¡Atención! El Eje Cafetero y el Norte del Valle tienen madrina


En tiempos donde la política se degrada en promesas huecas y en cálculos mezquinos, se vuelve urgente rescatar liderazgos que hablen con la gente, que sepan gestionar y que tengan la entereza de dar la cara aun en medio del escrutinio. Desde el corazón del Eje Cafetero emerge un nombre que incomoda a las élites de siempre y entusiasma a la ciudadanía que quiere resultados: María Irma Noreña, una mujer a quien bautizo como la madrina del Eje Cafetero y del Norte del Valle.

No es una etiqueta gratuita. Es el reconocimiento a una mujer que ha recorrido barrios, veredas y empresas públicas, que ha gestionado con rigor y que, sobre todo, ha demostrado que los liderazgos femeninos pueden ser firmes, cercanos y transparentes. Su paso por la gestoría social de Pereira dejó programas de impacto real como “Leamos juntas”, que convirtió la lectura en un instrumento de empoderamiento de las mujeres y de la niñez. No se trata de caridad institucional ni de discursos condescendientes: fue política pública aplicada, concreta y efectiva. Y cuando las circunstancias exigieron dar un paso al costado, lo hizo con un acto de dignidad que pocos en Colombia tendrían.

Ese gesto —renunciar para garantizar tranquilidad en la ciudad— es la mayor prueba de carácter. Mientras otros se aferran a los cargos, Noreña entendió que la política es servicio, no trono. Ahí radica la diferencia. Albert Camus decía que “la verdadera generosidad hacia el futuro consiste en entregarlo todo al presente”. Ella encarna esa verdad: entregó tiempo, energía y cercanía a su ciudad, a sabiendas de que el verdadero legado se construye con hechos inmediatos, no con retóricas eternas.

Su trayectoria es amplia y sólida. Fue gerente de Aguas y Aguas de Pereira, demostrando que un servicio público vital podía administrarse con seriedad y resultados. Presidió el partido Opción Ciudadana, donde enfrentó el reto de reorganizar un movimiento con visión nacional. Se atrevió a competir por la Alcaldía de Pereira, consolidando un perfil político propio, sin depender de apellidos prestados ni padrinazgos de cúpulas. Es decir: conoce el terreno, entiende la gestión y sabe de qué está hecha la política real.

Por supuesto, su nombre no ha sido ajeno a la polémica. Su imagen en recibos de agua generó debates y titulares. Unos la acusaron de confundir campañas institucionales con promoción personal, otros recordaron que no hubo ilegalidad alguna y que su trabajo a favor de mujeres vulnerables es innegable. Pero lo importante no es la controversia: lo decisivo es la manera como reaccionó. Dio la cara, asumió el debate y tomó decisiones firmes. En un país donde la mayoría evade responsabilidades, María Irma prefirió asumirlas. Dostoievski nos recordó que “un hombre que no se atreve a mirar de frente sus contradicciones, no se atreve a ser libre”. Noreña, con libertad y coraje, lo hizo.

Hoy, su aspiración al Senado no es un salto en el vacío: es la consecuencia natural de una vida dedicada a servir y a gestionar. Y lo hace con un equipo nacional bien organizado pero, sobre todo, con el apoyo genuino de la gente que la reconoce como madrina de su región. Madrina porque acompaña, porque defiende y porque protege. Madrina porque en el Congreso su voz será la de los cafeteros, la de los vallecaucanos del norte, la de quienes no tienen quien los represente en las grandes discusiones nacionales.

El país necesita liderazgos con esa mezcla de capacidad técnica, vocación social y raíz regional. Ya basta de discursos rimbombantes que no resuelven nada. Colombia reclama voces firmes que entiendan la administración pública, que sepan negociar recursos y que no se asusten ante la presión mediática o el debate político. María Irma Noreña ha demostrado que tiene carácter para eso y más.

En la política colombiana abundan los que prometen, pero escasean los que cumplen. Noreña ha cumplido, ha gestionado y ha resistido. Esa es la diferencia que hoy la convierte en una alternativa real y necesaria. El Congreso de la República no necesita más operadores de intereses privados: necesita madrinas y padrinos de regiones que han sido invisibilizadas. Y ella, con voz firme y cercana, puede ser ese puente entre el territorio y la nación.

La madrina del Eje Cafetero y del Norte del Valle no es un eslogan: es una realidad política que ya incomoda y que, por lo mismo, puede transformar. En tiempos de crisis de confianza, su candidatura es un llamado a dejar de resignarnos. Como sociedad, tenemos la oportunidad de respaldar a quienes sí han demostrado resultados. No es un asunto de fe, sino de pruebas: María Irma Noreña es gestión, es compromiso y es región.