de sus regiones era un mundo aparte:
“Así consigné a través de mi vida muchos, muchísimos
hechos importantes: el grupo de Barranquilla que
hoy tiene fama universal por quienes lo componían,
pero que empezó siendo una reunión de amigos que
queríamos beber cerveza o ron en un bar para cazadores;
la caída de Rojas Pinilla en 1957 cuando recién llegué a
Bogotá como jefe de reporteros gráficos de Cromos; las
distintas regiones del país con su gente, sus ciudades,
sus fiestas que recorrí en avión, en carro, en tren, a lomo
de mula, en lo que fuera, pues en lo único que nunca
monté fue en un cohete. Hoy Nereo puede decir que
conoce a Colombia como la palma de la mano. Los
reportajes fotográficos que hice para revistas como Life,
O Cruzeiro y Cromos, todos ellos y muchos otros que
hice dieron para hacer libros que quedan ahí para que la
gente reconstruya en su mente esas historias.”
Aunque como todos los grandes artistas se volvió universal, nació en esta ciudad en 1920, el mismo año en que lo hicieron cuatro grandes artistas e intelectuales que fueron sus amigos: Manuel Zapata Olivella, Alejandro Obregón, Cecilia Porras y Enrique Grau. A todos ellos esta ciudad les debe mucho, incluyendo un homenaje que no se dio en el año de la pandemia cuando cumplieron 100 años.
“Una de las cosas que detesto de mi patria, de
Colombia, es que la respuesta a todo es “no, no se
puede”. Jamás entendí lo rápido con que en mi país se
desenfunda el no: ese proyecto... no se puede; eso... no
se puede hacer; ese documento... no se puede expedir.
Ese “no”, nunca lo hice mío. Hoy, a mis 94 años,
tengo en mi cabeza 15 proyectos que quiero
realizar y no me detienen ni la edad, ni las dificultades
de los proyectos, ni la incredulidad de la gente.”
Nota bene: Para ser justos, las otras dos personas que nos descubrieron el país en los años 50 del siglo XX fueron los hermanos Zapata Olivella, Delia y Manuel, que con grabadora y planta eléctrica “al burro” recorrieron el país buscando sus manifestaciones culturales. Y después Delia las recreaba en sus danzas.