¿Por qué se enreda tanto la elección del contralor distrital? La respuesta es menos misteriosa de lo que parece: cuando no leemos, no aprendemos, y por eso es esencial tener claro qué hace realmente un contralor y por qué su elección importa tanto para la ciudad.
La Contraloría es el órgano de control fiscal encargado de vigilar cómo se usan los recursos y bienes públicos. Su misión es garantizar que cada peso se administre de manera adecuada y transparente, prevenir el desvío de fondos y fortalecer la gestión pública mediante auditorías, fiscalización e investigaciones rigurosas. Su razón de ser es proteger el patrimonio colectivo y asegurar que la administración funcione bajo principios de eficiencia, legalidad y responsabilidad.
Las funciones de la contraloría y de sus delegados son amplias y decisivas: verificar que las entidades públicas y los contratistas que manejan recursos del Estado los inviertan correctamente y para los fines previstos; realizar auditorías, inspecciones e investigaciones que permitan evaluar la probidad y el buen funcionamiento de los organismos públicos; determinar responsabilidades fiscales, imponer sanciones administrativas y buscar el resarcimiento del daño al patrimonio público mediante la jurisdicción coactiva.
Además, ejerce vigilancia constante sobre la gestión fiscal en todos los niveles, revisa proyectos de infraestructura, programas sociales y cualquier acción estatal que implique recursos. También promueve el control social, invitando a la ciudadanía a denunciar irregularidades y participar activamente en la vigilancia del dinero público.
La Contraloría aplica distintos tipos de control: el financiero, basado en auditorías que verifican que los estados financieros reflejen fielmente la realidad; el de legalidad, que examina si las operaciones se ajustan a las normas; y el de resultados, que evalúa el cumplimiento de metas, planes y programas, determinando si la administración hace lo que promete y cómo lo hace.
Con este panorama, resulta evidente por qué elegir al contralor genera tantas tensiones: quien llegue a ese cargo debe tener la independencia, la solvencia técnica y el carácter para incomodar al poder cuando sea necesario. Y por eso mismo es que la elección suele volverse un enredo lleno de movidas políticas, intereses ocultos y presiones soterradas.
Ahora queda claro el “misterio”: en muchas ocasiones se busca un contralor de bolsillo, al estilo ciego, sordo y mudo, para que la administración y sus contratistas puedan andar tranquilos, sin temer la vigilancia real del órgano encargado de proteger el patrimonio de todos.