A propósito de Charlie KIRK: explicándole a mis sobrinas y a mi hija, el método Ver + Juzgar + Actuar


Introducción: del WhatsApp familiar al debate global

En tiempos de polarización y confusión, no es extraño que un simple mensaje en un grupo familiar de WhatsApp pueda convertirse en el detonante de una discusión más profunda sobre la verdad, la fe y la cultura contemporánea. Eso me ocurrió hace poco cuando compartí, en el chat de mi familia, una imagen con una frase del Secretario de Estado estadounidense Marco Rubio —“Amen a Dios, formen una familia, tengan hijos”— y un video que recogía la polémica en torno al activista conservador Charlie Kirk.

La noticia era clara: Kirk había sido asesinado y el cardenal Timothy Dolan lo había comparado con “un moderno San Pablo”, desatando una tormenta de reacciones. Mientras algunos lo aplaudían como evangelizador y defensor de la verdad, otros lo cuestionaban como un polemista sin empatía. Mis sobrinas y mi hija reaccionaron con opiniones encontradas: unas lo vieron como un líder de culto, otras como alguien innecesariamente agresivo, y yo lo defendí como una voz incómoda pero necesaria.

De esa conversación familiar surgió una reflexión que quiero compartir con un público más amplio: ¿cómo podemos procesar nuestras diferencias en un tiempo donde decir la verdad se percibe como un acto de odio? Para responder, recurro a un método clásico de análisis crítico que aprendí en la tradición cristiana y que, bien aplicado, puede ser útil tanto en el ámbito personal como social: Ver + Juzgar + Actuar.

1. Ver: los datos sin filtros

El primer paso es mirar la realidad con objetividad, sin juicios apresurados. En el caso de la conversación familiar, los datos eran claros:

  • Yo compartí la imagen de Marco Rubio y el video sobre Kirk.
  • Mi sobrina Ana opinó que, aunque su muerte era una tragedia, Kirk no era un buen evangelizador, sino más bien un líder de culto.
  • Laura, su hermana, apoyó ese juicio.
  • Yo respondí agradeciendo la reflexión, pero señalando algunas falacias de generalización en sus críticas.
  • Clara, mi hija, propuso no hablar de política, religión ni fútbol en el chat, aunque reconoció que el liderazgo es un tema importante y subjetivo.
  • Isabel, la menor, intervino después para invitar a un diálogo respetuoso y abierto, subrayando que nadie en la familia posee la verdad absoluta.
  • Finalmente, la conversación cerró en un tono conciliador: todos reconocimos la importancia de poder hablar sin miedo en un espacio seguro.

Estos son los hechos. Aquí todavía no se trata de dar la razón a nadie, sino de ver con claridad los datos. Y eso es lo que muchas veces falta en los debates públicos: la disposición a observar antes de juzgar.

2. Juzgar: criterios frente al relativismo

El segundo paso es someter esos datos a la luz de principios, evidencias y criterios que nos permitan discernir. Y aquí surge el núcleo del problema: vivimos en una cultura profundamente relativista, donde el wokismo, ciertas corrientes marxistas, la ideología de género en su versión más radical, el islamismo político, el antisemitismo renovado y un anticristianismo militante han permeado a las universidades y los medios de comunicación.

2.1 La contradicción lógica del relativismo

El relativismo proclama que “todas las verdades son relativas”. Pero esta afirmación es contradictoria: si todo es relativo, ¿tal afirmación no sería ya una verdad absoluta? En la práctica, este modo de pensar no fomenta la diversidad de opiniones, sino que silencia el disenso. Basta con observar lo que ocurre en muchos campus universitarios: se aplauden unas posturas, pero se cancela con gritos o insultos a quienes presentan datos contrarios.

2.2 Consecuencias emocionales y sociales

La cultura de la cancelación no se queda en el plano abstracto. Tiene efectos muy concretos en la vida de los jóvenes:

  • Soledad e incomunicación: muchos universitarios confiesan que tienen miedo de expresar lo que piensan por temor a ser estigmatizados. Cómo no sentirse solos, si al no poder decir la verdad solo construyen relaciones superficiales, sin verdadera conexión. La verdad es la cura para la soledad, permite construir relaciones fuertes.
  • Crisis de salud mental: la ansiedad y la depresión alcanzan niveles sin precedentes en esta generación, no siempre por problemas clínicos, sino por la falta de espacios de diálogo auténtico. La verdad es la cura para la crisis de salud mental, permite evitar disociaciones patológicas.
  • Medicalización excesiva: ante el vacío existencial, se responde con fármacos más que con escucha y acompañamiento. La verdad es la cura para la medicalización, entendido esto como el uso excesivo e indiscriminado de medicamentos.

2.3 Consecuencias existenciales

Cuando la verdad es reemplazada por la opinión dominante, se produce un vacío de sentido. La existencia humana necesita certezas mínimas: raíces que nos den identidad. Si esas raíces se arrancan, lo único que queda es inseguridad. Kirk, con todas sus cualidades y defectos, incomodaba precisamente porque recordaba que existe una verdad más allá de las preferencias subjetivas.

El problema es que quería conversar sobre temas profundos que afectan la felicidad de los jóvenes (sexo, aborto, racismo, economía, política, etc.), temas que son la raíz de la soledad, de la crisis de salud mental, de la medicalización, etc.

Decir la verdad no es un acto de odio; es un acto de amor. Negar la verdad es condenar a los jóvenes a conversaciones superficiales y a una vida sin fundamentos sólidos.

3. Actuar: caminos para la familia y la sociedad

El tercer paso del método es decidir cómo actuar frente a lo que hemos visto y juzgado. Y aquí propongo varios niveles: familiar, cultural, personal y espiritual.

3.1 En la familia

  • Escuchar con respeto: antes de responder, asegurarnos de haber comprendido al otro.
  • Evitar etiquetas: plantear preguntas abiertas que ayuden a precisar y entender bien el sentido de las palabras. Detectar una falacia (que es un concepto filosófico aprobado por la Real Academia de la Lengua Española) no es una ofensa, no es un insulto, no es un acto de odio.
  • Mantener un espacio seguro: que el grupo familiar sea un laboratorio de democracia y confianza, donde cada miembro pueda expresarse sin temor.

3.2 En la cultura

  • Defender la verdad con respeto: no callar por miedo, pero tampoco responder con violencia verbal.
  • Fomentar el debate con argumentos: lo lógico (datos), lo emocional (empatía), lo existencial (sentido).
  • Priorizar lo importante: amor, familia, fe, justicia y futuro son temas que merecen atención más que las modas pasajeras.

3.3 En lo personal

  • Salir del aislamiento: buscar encuentros cara a cara que reemplacen la superficialidad de las redes.
  • Cuidar la salud mental desde el sentido: no reducir todo a medicamentos, sino abrir espacios de acompañamiento y comunidad.
  • Practicar la resiliencia espiritual: aprender a sostenerse en Dios en medio de la hostilidad cultural.

3.4 En la fe

  • Dar testimonio más que imponer: la coherencia de vida es el argumento más fuerte.
  • Reconocer a Dios en lo cotidiano: en una caminata, en la naturaleza, en un gesto inesperado.
  • Confesar la fe con libertad: sin miedo a incomodar, porque es parte de nuestra identidad.

Conclusión: la verdad como camino de libertad

El método Ver + Juzgar + Actuar no es un esquema frío, sino una pedagogía vital. Nos enseña a mirar los hechos con objetividad, evaluarlos con criterios sólidos y tomar decisiones que nos acerquen a la verdad.

Mi conversación con Ana, Laura, Isabel y Clara fue un microcosmos de lo que ocurre en la sociedad: distintas perspectivas, tensiones inevitables, pero también la oportunidad de crecer juntos. Al final, más que defender a Charlie Kirk, lo que está en juego es recuperar el valor de la verdad en un tiempo donde esta parece haberse vuelto peligrosa.

La cultura relativista nos dice que todo depende del cristal con que se mire. Pero la vida nos recuerda, con crudeza, que no todo es relativo: que la soledad duele, que la mentira destruye, que la fe sostiene, que la familia enraíza, que la verdad libera.

No se trata de imponer dogmas, sino de ofrecer la mejor explicación posible de los datos de la realidad. Y si ese camino incomoda, bienvenida sea la incomodidad. Porque solo en el roce con la verdad podemos encontrar, como dijo Jesús, la auténtica libertad.