La hechura de una novela (I) – In memoriam


Conocí a Jorge Molina Villegas cuando, junto con él, Alberto Quiroga y el joven Andrés Morán, creamos el Comité de Mercadeo del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Además de trabajar por el FITB, el comité se convirtió en una reunión necesaria todos los miércoles para comer, tomar y conversar sabroso, hasta que, por distintas razones, Molina dejó Bogotá por Rionegro, en su natal Antioquia, y nosotros, Anamarta y yo, lo hicimos por Cartagena de Indias, en la costa Caribe. Jorge y yo nunca nos volvimos a ver: él nunca pasó por Cartagena y yo nunca subí a Rionegro, pero sagradamente hablábamos todas las semanas o intercambiábamos mensajes por correo electrónico o wasap.

Nuestro último intercambio de mensajes fue el 6 de marzo de 2023, a raíz de un reporte mío sobre el tratamiento de mi cáncer de próstata:

Molina: “Buena cosa Suerte Abrazos”
Yo: “Gracias. Cómo vas? Un abrazo”
Molina: “Mal!!!!”
Yo: “Molina: Lo siento mucho. Un gran abrazo”

No volvió a contestar mis mensajes, tampoco mis llamadas. Había tomado la decisión de poner fin a su enfermedad, cada vez más agobiante, en una clínica de Medellín, donde falleció el 14 de ese mes de marzo de 2023. Ido, perdí a un amigo y a un mentor en el oficio que apenas empezaba a conocer: el de escritor.

La novela Las bocas del silencio —casi escribo “del recuerdo”—, que acabo de publicar bajo el sello de Yarumo Libros, le debe mucho a Jorge Molina. Fue a él a quien envié las dos primeras páginas que escribí en agosto o septiembre de 2021, y que provocaron este intercambio por wasap del 13 de septiembre de ese año:

Yo: “Las dos páginas iniciales del escrito como prometí, un abrazo,”
Molina: “Mil gracias”
Molina: “Ya leí las dos páginas
Sorprendente todo
Perdiste la vida entera haciendo pendejadas
De verdad quedé con ganas insaciables de leer la página 963.”

Molina: “De verdad, quedé fascinado”

Yo: “Te creo, gracias. El problema, ahora, es que me toca escribir las 961 páginas que faltan... y hacerlo bien.”

Molina: “Estimulá el marcapasos con ron en agua de coco
Receta macondiana.”

A partir de esa fecha, Molina leyó la novela en fragmentos que le iba enviando a medida que los escribía. Fue paciente con todo, especialmente con mis comas, a las que tildaba de “saltarinas”, porque aparecían en los lugares más extraños e insospechados. Lamento mucho que, habiendo sido el primero en leer casi toda Las bocas del silencio —cuando aún se llamaba En busca del Caribe— (la segunda fue Anamarta, que asumió el rol de Jorge cuando falleció), nunca la viera armada, cuando todos los fragmentos se integraron y se volvieron libro. Creo que se lo hubiera gozado, con un Dry Martini (o varios) en la mano.

Nota bene: Por esas vueltas de la vida, la novela fue publicada por Yarumo Libros, uno de cuyos gestores es el poeta paisa Darío Jaramillo Agudelo, quien compartió con Molina aventuras literarias en la Medellín donde ambos crecieron en los años sesenta del siglo pasado.