Los ciclistas amables y fraternos


Quienes contamos con el privilegio de montar  en bicicleta, hemos experimentado la amabilidad de aquellos que  madrugan por la vía a ejercitar su cuerpo pedaleando. Cuando un grupo de ciclistas pasan por nuestro lado nos sorperenden con los “buenos  días”, que se repiten uno a uno. Todavía no he  visto el primer rostro triste, ni las caras reflejan amargura. Madrugar, vestirse para la ocasión, revisar la  bicicleta y programar la ruta, es voluntario, razón por la cual, quien va en bicicleta, es consciente de lo que está haciendo, lo hace por gusto, por ejercicio, algunos por deporte; disciplinados, prevenidos, atentos, pero montando con el corazón, me atrevo a asegurar que muchos comparten esta opinión. Hoy,  no solo experimente la amabilidad  del saludo, llegando al kilómetro 37 “ La Europa”, en la via Barranquilla,  mi amiga Margarita, quien tomó la decisión de acompañarnos a nuestra ruta dominical nos gritó: “¡creo que estoy espichada!”, de inmediato paramos y mirándonos las caras dije: “¡se jodio esto!”, “creo que en Arroyo Grande hay una llantería”;  Mientras caminábamos  rumbo a la llantería, pasó un pequeño grupo de siete o diez ciclistas, cuando de pronto uno de ellos preguntó:“¿Qué te pasó?” Le conteste: “¡se espichó!”, su respuesta inmediata fue: “¡Ven pa’ ayudarte!”

Fue  así como el grupo se detuvo, bajaron todos de su bicicleta y procedieron a socorrer a mi compañera de ruta. Sin conocernos, y sin pregunta alguna, voltearon la bicicleta, desarmaron la llanta, y con las herramientas que portaban taparon el pequeño agujero que un vidrio le causó al neumático por donde se había escapado el aire, sin embargo, la amabilidad no terminó ahí, uno de ellos sacó su bomba para inflar y al poco tiempo, la bicicleta de Margarita estaba lista para seguir su recorrido. Qué alegría que exista gente de buen corazón, personas aún dispuestas a  servir al prójimo  sin conocerlo. “Hoy  por mi, mañana por ti”, sin ningun interés. Sus rostros mostraban la alegría que sentían al ayudar a otro. No descarto que estos ciclistas, con casco, zapatillas y herramientas, parches y pegante, usurparon el papel de mi ángel de la guarda. Que Dios los proteja y que sigan pedaleando, haciendo el bien sin mirar a quien, enseñando, que mientras se practica un deporte se puede ser generoso y servicial, buena nota por los ciclistas amables  y fraternos.


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