La ultraderecha está perfectamente preparada para esquilmarnos la vida. No sólo domina las herramientas digitales y manipula las emociones, sino que aprendió las lecciones de los dictadores del siglo XX y las adaptó a una era de espectáculos mediáticos y algoritmos.
Orwell y Huxley lo advirtieron: nuestra libertad está atrapada entre la cultura dominante y el hedonismo que adormece. En su novela 1984, Orwell mostró cómo la ideología puede esclavizar la mente; hoy, las redes sociales distorsionan la verdad y dividen a la sociedad. Huxley alertó sobre el control a través del placer; ahora, el consumismo nos mantiene distraídos de los problemas importantes.
Los "Trump" y sus imitadores se alimentan de esa anestesia colectiva, ofreciendo soluciones simples. Han demostrado que son capaces de usar la violencia física y que imponen su control desde un poder económico y mediático.
Ellos rechazan la diversidad y el orden democrático, se presentan como defensores de la identidad nacional, pero desestabilizan la economía con políticas proteccionistas que favorecen a monopolios, frenan la inmigración y se oponen a los derechos humanos. Eso sí, odian tanto a la izquierda como a la derecha. Centralizan el poder, restringen las libertades y prometen restaurar el orden y la soberanía.
No es raro que obreros y asalariados defiendan sus ideas, seducidos por promesas rápidas. Agotados por la precariedad, muchos caen en el espejismo de un bienestar inmediato que termina carcomiendo sus libertades.
Creo que lo peor que le pudo pasar a las minorías fue quedar atrapadas en la cultura "woke", que es una anestesia mediática que amplifica causas sociales de forma superficial. Este activismo performativo enfoca más en la apariencia de luchar contra la opresión que en un cambio real, desviando la atención de problemas urgentes y creando la falsa sensación de compromiso sin cuestionar el sistema que perpetúa las injusticias.
Los autócratas modernos, más empresarios que gobernantes o militares, prosperan dividiendo y controlando, mientras nos mantienen distraídos. El verdadero desafío es reconocer que nuestro consentimiento ha sido condicionado, y que la urgencia de escapar de esta "Matrix" nunca ha sido mayor.
Enfrentar este advenimiento no se trata solo de resistir, sino de construir una alternativa de solidaridad, justicia y respeto. Como individuos, nuestra responsabilidad radica en actuar con coherencia, fomentar la unidad y asegurar que la libertad y la democracia sean siempre defendidas.