El gobierno se ha pronunciado en continuas ocasiones manifestando que no tienen un plan B en caso de una victoria del NO en las urnas, dicha afirmación tiene fundamento en el entendido que sí fracasa en las urnas el acuerdo, el presidente Santos perdería todo su capital político, pierde legitimidad frente al país que lo eligió y la comunidad internacional. No se ha contemplado la posibilidad de renegociación, y en caso de hacerlo aparecerían los interrogantes de ¿Qué puntos se renegociarían? , ¿Quiénes serían los nuevos negociadores de ambos bandos? , ¿Quién pondría la cara a la comunidad internacional? , ¿Qué sucedería con los miles de millones que ya han aportado algunos países? , estas preguntas sin respuestas serían el inicio de una multitud de opiniones divididas y la continuación de una polarización sin precedentes en la historia del país.
No hay cabida a otro mecanismo de participación ciudadana para decidir sobre el mismo acuerdo de paz, aunque el plebiscito no tiene carácter normativo y por lo tanto es de carácter político como lo ha manifestado la corte constitucional mediante la sentencia C-379/16 resultaría incongruente buscar otros caminos para volver a preguntarle al pueblo sobre el mismo tema ya tratado. El alto comisionado para la paz Sergio Jaramillo ha reforzado esta hipótesis anteriormente planteada en dialogo con RCN radio donde argumenta que en caso de una eventual derrota en las urnas el proceso se acaba, no hay lugar a modificaciones posteriores al acuerdo.
Una victoria del NO nos ubica en un limbo político a nivel nacional e internacional. La interpretación que harán los países respecto a este escenario será que los colombianos queremos seguir en una lucha armada por mucho más tiempo y el acuerdo no fue lo suficientemente adecuado para aceptarlo integralmente.
Siguiendo la idea anterior, En caso que gane el NO en las urnas es menester considerar que los acuerdos no han llenado las expectativas de un pueblo que está extenuado del conflicto interno con las FARC pero no desea realizar tantas concesiones a este grupo subversivo. Las opiniones están divididas, la falta de voluntad de las FARC en aspectos puntuales como los secuestrados, menores de edad y dineros del narcotráfico conducen a minar la posibilidad de creer en la desmovilización y voluntad de paz de este grupo guerrillero.
Cada persona habilitada para votar en el plebiscito ha formado su criterio en relación a este proceso de paz con las FARC de acuerdo a sus creencias, ideología y la información que recibe en medios de comunicación, academia, trabajo. Dicho esto lo correcto éticamente para el dos de octubre es considerar sí querer alcanzar el fin del conflicto con este grupo armado responde a los acuerdos logrados en la Habana luego de cuatro años de negociaciones. Es decisión de cada colombiano imaginar los escenarios del SI y los del NO antes de los resultados de las votaciones del plebiscito.
Finalmente, no puede verse este acuerdo como lo pintan los que apoyan el SI a ciegas ni como lo ven los del NO. Ambos extremos están empañando el verdadero objetivo del proceso, ambos bandos utilizan argumentos falaces para confundir a las masas. La consecuencia del fanatismo es la pérdida del sentido crítico, si nos rehusamos a pensar con criterio propio caemos en el engranaje de una ideología sesgada y sin el mínimo de raciocinio. De ahí la importancia de pensar y elaborarse un pensamiento propio que puede coincidir con una ideología o partido político pero reconociendo los límites del discernimiento.