La herencia política


A pesar de que el artículo 40 de la Constitución Política establece con absoluta claridad que todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político, la realidad es muy distinta. Ese artículo, que debería garantizar igualdad, mérito y pluralidad, se ha convertido en letra muerta frente a la forma en que los partidos y movimientos políticos han decidido actuar. La autonomía constitucional ha sido desconocida de manera sistemática por las mismas colectividades que, en vez de abrir espacios democráticos, han instaurado un verdadero “poder familiar”, una especie de "Clan político" que ha venido torciendo el sentido de la participación ciudadana.

Las listas para Cámara y Senado están siendo ocupadas por hijos, hermanos, cuñados y parientes de los mismos politiqueros de oficio que han pagado para gobernar y que han gobernado para robar. 

Lo que debería ser un escenario de representación amplia se ha transformado en una herencia de poder, casi monárquica, donde los apellidos pesan más que la formación, la trayectoria o el compromiso con lo público. 

El país está cansado, pero el pueblo debe despertar: la ignorancia y la ingenuidad no pueden seguir sosteniendo la captura del control político por parte de familias tradicionales que han empobrecido al Estado y saqueado sus recursos durante décadas.

Hablar de democracia mientras se perpetúan dinastías disfrazadas de candidaturas legítimas es una burla al ciudadano. Colombia necesita recuperar el espíritu del artículo 40, rescatar la participación auténtica y romper definitivamente con los clanes que han convertido lo público en patrimonio privado. 

El poder no se hereda: se gana con mérito, con trabajo y con vocación de servicio. Y es hora de que el país lo recuerde.