Nada nuevo


Rasgarnos las vestiduras con asombro como reacción a los escándalos de abusos de poder, chuzadas, empleados de servicios domésticos que son sometidos a pruebas de polígrafo, financiación de campañas presidenciales que presuntamente superan los topes permitidos, con dineros provenientes de benefactores cuya reputación se discute, no es nada raro, ni nada nuevo en la historia de nuestro país.

A la hora de participar en contiendas electorales, parece que es costumbre de quienes anhelan el poder, considerar lo ilegal y lo inmoral, como una ayuda que debe ser recibida, utilizada y aprovechada. Dejan en evidencia que toman decisiones basadas en el argumento: “el fin justifica los medios”. Recibir apoyo a diestra y siniestra es de utilidad, hay que cubrir los viajes en vuelos chárter, los costos de publicidad, manejo de medios, encuestas, concretar a los lideres territoriales para que estos a su vez tengan toda la infraestructura logística para conquistar el electorado y lograr la victoria.

En la democracia colombiana las campañas políticas para las elecciones por voto popular se mueven gracias a los recursos. Resultar elegido en Concejos, Alcaldías, Asambleas y Gobernaciones, no solo requiere del talento y capacidad del candidato; también requiere grandes inversiones económicas. Son muy raros los casos donde se obtiene la victoria por la opinión y la convicción absoluta del elector.

La incultura del pueblo, facilita las cosas, el no hacer un análisis de los programas de gobierno, de la hoja de vida del candidato, de los aciertos y desaciertos del partido político que lo avala, sin duda, lo facilita todo.

El ocupar un cargo de elección popular, debe ser una decisión  que se tome por vocación de servicio del candidato, con los sueldos que reciben los servidores  públicos, no se puede costear una campaña. La inversión económica es completamente desproporcional al salario que recibiría el aspirante, si resultara ganador de la contienda.  Entonces me pregunto, ¿Cuáles son los móviles ? En teoría nadie debería hacerse millonario durante el ejercicio de un cargo público, los recursos del Estado no pueden convertirse en fuente de riqueza para los servidores. La participación activa del ciudadano en la democracia, no puede convertir la pasión por el servicio en una oportunidad para ganar dinero saqueando los recursos del pueblo.

La democracia no fue creada para obtener fortuna. Para eso está la agricultura, las fábricas, el comercio, todas las líneas de producción existentes y las que se llegaren a inventar.  Para lucrarse, se pueden crear emprendimientos, empresas, bancos, industrias, pero jamás podemos contemplar la posibilidad de obtener riqueza aspirando a ser elegido para un cargo público dentro de la estructura del Estado.

Aunque parezca ilógico, los políticos no son los culpables del empobrecimiento del pueblo, ni del saqueo de los recursos de la administración, al menos, no son los únicos. Es el ciudadano que sin criterio alguno elige, permite, tolera y no ejerce los derechos que la Constitución le otorga, ni cumple con las obligaciones que contrae en ejercicio de la soberanía popular. Es el ciudadano que permite con su silencio que unos pocos hurten lo que nos pertenece a todos. No debemos asombrarnos con los escándalos a causa de la corrupción, no es nada nuevo. Asombrémonos de la tolerancia de nosotros mismos ante todos esos actos. Asombrémonos de nuestra capacidad de convertirlo en un chiste mediático, asombrémonos por nuestras malas decisiones y procuremos ser más estrictos al momento de elegir.


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