La carrera del consumismo, ¡qué barbaridad¡


Es la misma situación de consumo masivo de la sociedad que nos ha llevado a unas circunstancias de inestabilidad financiera. Las empresas oferentes de bienes y servicios están produciendo todos los días nuevos productos. Nos manejan como maniquí. Y para invitar más al consumo, el Banco Mundial acaba de asegurar que las personas que ganan dos millones de pesos en adelante son ricas.

Tanta insensatez con la clase trabajadora de Colombia. La cantidad representa el 2.5% de la población en Colombia, según ellos. Pero lo que no dice es que la mayor parte de la población se gana el salario mínimo. Podría estar llegando a un 80% -Ahora no vengan a detenerse a analizar la cifra del 80%, de dónde la saqué, quizás es hasta mayor el porcentaje-

El mismo estudio asegura que el 30.5% son de clase media, el 36% en riesgos de caer en la pobreza y el 31% son pobres. Sumado todo eso da la cifra del 97. 5% que no son ricos. Carajo, cuándo será que todas las personas que se ganan el mínimo hagan un paro para protestar por esta realidad que carcome la estabilidad familiar de muchos colombianos. Y si se le agrega la nueva reforma tributaria, los sueldos o salarios están más esquirlados.

El dinero fácil es sabroso. Entusiasma y corrompe al más incorruptible. Eso es una realidad. Por eso los grandes capitales permearon toda la economía y a todos los poderes públicos en Colombia y quizás en casi toda América Latina. Eso convirtió a las ciudades y regiones enteras en centros de consumo masivo.

Así es. La sociedad colombiana se aburguesó con tanto dinero corriendo por todas las esferas sociales y la carrera del consumismo se apoderó de las familias, ¡qué barbaridad¡, llevándolas a un estatus sin regreso de una privilegiada posición social y económica que las tiene enredadas en una telaraña de comprar todo lo nuevo que sale al mercado.

Los grandes productores al ver este auge de dinero y la solvencia de las familias y estados completos, irrigan su poder con grandes promociones y publicidad en la gente, que hoy en día nos tienen atrapados en sus líneas de producción. El mercado atrapa y fuerte. El neuromarketing está en su esplendor. Nadie se puede salir.

Para poner un ejemplo sencillo. De la panela de celular al tablet. Escuchar decir a muchas personas que ellos compran libremente en el mercado, es una gran mentira. Compran porque están inducidas, alienadas y clasificadas como demandantes y punto. -Muchas veces compras y no le encuentras uso a lo que compras- . Sencillo, las mentes nos las tienen trastocadas por el deseo permanente de consumir.

¿Y quién consume en el mercado? Todas las personas de cualquier estrato o condición sociales. Nadie se salva. Hasta el más pobre de los pobres tiene que comprar. Aquí es cuando debe salir a relucir la verdadera Responsabilidad Social Empresarial de las organizaciones empresariales, en el sentido de darles orientación a los consumidores del uso adecuado de los bienes y servicios que compran. Claro, no deja de influir la educación, la cultura, la religión y hasta el vecino en la adquisición de cualquier producto.

Nuestra condición agropecuaria, que es la vocación original de Colombia, ha sido relegada. Todos los países del mundo desarrollados comenzaron a partir del campo. Nosotros hemos brincado a otras satisfacciones tecnológicas y hemos descuidado tantos recursos naturales que poseemos por querer estar a la par del último grito de la moda.

Mentira, nos estamos atrasando más al permitir que el tiempo se nos pase y no haya nada que hacer. Un ejemplo de actualidad. Colombia es un país privilegiado por tener dos mares. -Así nos enseñaron en clase de geografía-. ¿Y cuándo Colombia ha explotado esa gran potencialidad que tiene? Jamás la ha aprovechado. Ahora con la pérdida del mar territorial con Nicaragua es que vienen a darle la importancia Es demasiado tarde. Ahora tienen otros dueños.

Al convertirnos en una sociedad de consumo, no nos podemos dar el lujo de causar algún desajuste emocional a la familia por no tener la capacidad de compra del nuevo bien o servicio que acaba de salir al mercado. Esta situación impone una obligación, que debe ser atendida tarde que temprano, con el próximo mes de sueldo, con las primas, con la venta de un activo o hasta con un préstamo. La condena es que tenemos que adquirir el último plasma, ya el vecino lo tiene. ¡Y no puede ser que ni siquiera tiene trabajo y ya lo consiguió¡ Doble condena social. Y se entra en un estado envidioso, provocado por el instinto mental de consumir a como dé lugar.

Y aquí es donde años tras años las familias han venido acumulando obligaciones a sus tantas necesidades que las ha llevado a un ambiente de sequía económica que los tiene al borde de la locura y del suicidio.

Podrán existir otros motivos a tanta estrechez económica en las familias, pero el desbordado consumo es el que en parte nos tiene agobiados. Y como complemento, desprotegidos de la función esencial del estado. Que los ciudadanos tengan acceso a los servicios básicos que ofrece el mercado. Las ligas de consumidores se quedan cortas ante tanto consumismo.

Y por último, el nuevo alcalde o alcaldesa de Cartagena, si es que hay elecciones, ojalá pudiera cambiar siquiera en el sector turístico el paradigma de los costos de sus servicios.

Los ciudadanos y ciudadanas que vivimos aquí no somos turistas. Los precios siguen igual para el extranjero como para los nativos. Nunca se les olvide que en Cartagena somos más y si se quiere construir ciudad hay que comenzar por dignificar a sus ciudadanos y ciudadanas, lo demás es puro cuento de velorio.


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