El cerebro, el lápiz y papel en la era digital
"La escritura no es la lectura;
es una explosión que sucede espontáneamente".
María Montessori
No se puede negar la importancia y trascendencia que tienen las tecnologías y las ciencias en el desarrollo de las sociedades a través de los tiempos. Tampoco satanizarlas ni descalificarlas como algunos, pues son producto del pensamiento y el conocimiento de la humanidad. Pero es necesario que analicemos cómo se deteriora cada vez más el razonamiento y el estado emocional de la especie humana por el abuso de una herramienta tecnológica que se convirtió en una extensión del cuerpo y la mente de niños, jóvenes y adultos. Este texto tiene como propósito elucubrar un poco sobre la relevancia que tiene la escritura a mano en el desarrollo cognitivo y emocional del ser humano en la era digital. No busca polemizar ni sentar cátedra, en esta era tecnológica, sobre un tema tan espinoso como lo es el cerebro humano con sus más de cien mil millones de neuronas y actividades tan simples como lo es emplear el lápiz y el papel para escribir nuestros pensamientos, pues sería una afrenta cubrirlo en unos cuantos párrafos. Asimismo, busco resaltar que, así como ahora escribo en mi computadora, también puedo valerme de la escritura a mano, sin desconocer su valioso aporte para agilizar el trabajo de las personas en este siglo XXI que han tenido los computadores.
Desde siempre, la lectura y la escritura han moldeado nuestra forma de pensar y de ser. Pero, y es verdad, al igual que las prácticas de ellas han cambiado a través de los tiempos, influenciadas por los avances tecnológicos y los cambios sociales, nuestra relación con la escritura también ha evolucionado. De ser un trabajo colectivo y oral, pasó a ser una experiencia individual, privada y silenciosa, enfrentando nuevos retos en un contexto informatizado. En la era digital, donde las pantallas y los teclados dominan, surge una pregunta que a menudo subestimamos: ¿escribir a mano sigue siendo importante? La ciencia da una respuesta clara y sorprendente: más que una reliquia del pasado, es un ejercicio neurocognitivo fundamental que activa procesos cerebrales únicos, con beneficios documentados para toda la vida. Tal vez la expresión de María Montessori “La preparación de la mano es la preparación de la mente” tiene vigencia y debemos aceptarla como inspiración para que maestros y padres de familia inicien un rescate de esta habilidad.
La neurociencia ha demostrado que el acto de escribir a mano no es un simple movimiento mecánico, sino una actividad cerebral increíblemente compleja. A diferencia de la repetición uniforme de teclear, la formación de cada letra manuscrita exige una coordinación intrincada entre las habilidades motoras finas, la guía visual y la integración de información sensoriomotora.
Estudios de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) revelan que la conectividad neuronal es "mucho más elaborada" al usar un bolígrafo o lápiz. Cuando el lápiz roza el papel, se activa prácticamente "todo el cerebro", con una rica interacción entre el córtex motor, las áreas visoespaciales y las regiones del lenguaje. Esta conexión no se activa de la misma manera con el tecleo, que se apoya más en la memoria de trabajo y el procesamiento lingüístico. Escribir a mano es, en esencia, una huella física de nuestro pensamiento, un proceso que solidifica las ideas de una manera que las pantallas aún no pueden imitar o emular.
Uno de los argumentos más sólidos a favor de la escritura manual se encuentra en el ámbito del aprendizaje. En un estudio influyente, Pam Mueller y Daniel Oppenheimer de las universidades de Princeton y UCLA descubrieron que los estudiantes que toman apuntes a mano rinden significativamente mejor en preguntas que evalúan la comprensión conceptual. ¿La razón? La lentitud.
Creo, y estoy seguro, de que mientras teclear invita a una transcripción literal y superficial de la información, la escritura a mano obliga al cerebro a procesar, resumir y reformular las ideas con nuestras propias palabras. Esta "lentitud" se convierte en una ventaja cognitiva, pues es un proceso de digestión mental para asimilar, equilibrar y acomodar el conocimiento en lugar de tragarlo acríticamente. A largo plazo, esta práctica incrementa una mejor retención de la memoria, un entendimiento, una comprensión e interpretación más profunda del material. En un mundo donde la inmediatez lo es todo, el lápiz y el papel nos invitan a detenernos, a rumiar la información y a conectar de verdad con la información.
Por todo lo anterior, el poder de la escritura manual trasciende las aulas y los apuntes. Es una poderosa herramienta terapéutica y de autoconocimiento. Actividades prácticas como llevar un diario, una bitácora o la escritura libre ayudan a exteriorizar los pensamientos, a darles forma a las emociones y a encontrarles sentido a todas nuestras experiencias. Según el psicólogo James W. Pennebaker, la "escritura expresiva" —escribir sobre eventos emocionalmente intensos— se asociará con la reducción del estrés y la ansiedad, e incluso con la mejora del sistema inmunológico de las personas.
Asimismo, para los adultos mayores, escribir a mano siempre será un valioso ejercicio para mantener el cerebro activo, contribuyendo con ello a conservar la agilidad mental y a combatir el deterioro cognitivo. Es decir, este acto, que demanda coordinación y concentración, estimula la neuroplasticidad y fortalece las conexiones neuronales a lo largo de la vida.
Por esto, he aquí un fundamento sólido para rescatar la escritura a mano en el hogar, en la escuela y en las universidades. Ojo, no se trata de abandonar la tecnología, que ha democratizado el acceso a la información y ha facilitado la comunicación siempre que se ha sabido emplear. La tecnología, según mi percepción y experiencia como maestro, es un facilitador para las personas con disgrafía, dispraxia u otras afecciones que dificultan la escritura manual. Sin embargo, la solución no es una dicotomía, sino un paradigma híbrido y consciente. Que esto no sea el motivo para una dependencia con alto porcentaje de uso.
Como docente de castellano, creo que el lápiz y el papel sientan las bases cognitivas esenciales, mientras que las herramientas digitales nos ofrecen eficiencia y accesibilidad. La clave está en usar lo mejor de ambos mundos: tomar apuntes a mano para fomentar el procesamiento profundo del cerebro y luego usar herramientas digitales para organizar y compartir esa información; por ahí es la cuestión. Al final, no se trata de dejar que algo se vaya, sino de diseñar, según Edgar Morin, una "ecoesfera cognitiva"donde el lápiz, el papel y la tecnología trabajen en sinergia para enriquecer nuestra mente y optimizar nuestro potencial humano. A manera de colofón, la escritura a mano debe reactivarse para resetear ese cerebro abigarrado de basura mediática. ¿Y tú, amigo lector, estudiante, maestro o intelectual, cuándo fue la última vez que sentiste en tus manos el placer de tener un lápiz o un bolígrafo posarse sobre el papel para atiborrarlo de ideas, de sueños y pensamientos?
Referencias bibliográficas
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