Las casas de justicia y el pecado de la lentitud


 

En Colombia, según la fundación Plan, en nueve de cada diez casos de violencia intrafamiliar, la víctima es la mujer.  Cada seis días una mujer es asesinada por su cónyuge y una de cada cinco niñas es abusada sexualmente….

Emilia Cabarcas, hoy es la protagonista de mi historia.  Es una mujer frágil.  Lo dicen los delicados plieguecitos que se forman sobre su piel.  Tiene 68 años y sólo una mirada de ella, basta para conocer las penurias que la vida la ha hecho llevar a cuestas…

Esta matrona, llora en silencio la pena profunda que su hijo le ha causado.  Al parecer quiere quedarse con la casa que a Emilia le heredó su santa madre, y a toda hora es víctima de los maltratos de su único hijo varón.

“Hace unos meses me pegó seño y lo peor es que no puedo estar en mi casa, porque todo el día me está gritando y maltratando, por lo que tengo que irme para la casa de una vecina y ya regreso es tarde en la noche a dormir”,  asegura Emilia, tratando de deshacerse del gran tarugo que se le hace en la garganta, cada vez que recuerda su mala suerte.  “A mis nietos les pasa diciendo que yo soy una vieja loca que yo no soy su abuela”, continúa Emilia, contando que a pesar de que lo ha echado varias veces de sus casita, él le dice que no se irá hasta que ella no le devuelva los 18 millones de pesos que se gastó poniéndole las baldosas a la casa.

Desesperada por las constantes mortificaciones a la que es sometida por su primogénito, decidió ir a exponer su caso en manos de quien según el Estado, tiene la misión de “PREVENIR, GARANTIZAR, RESTABLECER Y REPARAR, los Derechos de cada uno de los miembros de una familia, en donde se han presentado hechos de violencia intrafamiliar…”:  La Comisaría de Familia.

 

Comienza el Vía Crucis

 

Emilia vive en el barrio Bruselas. Muy temprano, sin desayuno y con 7 mil pesos en su bolsillo, comenzó su travesía en el transporte público de  “La Fantástica”. Llegó a la Defensoría del Pueblo, en el conocido barrio Manga. Desde allí, fue remitida a la casa de justicia de Chiquinquirá, y en ésta última le dijeron que debía trasladarse hasta la Casa de Justicia del Barrio El Country, porque en este recinto de los Derechos, era en donde le correspondía ser atendida.

 

Eran las 2:30 de la tarde.  Emilia estaba sin desayuno y sin almuerzo, y aun así llegó a la Casa de Justicia del Barrio El Country.  2:30 de la tarde…  A esa hora apenas inicia la jornada laboral vespertina, que se extiende hasta las 6:00 p.m.,  según lo establecido para estas honorables entidades del Estado, cuya misión es PREVENIR, GARANTIZAR, RESTABLECER Y REPARAR, bla bla bla bla”. (que no lo digo yo, sino los cartelitos corporativos esos, elegantes y circunspectos, que suelen colgar algunas entidades en sus salas de espera para generar confianzas en la gente o peor aún, para alardear de lo que parece, ni siquiera se les ha pasado por la mente hacer al calificado equipo que allí labora).

En la casa de Justicia, hay una funcionaria que entrega los turnos a las personas que acuden a la entidad. (Imagino que muy sensibilizada ante los temas que allí se tratan, porque en caso de no ser así, me atrevo a suponer que por no cumplir con el perfil para desempeñar este tipo de cargos, no hubiese sido contratada para estos menesteres).

Justo a las 3:40 p.m. después de un extenuante día, la funcionaria de la casa de justicia, muy apenada, le dice al grupo que espera expectante ser atendido por la Comisaria de Familia, que “la Doctora manda a decir que no va a atender más personal, porque está muy ocupada en labores de archivo”… Sí así como leen, la Doctora, (que no sé en qué prestante Claustro del Conocimiento habrá recibido su Doctorado),  no puede atender más personal porque está muy ocupada en labores de archivo.  “Que con mucho gusto el lunes a partir de las 8:00 de la mañana, pueden regresar a tomar sus turnos” finaliza la funcionaria.

Será que el sueldo que le pagan a la Doctora no le alcanza que tiene que ejercer labores de archivista?  ¿Será que tendrán que mejorarles las condiciones salariales y laborales a los Comisarios de Familia colombianos que tienen que rebuscarse haciendo otras actividades alternas para ajustar su sueldito?  (Actividades alternas que le roban a las víctimas o a los usuarios, lo valioso de su tiempo, de su tranquilidad y lo peor, de su dignidad).

Emilia entristeció, porque  no entendía cómo después de tanto tiempo que le había costado llenarse de valor para ir a la casa del ejercicio de los derechos, y con lo que le costó reunir los 7 mil pesos para trasladarse de un lado para otro, una honorable funcionaria, le haga tremendo desaire.

Lo peor de esta historia, es que cuando se le reclamó a la inepta funcionaria la falta de respeto con una ciudadana víctima de violencia, nuestra muy necia empleada, con toda la propiedad del caso, exclame:  “Pero yo no le veo ningún golpe ni ningún morado, así que no veo cómo puede decir que la señora es víctima…. Víctima de qué, que regrese el lunes, que la Docgtora la atenderá”.

Qué ironías de la vida, como si para ser víctima fuera necesario tener las costillas rotas, el fémur fracturado, la boca llena de sangre o estar en silla de ruedas con huellas de maltrato visibles... O con un cartel colgado al pecho para que los pusilánimes delegados para garantizar los Derechos de las personas, se enteren que una persona está siendo vulnerada…

La pregunta que me surge con todo esto es: ¿En manos de quiénes está la responsabilidad de garantizar, restablecer y reparar nuestros Derechos cuando estén siendo vulnerados?

¿En manos de qué insensibles está el compromiso de recibir las denuncias, y adoptar medidas de emergencia y protección necesarias en casos como éste?

¿Será que para este tipo de trabajos, cualquier perfil es válido?  Porque si es así llenemos esos circos del Derecho de payasos, maromeros, limpiavidrios y recogelocos….

A quien corresponda: Dejemos de manejar esos triples discursos en donde lo que decimos, pensamos, y hacemos no tiene ninguna correlación.  Lo digo por el cartelito este: "Cualquier persona no importa edad, sexo o condición pueden acudir a denunciar ante la Comisaria de Familia cualquier acto que considere que esté afectando su integridad física, psicológica o moral".

 

Emilia, apreciados lectores, no sólo es víctima de su hijo.  Es también víctima de nuestra inoperante Justicia Colombiana.

 

Ángela Jiménez Paternina

Periodista


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