La historia ya enseñó dos extremos. Ahora depende de nosotros construir el puente, no cruzar el abismo

“¿Puente o abismo? MIGRACIÓN ENERGÉTICA REAL


El espejo con historia

Entre Noruega y Venezuela está escrito el contraste dramático del petróleo: uno lo convirtió en riqueza perpetua; el otro en dependencia y ruina. Colombia no tiene el mismo potencial del primero, ni debe tropezar con las heridas del segundo. Pero tiene otra oportunidad: complementar sus hidrocarburos con energías modernas —como lo pude constatar en el Congreso Andesco, donde fui invitado especial— para garantizar una transición energética justa, equitativa y viable.

Noruega y Venezuela: dos caminos divergentes

Noruega


Desde 1969 blindó su renta petrolera con instituciones fuertes, creando un fondo soberano de más de 1,8 billones de dólares.
Ese ahorro financia hoy educación, salud, innovación, y posibilita un pacto social equitativo y durable.


Venezuela


Usó la renta para gasto corriente y controles que destruyeron el aparato productivo.
La dependencia del petróleo fue el camino al colapso institucional y social, abriendo un éxodo de casi ocho millones de personas.

 

Colombia entre dos extremos: con potencial limitado pero renovable promisorio


Sí, Colombia no tiene el petróleo de Noruega. Pero, como lo confirmé en mi participación en el 27° Congreso Andesco como invitado especial, posee algo distinto: un abanico de energías alternativas modernas que pueden ser el verdadero motor de transformación.

En el panel “Sin transmisión no hay transición”, escuché cómo se resaltaba la urgencia de expandir redes, especialmente desde La Guajira, para llevar energía limpia a todo el país.

Juan Ricardo Ortega (GEB) insistió en que sin infraestructura la transición no pasa de discurso; lo que falta no es voluntad, sino confianza y diálogo con las comunidades.

Francesco Bertoli (Enel Colombia) lo resumió con claridad: “La transformación energética exige dejar atrás lógicas del pasado”.

También observé cómo se abordó la necesidad de planificar a 15 años, agilizar licencias y pensar el despliegue de renovables con visión territorial.

El congreso dejó claro que además de la solar y la eólica, Colombia tiene potencial en biogás, redes inteligentes y soluciones comunitarias que complementan la gran matriz energética.

Errores que Colombia no puede repetir

  1. Financiar el gasto corriente con renta petrolera, sin transformar.
  2. Capturar empresas estatales sin claridad técnica.
  3. Imponer controles que destruyen oferta e inversión.
  4. Negar la transparencia y debilitar instituciones.
  5. Desatender sectores esenciales (educación, salud, conectividad).
  6. Abandonar territorios productores sin retorno social.

Lo que Noruega hizo bien: la brújula para construir Disciplina fiscal y ahorro patrimonial.
Independencia institucional y transparencia.
Inversión en capital humano, innovación y salud pública.

Aplicado a Colombia, esto significa:

  • Un marco fiscal que ahorre renta para la transición, no para gasto político.
  • Gobierno corporativo fuerte en estatales, con veeduría ciudadana.
  • Financiar cobertura social ampliando equidad desde las regiones productoras.
  • El petróleo como puente hacia la diversificación energética

Colombia no puede apagar el petróleo sin plan. Pero tampoco puede eternizarse en dependencia. El petróleo debe servir como palanca financiera en tres frentes esenciales:

  1. Fondo de transición para financiar energías renovables, innovación y reconversión laboral.
  2. Infraestructura de transmisión y redes, porque sin ellas, los proyectos no llegan a la gente (como quedó claro en Andesco).
  3. Transformación social inclusiva: formación técnica para empleos verdes, energía en zonas rurales, biogás comunitario y proyectos que acerquen la transición a las comunidades.

Andesco: la diversidad energética en primera persona

Como invitado especial al Congreso Andesco pude comprobar que la transición energética no es un sueño distante, sino un proceso en marcha con múltiples frentes: eólica, solar, biogás, digitalización y planeación territorial. Sin embargo, también quedó en evidencia que la transición exige más que voluntad: demanda instituciones sólidas, licenciamiento ágil y legitimidad social.

Esa experiencia me confirmó que Colombia, aunque con petróleo limitado, tiene un abanico de renovables capaces de convertirse en el nuevo motor de desarrollo, siempre y cuando exista visión de largo plazo y se construya confianza entre Estado, empresas y comunidades.

Elegir bien el futuro

Colombia se encuentra otra vez en una encrucijada histórica: puede repetir la maldición rentista de Venezuela o aprovechar sus renovables como Noruega aprovechó el petróleo. El país cuenta hoy con diversidad energética emergente —no solo petróleo— y con una agenda clara hacia la transición.

La pregunta es si tendremos la visión para usar el petróleo como puente y no como cárcel, como fondo y no como gasto político, como impulso para la modernidad energética y no como cadena del estancamiento.

La historia ya enseñó dos extremos. Ahora depende de nosotros construir el puente, no cruzar el abismo.

 

gabriel.jaime.davila.gomez@gmail.com