Considero que si no aparece una vacuna en tiempo record, será inevitable regresar a las medidas de confinamiento, suspensión de actividades y la implementación de restricciones más drásticas que las vividas de marzo a septiembre de este año (2020). De la pandemia he aprendido, que es poco lo que necesitamos para vivir, que no es más importante la cantidad que la calidad, que la mayor parte de mi vida la he pasado en búsqueda de cosas superfluas, tal vez innecesarias, he aprendido que todo está en la mente, que nuestra calidad de vida depende de la calidad de nuestros pensamientos, me pueden prohibir salir de mi casa, me pueden prohibir viajar, comprar y vender, me pueden imponer horarios, pero jamás me podrán prohibir pensar, leer, cantar o escribir.
He descubierto otras formas de ser feliz, nunca imagine que con poco se lograrían muchas cosas. La familia lo mas importante. Los amigos compañeros de alegría, algunos generadores de tristeza; cuando su partida inesperada nos cogió por sorpresa. La igualdad, realidad mundial, todos expuestos corriendo el mismo riesgo ante un depredador invisible que no tiene en cuenta, raza, religión, color de piel o preferencia política, que nos ha puesto a todos en igual condición de vulnerabilidad. Por fin existe la igualdad entre los seres humanos, esta vez no solo la teológica: “ante los ojos de Dios todos somos iguales”, sino ante el virus. “Todos somos iguales” el miedo y la posibilidad de contagiarnos y morir es universal.
El autocuidado la mejor protección. He olvidado que existen los restaurantes, centros comerciales, hoteles, aeropuertos y muchos sitios que visitaba con frecuencia, a los cuales por ahora no pienso regresar. Las costumbres del trabajo presencial han sido desplazadas por la virtualidad, las tareas de mi profesión se complican, cambiar de presencial a virtual es drástico, es complejo, no todos se adaptan con facilidad, el celular se ha convertido no solo en mi mano derecha, sino en mi mayor distracción, no por lo recreativo que puede ser, si no por el tiempo que se pierde en la revisión de mensajes, algunos útiles y muchos inútiles.
Al final creo estar preparado para soportar otra cuarentena, mientras tanto tratare de mantenerme en forma, física y mentalmente, al fin de cuentas tengo claro que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.