“Todos los días se aprende algo”, es lo que le repito a mi hijo en las mañanas, convencido de enseñarle sobre la vida a través de mi experiencia. Sin embargo, algunas veces siento que estoy equivocado y quien debe aprender soy yo.
La tecnología, las redes sociales, las videoconsolas, las cámaras y tantas formas de comunicarnos, transforman la humanidad a una velocidad casi que inalcanzable para quienes todavía creemos que “ todo tiempo pasado fue mejor”, para quienes amamos los libros, creemos en el amor puro y en el romanticismo.
Para los mayores de cincuenta años, no es fácil aceptar que la mitad de nuestro ciclo de vida ha pasado y que de ser simplemente hijos, dimos un gran salto a ser padres y abuelos. Hoy puedo decir, que nuestro pasado es un mundo desconocido para los jóvenes, pero el presente es sorprendente para los adultos.
Reflexiono, porque he tratado de utilizar la tecnología para avanzar en el conocimiento. Por ejemplo, la aplicación “historitel”, ofrece una biblioteca universal al alcance todos. Con mis AirPods puedo escuchar las grandes obras de la literatura, narradas con una voz encantadora, que me insta a permanecer allí durante horas. Recientemente, mientras estaba en mi terapia de rehabilitación de clavícula, escuchaba el audiolibro del conocido Don Quijote de La Mancha; con mucho asombro experimenté el poder de la imaginación cuando pasaban por mi mente las grandes aventuras del Quijote y Sancho Panza.
Todo va en constante transformación, inclusive, el lenguaje. El neologismo se define como: “Palabra o expresión de nueva creación en una lengua”. Puede originarse por composición, por derivación o por invención. El uso frecuente en determinado dialecto, llega a darle un reconocimiento hasta incluirlo en el diccionario oficial.
En nuestra querida Cartagena, nuestra población local, es experta en la creación de neologismos. Estoy impresionado como con el lanzamiento de una canción, con una expresión o manifestación cotidiana, surgen palabras para determinar, o llamar lo habitual de una forma diferente.
Hoy me sorprendió mi hijo cuando me llamó y me dijo: “¿Pa’ quieres ponerte la diez?”, mi respuesta inmediata fue: “Hábleme claro, no le entiendo”, entonces me manifestó que quería que le regalara de comer un Shawarma. Luego me explicó, que “al ponerme la diez” sería el mejor, como lo es en el equipo de fútbol, el jugador que siempre lleva puesta la camiseta con el número 10.
Estamos rodeados de lo nuevo. Aún en nuestra forma cotidiana de hablar empleamos términos y expresiones coloquiales que van alimentando nuestro dialecto. Por ejemplo, es común escuchar hablar de un gobierno “medio huevo”, de un “man” que no es “firme”(el alcalde), que los “vales” lo “faltonearon”(los concejales), que la ciudad está “vuelta na” y que la autoridad “vale tres tiras”.
De cualquier forma, aún con nuevos términos podemos expresar la inconformidad del pueblo. Así como los neologismos transforman el lenguaje, que las nuevas ideas y los nuevos proyectos, transformen la mala práctica del gobierno. Que surjan nuevas estrategias, así como surgen los neologismos.