A 492 años, son múltiples los desafíos que enfrentamos. Desde la pobreza y la desigualdad hasta la inseguridad y la crisis ambiental, la ciudad ha luchado por ofrecer una vida digna a todos sus habitantes; pero en este complejo entramado de problemáticas, el sector comunitario y asociativo, compuesto por organizaciones no gubernamentales (ONG) y grupos de base, emerge como un pilar fundamental en la búsqueda de soluciones. Sin embargo, paradójicamente, una de las mayores debilidades de este sector radica en su propia estructura: la fragmentación y la desarticulación, que se traduce en un trabajo aislado con un impacto por debajo del potencial que está llamado a liderar, lo que redunda en un grito silencioso por la acción colaborativa.
Decenas, sino cientos de organizaciones trabajan incansablemente en barrios marginados, en la Ciénaga de la Virgen, sectores de Olaya, Pozón o en el Centro Histórico, abordando diversas y sentidas problemáticas que bien pueden ir desde la inseguridad alimentaria hasta la educación ambiental. Pero la realidad es que muchas de estas iniciativas operan como islas. Cada ONG, cada grupo comunitario, persigue sus propios objetivos, gestiona sus propios recursos y, a menudo, compite por los mismos donantes o la atención mediática del gobierno de turno. Esta situación, no constituye solo un inconveniente, sino que genera una serie de consecuencias negativas, entre las que destacamos por ejemplo la duplicidad de esfuerzos, ya que mientras una organización capacita en emprendimiento en un barrio, otra podría estar haciendo lo mismo, o algo similar, a pocos kilómetros de distancia. Esta repetición no solo es ineficiente en el uso de recursos de por si limitados, sino que también viene generando confusión en las comunidades beneficiarias y dificulta lógicamente la estandarización de buenas prácticas.
Por otra parte, el impacto se diluye, teniendo en cuenta que nuestras problemáticas son sistémicas y complejas, ya que abordar la pobreza, por ejemplo, no es solo una cuestión de acceso a alimentos, sino también de educación, salud, oportunidades laborales y acceso a servicios básicos. Un enfoque fragmentado solo puede generar soluciones parciales, incapaces de romper los ciclos de vulnerabilidad a gran escala. Las pequeñas victorias individuales, aunque valiosas, no logran la transformación estructural que la ciudad y sus ciudadanos necesitan.
Así mismo, esta desarticulación debilita la voz colectiva del sector. Si las organizaciones hablaran con una sola voz, tendrían un poder de incidencia mucho mayor ante las autoridades locales, los gremios y la cooperación internacional. La ausencia de plataformas sólidas de coordinación limita su capacidad para abogar por cambios estructurales o para negociar condiciones más favorables para la implementación de sus proyectos.
El esfuerzo por el encuentro debe contemplar acciones multifacéticas, pero por sobre todo, comprometer a todos los actores. En este contexto es imperativo crear y fortalecer plataformas de coordinación y encuentro con mesas de trabajo temáticas, por ejemplo, ambiente, educación, niñez, tercera edad; redes de ONG por zona geográfica o incluso un gran encuentro o foro anual que reúna a todo el sector y se enriquezca con el intercambio de experiencias. Estas plataformas facilitan el intercambio de información, la planificación conjunta y la identificación de sinergias.
Se necesita además fomentar la cultura de la colaboración por encima de la competencia, el liderazgo común, por encima de logros individuales. En este sentido, es muy importante que los financiadores, especialmente los distritales, incentiven los proyectos conjuntos y la construcción de alianzas, priorizando propuestas que demuestren una clara estrategia colaborativa y trabajo en red.
En este mismo sentido, las propias organizaciones deben invertir en el desarrollo de capacidades para la identificación y gestión de alianzas, incluyendo habilidades de negociación, comunicación, resolución de conflictos y gestión de proyectos colaborativos.
Por último, pero en extremo importante, el gobierno distrital debe reconocer el valor estratégico del sector comunitario y asociativo, estableciendo canales permanentes de dialogo y colaboración. Los instrumentos existen, tenemos entre otros el Acuerdo 042/2020, el CONPES 05/2023.
Superar la fragmentación del sector comunitario y asociativo en Cartagena no es una tarea sencilla, como son todas las de corte social, pero es un paso indispensable en la construcción de ciudadanía. Solo a través de la sumatoria de saberes y el trabajo colaborativo se podrá maximizar el impacto de los valiosos esfuerzos que ya se realizan, tejiendo ciudadanía alrededor de menos acciones atomizadas por más acciones articuladas.
Elfa Luz Mejía Mercado
Laboratorio de Cultura Ciudadana de Cartagena- LAB3C