La benigna pérdida
está detrás de un mensaje ambiguo,
en el fondo de un eufemismo
y de una mentira posterior.
La benigna pérdida
acompasa la respiración de dos dudas:
la del amor y la del desprecio.
La benigna pérdida
que he rechazado
por cobardía e impostada lucidez.
La benigna pérdida
es mi compañera.
Me grita
al oído derecho
que mientras ella sea,
yo seré un poco mejor.
La benigna pérdida
es una cantimplora apenas llena.
Avisa, añora, se calla.
La benigna pérdida
me calienta,
a veces.
Me cuenta historias,
quiere que yo descanse
y que me agote y por fin duerma,
como duermen
los que han soñado
con la espada de Damocles,
con la silla eléctrica,
con el desamparo
de una benigna pérdida.