El juego de ajedrez lo gana quien logre poner al rey rival en una posición en la que no tenga opción de realizar ningún movimiento, quedando descubierto, vulnerable e ipsofactamente derrotado; en ese preciso momento termina la partida. El ajedrez es un juego de astucia, sabiduría, destreza y poder mental. No es apto para débiles ni para inexpertos, razón por la cual puedo comparar el escenario político local con una partida de ajedrez.
El actual alcalde de Cartagena, William Dau Chamat, demostró su perseverancia manteniéndose en el cargo durante la mayor parte del periodo para el que fue elegido. Y hoy, faltando tres meses para completar su mandato, esperamos que lo termine. Pero lo contrario ha ocurrido con su método de gobernar: no ha cumplido con su precario programa de gobierno y ha demostrado que no tiene experiencia, siendo la improvisación la figura predominante de su administración.
Argumenta que durante lo que va corrido de su periodo no se han presentado hechos de corrupción ni de malversación de los dineros públicos, situación que en todo caso es absolutamente lógica si tampoco se han realizado obras ni desarrollado o ejecutado programas de inversión.
La permanente lucha del alcalde William Dau contra los que llama malandrines no le permitió al gobernante atender los problemas de ciudad, mientras las promesas de ver tras las rejas a los corruptos fueron solo eso: una promesa.
Los supuestos malandrines archienemigos del alcalde, como él los identifica, no solo están libres, sino que se han defendido de todos los ataques. En muchos casos la justicia ha obligado a William Dau a retractarse de sus acusaciones, considerándolas calumniosas e improbadas. El principio de la buena fe es un derecho de carácter constitucional y todo el mundo es inocente hasta que se compruebe lo contrario.
Quien será el próximo alcalde no está claro; las encuestas, las intenciones de voto, las campañas políticas no definen el resultado. Solo el 29 de octubre, después de las cinco de la tarde, tendremos el nombre del candidato elegido por el pueblo, y será en ese momento cuando reviva la esperanza de un cambio para la ciudad o se ratifique la condena a seguir sumergidos en la descomposición social y la pobreza que desdibuja la belleza de nuestra querida ciudad. Esa es la disyuntiva.
Lo que sí es una realidad es que tenemos una ciudad insegura, tugurizada, invadida, empobrecida, sin gobierno. Como consecuencia de su falta de autoridad, la ciudad se encuentra a la deriva, en el más completo caos, en manos de la inseguridad; todos los días se cometen homicidios y el hurto es una actividad común en las calles, en los barrios, en todos los sectores, desde los más exclusivos hasta los más marginados.
El próximo alcalde de Cartagena tiene grandes retos por cumplir. Debe dedicarse a gobernar y a resolver los problemas de ciudad: caos en movilidad, inseguridad, desatención en salud, educación de baja calidad, tugurización y déficit de viviendas, entre muchos otros. Y debe sacar adelante el Plan de Ordenamiento Territorial -POT – que no pudo concretar el actual gobierno.
El 29 de octubre se le advertirá a la administración del actual alcalde sobre un jaque, para luego, el 31 de diciembre, día de la hora cero, decirle al burgomaestre: «tu tiempo terminó, tu gobierno fracasó… ¡jaque mate! «