Las protestas realizadas por más de cinco millones de colombianos en varias ciudades del país, manifestando su desacuerdo con la reforma tributaria, no solo ha sido el escenario perfecto para que los enemigos de la democracia vandalicen las protestas, destruyan bienes de uso público y transgredan propiedades privadas. El saqueo, los ataques a la fuerza pública y a las edificaciones donde funcionan entidades del Estado, dejan claro que no es suficiente protestar para obtener un mejor País, más aun, cuando la realidad demuestra la extrema necesidad de mejores ciudadanos y gobernantes. La violencia genera pobreza, quemar buses, romper vidrios, saquear bancos y centros comerciales no acaban con la injusticia, ni derrotan la corrupción; el único camino al progreso y la libertad es la educación. No podemos protestar sin tener conocimiento de los derechos y deberes contenidos en nuestra constitución política. Si los participantes de las protestas conocieran lo dispuesto en nuestra Carta Magna, entenderían que el camino para alcanzar el Estado ideal y el bienestar general no es la marcha, ni el paro, ni la protesta; y mucho menos la violencia, es la participación democrática, por medio del cual demostramos nuestro verdadero compromiso con la sociedad, siendo transparentes en las urnas, acompañados de valores y principios, a la hora de ejercer nuestro derecho al voto.
Para concluir, de la lectura del preámbulo constitucional, descubro que ha transcrito el secreto más grande para alcanzar la paz, la justicia, la igualdad, el respeto y el progreso que anhelamos; la norma suprema nos deja la llave maestra que abre puertas al Estado ideal, de modo que, “Invocando la protección de Dios”,podremos resolver los problemas que enfrenta nuestra sociedad.
Hoy, como todos los días, confirmo que no hay fórmula más eficiente que su poder y protección para alcanzar el bien que buscamos.