César Loza se está desligando del “proletariado burgués” que rodea al ministro Edwin Palma, máximo exponente de ese círculo que se viste de obrero mientras opera con los privilegios del poder.
Hay decisiones de Estado que exigen un paso atrás, una respiración profunda y un acto elemental de humildad: escuchar a quienes conocen el terreno, los datos y la técnica. La discusión sobre la eventual venta del activo Permian —hoy operado por Ecopetrol bajo un Joint Venture con OXY en Estados Unidos— es una de ellas. No es fácil ponerse en los zapatos de la USO, y menos en los de los 15 de los 20 directivos que, tras una reunión con el presidente Gustavo Petro, se opusieron con criterios estrictamente técnicos a desprenderse de un activo que sostiene buena parte de la estabilidad operativa y financiera de la principal empresa de los colombianos.
Lo hicieron, además, con una serenidad que contrasta con la mezcla explosiva de improvisación y ego ideológico que ronda la propuesta gubernamental. Y lo hicieron cargando una responsabilidad histórica: defender no solo un campo petrolero, sino lo que este representa para el país en reservas, autosuficiencia, tecnología y credibilidad.
EL PERMIAN: un activo que no se improvisó
El debate no se reduce a un capricho sindical ni a un apego emocional a un activo en el exterior. Desde 2019, el Permian ha sido para Ecopetrol un punto de inflexión:
- 115.000 barriles diarios de producción.
- 189 millones de barriles en reservas probadas.
- Acceso a tecnología de shale oil que Colombia no posee.
- Diversificación geográfica frente a la incertidumbre regulatoria doméstica.
- Mantenimiento del índice de reposición de reservas.
- Soporte directo a sus métricas: EBITDA, flujo de caja, valor de la acción.
Por eso la pregunta es simple:
¿Puede Colombia darse el lujo de desmontar uno de sus activos más estratégicos justo cuando más lo necesita?
La USO: técnica, no política
La USO —tantas veces estigmatizada como un actor de confrontación— actuó aquí como debería hacerlo cualquier institución seria: con cifras, con proyecciones y con documentos técnicos. No defendió prebendas; defendió datos.
Y aquí hago una claridad personal, porque me corresponde por historia:
Como hijo de las luchas de Ecopetrol, que vió nacer un sindicalismo combativo, ético y profundamente técnico, debo decir que este episodio marca un retorno a esa esencia.
El sindicato vuelve a ocupar su lugar natural, desprendiéndose de la cercanía complaciente que sectores del Gobierno esperaban. Y dentro de ese giro, un hecho simbólico:
César Loza se está desligando del “proletariado burgués” que rodea al ministro Edwin Palma, máximo exponente de ese círculo que se viste de obrero mientras opera con los privilegios del poder.
Ese distanciamiento le devuelve a la USO su independencia y su autoridad moral, y le permite posicionarse nuevamente como el actor técnico que defiende a los trabajadores y a la industria desde la evidencia y no desde la ideología.
Transición energética sí, pero sin suicidios económicos
La transición energética es necesaria. Irreversible. Urgente incluso. Pero al igual que combatir la corrupción o la ineficiencia pública, nada se logra destruyendo los cimientos que permiten financiar la transformación.
No se construyen molinos derribando refinerías.
No se crea hidrógeno quebrando al que genera los recursos.
No se financian renovables espantando la inversión con discursos incendiarios.
Pero hay una dimensión crítica que este Gobierno tampoco ha entendido:
Ninguna transición energética será posible sin el talento humano, sin la academia, sin la formación técnica y tecnológica, y sin la reconversión laboral de miles de trabajadores.
La transición necesita:
- Técnicos y tecnólogos en energías renovables,
- Ingenieros capaces de integrar IA con redes eléctricas,
- Operadores certificados en hidrógeno,
- Investigadores en almacenamiento energético,
- Trabajadores reentrenados para nuevas cadenas de valor,
- Universidades alineadas con la nueva matriz productiva.
Y ese talento no aparece por decreto, ni por romanticismo político.
Se construye con inversión, con estabilidad, con diálogo social y con instituciones fuertes.
Se construye protegiendo a los trabajadores, no sacrificándolos en el altar de la ideología.
La clase trabajadora lo sabe:
La transición sin formación no es transición. Es exclusión.
El capítulo olvidado: LOS RIESGOS
Si Colombia vende el Permian hoy, abre un portón de riesgos que el país parece subestimar:
1. Riesgos financieros
- Disminución del flujo de caja de Ecopetrol.
- Caída del valor de la acción.
- Menor capacidad para financiar renovables e innovación.
- Mayor costo del capital por riesgo país e incertidumbre.
2. Riesgos operativos
- Reducción del índice de reposición de reservas (ya crítico).
- Pérdida de tecnología shale.
- Dependencia exclusiva de campos maduros en declive.
3. Riesgos macroeconómicos
- Menor ingreso al fisco por dividendos y renta.
- Presión sobre el déficit fiscal.
- Inestabilidad en la balanza de pagos.
4. Riesgos energéticos
- Disminución de autosuficiencia.
- Vulnerabilidad ante shocks internacionales.
- Mayor dependencia de combustibles importados.
5. Riesgos políticos
- Señal negativa a mercados e inversionistas.
- Percepción de decisiones guiadas por ego, no por técnica.
- Deterioro de gobernanza.
6. Riesgos institucionales
- Fricción Junta–Gobierno–sindicato.
- Interferencia política en decisiones técnicas.
- Precedente peligroso para futuras ventas de activos.
La trampa del discurso: vender para financiar lo no financiado
El presidente Petro propone financiar:
- Energías renovables.
- Hidrógeno.
- Inteligencia artificial.
Pero la realidad es otra:
- Los proyectos eólicos y solares están detenidos.
- Falta infraestructura eléctrica.
- No existe un modelo viable para el hidrógeno.
- La regulación es incierta y volátil.
- No hay integración real de IA en la transición energética.
El riesgo es monumental:
vender un activo estable, para financiar proyectos inestables.
Conclusión: no es petróleo vs. transición. Es razón vs. ego.
La discusión no es ideológica.
Es técnica.
Es de país.
Es de futuro.
La USO defendió —con acierto y valentía— la estabilidad energética del país, la salud financiera de Ecopetrol y la responsabilidad institucional frente a decisiones que no admiten improvisación.
Y como lo recuerda Harari, las grandes transiciones de la humanidad no ocurren por romanticismo político, sino por la capacidad de construir sistemas complejos sin destruir los existentes antes de tiempo.
Lo que está en juego no es un activo.
Es evitar que la transición energética se convierta en un salto al vacío.
Y así duela admitirlo:
el puente hacia el futuro aún se financia con petróleo, con talento humano y con ciencia.
No con consignas.