FRONTERAS SIN LEY NI AUTORIDAD


El Darién, región ubicada en la zona limítrofe entre las repúblicas de Panamá y Colombia, recibe el nombre de tapón por ser una zona selvática, húmeda, pantanosa, con abundante vegetación, provista de exótica fauna y flora, lo agreste de sus condiciones climáticas y geográficas ha sido la justificación para que el proyecto de construir una vía que una todo el continente americano, no sea haya dado.

El Darién es un punto estratégico para los migrantes pasar de América del sur a centro América, los pone más cerca de cumplir la meta de llegar a Estados Unidos para poder hacer realidad el anhelado sueño americano. En su recorrido, los migrantes no le importan a nadie, las autoridades no afrontan el problema con la relevancia que merece, dejando libre el espacio para que organizaciones al margen de la ley sean los que impongan las reglas, incluyendo la pena de muerte de ser considerado necesario.  Abusos, maltratos, homicidios, y violaciones, todos considerados crímenes graves cometidos en contra de los migrantes que transitan irregularmente quedan en la impunidad. Los derechos humanos contemplados en la declaración universal en esta condición no funcionan “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.” Para los migrantes no hay quien les garantice los derechos humanos fundamentales.

Este tipo de migración irregular reúne a personas de distintas nacionalidades, sin límite de edad, sexo o género, muchos de ellos llevan a sus niños por esta aventura, el común denominador es poner como justificación la falta de oportunidades en su país de origen, suficiente razón que los impulsa a soportar lo inimaginable, con la ilusión que podrán cambiar sus vidas, al cambiar de país de residencia.

Las cifras obtenidas de un reportaje de CNN Latinoamérica son escalofriantes y alarmantes, durante el año 2022 mas de 248.284 personas de distintas nacionalidades cruzaron de Colombia hacia Panamá por la región selvática del Darién.

Los países cuyo transito es obligatorio por los migrantes deben implementar planes de control y apoyo para que las personas en tránsito lo hagan de forma segura y no se les convierta en un problema de seguridad nacional y de salud pública.

Por más que se tenga la necesidad de migrar a otro país, el precio a pagar no puede ser la vida, de los últimos casos que me han impactado fue el de un hijo que dejo a su madre abandonada en su paso por la selva al pensar que esta había fallecido, de no ser porque a la mujer no le tocaba la hora de morir este hubiese sido el fin de su viaje llamado vida.

Para miles de personas, el sueño de mejorar la calidad de vida en un país diferente al de origen, es motivo suficiente para iniciar la travesía, la vida es lo de menos, perderla puede ser el precio de haberlo intentado.  

 


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