¡El gran perdedor!


Las elecciones del pasado domingo 29 de octubre donde fueron elegidos gobernadores, diputados, alcaldes, concejales y ediles, sirvieron como termómetro para medir la impopularidad y la derrota de las políticas del actual gobierno. El presidente Gustavo Petro Urrego y el pacto histórico, hoy sin credibilidad ante la opinión pública, hecho que se veía venir desde sus orígenes por la alianza macabra y los miembros que la conformaron, se sabía que tal pacto no funcionaria.

Muchos errores cometidos por el actual jefe de estado, el cambio de ministros, reformas infructuosas a la salud, al trabajo, la falta de un equipo de gobierno sólido, los escándalos de corrupción, afectaciones por el aumento de los precios a los bienes de consumo prioritario, el aumento de la gasolina, aumento del dólar todos los meses. La inseguridad, la delincuencia se apoderaron de gran parte del territorio, haciendo insoportable tener que salir a las calles.

El panorama no es claro, el gobierno debe recibir el comportamiento electoral de los colombianos del pasado  29 de octubre  como un aviso de alerta para reorientar los esfuerzos y concentrarse en el control público y social; imponer  una política de estado de mano dura contra la corrupción y el control de la inversión para que los recursos destinados a las obras y proyectos de infraestructura de educación, salud y seguridad no sean desviados y terminen en manos de los corruptos contratistas y funcionarios de turno.

Colombia no necesita más reformas ni más leyes, necesitamos que el gobierno y la administración recuperen la autoridad, necesitamos rescatar la moral administrativa, que los entes de control realicen su trabajo, imponiendo el control fiscal, disciplinario y penal, que ponga fin a la impunidad que favorece a los depredadores de los recursos públicos que dejan a los niños con hambre, desnutridos y a las comunidades sin servicios públicos esenciales. No podemos seguir permitiendo la existencia de beneficios como la casa por cárcel o cómodas celdas para los delincuentes de cuello blanco, no más privilegios para los criminales. 

En nuestra sociedad la clase alta vota por contratos, los de clase media por puestos de trabajo y los pobres por una misera promesa o por un plato de comida.

El gobierno de izquierda debe reaccionar y empezar a corregir los errores del pasado y sus propios errores cometidos o pasara a la historia como la peor etapa que nuestro país enfrento.  ¡Aún se está a tiempo para que el gobierno de Gustavo Petro no se convierta en el gran perdedor!       

 


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