Desde el Sol, un gatillero apunta su pistola contra la Tierra y dispara


 

Por René Arrieta Pérez y José Vicente Arias Rincón

Dios decreta, a través de la energía solar, a partir de su frecuencia negativa impactar al hombre y sus actividades para que se enfrenten al signo de lo oculto, que es simbolizado por el coronavirus  (La caja de Pandora). Así decide dar una lección única, inédita, a la humanidad, para que reflexionara sobre su destino equívoco, de injusticias y maldades, y diferenciara lo banal de lo trascendente, pero nada. La lección no ha sido aprendida. El ser humano sigue con su fiesta materialista, y con su ignorancia reta el misterio; sin reato, sin ambages, y sin vergüenza alguna.

Dios que todo lo sabe, porque ve al hombre y lo oye, se percata de lo que este dice de cada una de las pruebas que Él envía para que la humanidad las sortee con humildad, pero encuentra a la gran mayoría de los seres humanos que así se expresa de ellas:

“Muerte siempre ha habido. Siempre han existido las guerras, los terremotos, los huracanes, las tragedias, la guerra, el crimen. La vida sigue, la historia seguirá escribiéndose”.

Entonces, Dios, también responde: “Bueno, como para ustedes eso es natural, luego, tengan eso”. Por lo tanto, nos solicita que lo anunciemos a la humanidad, con la misma vivacidad con la que pinta el mensaje, y me lo entrega. La transmisión de las imágenes es contundente:

En el globo del Sol se observa a un gatillero vestido con pantalón y camisa de estilo vaquero, de color caqui riguroso, con sombrero del mismo color, y botas negras. Su mano izquierda, un poco alzada a la altura de sus hombros, y en la mano derecha tiene una pistola de gran calibre, que apunta a la Tierra.

Desde la Tierra, en un lugar preciso, en una calle, la multitud se aglomeraba para mirar esa imagen, ese fenómeno, en el astro rey que ya se dirigía a Poniente. Todos expectantes y temerosos, preguntándose, en medio de murmullos, contra quien o quienes disparará.

En esa calle, en medio de la aglomeración, allí estaba yo, calmo y seguro, me acompañaba una amiga, y a mi lado estaba una insigne profesora de la Universidad de Salamanca, y a ella, yo le decía:

“Doctora, eso que está sucediendo, antes de que sucediera yo lo escribí”. Y la invitaba a leer mis artículos.

En efecto, ya eso lo escribí, y en un artículo antes de que iniciara el fenómeno, lo anunciamos a la humanidad.

No obstante, Dios quiere ser reiterativo, me muestra el fenómeno ilustrado con esa imagen, y solicita, nuevamente, que volvamos a decirlo, y esta vez, que mostremos la imagen a todos, porque ella será categórica y no tendrá pausa alguna hasta el fin de los tiempos, porque ese  gatillero, desde el Sol, no parará de disparar a muerte a la humanidad hasta el último día de la existencia del hombre.

El hombre reta los designios y mandatos de Dios, luego, Dios responde al reto.

Ya, cuando tengo el artículo redactado, Dios, mi Padre, me susurra: “Fiesta, de Serrat”. Y claro, recuerdo la canción, y me erizo por la pertinencia, y busco la letra, y aquí está:

Gloria a Dios en las alturas, / recogieron las basuras / de mi calle, ayer a oscuras / y hoy sembrada de bombillas. / Y colgaron de un cordel /de esquina a esquina un cartel / y banderas de papel/ verdes, rojas y amarillas. / Y al darles el sol la espalda /revolotean las faldas/ bajo un manto de guirnaldas/ para que el cielo no vea, / en la noche de San Juan, / cómo comparten su pan, / su mujer y su gabán, / gentes de cien mil raleas. / Apurad / que allí os espero si queréis venir / pues cae la noche y ya se van/ nuestras miserias a dormir. / Vamos subiendo la cuesta/ que arriba mi calle/ se vistió de fiesta. / Y hoy el noble y el villano, / el prohombre y el gusano/ bailan y se dan la mano/ sin importarles la facha. / Juntos los encuentra el sol/ a la sombra de un farol/ empapados en alcohol / abrazando (magreando) a una muchacha. / Y con la resaca a cuestas / vuelve el pobre a su pobreza, / vuelve el rico a su riqueza / y el señor cura a sus misas. / Se despertó el bien y el mal / La pobre vuelve al portal, / La rica vuelve al rosal, / Y el avaro a sus divisas / Se acabó, / El sol nos dice que llegó el final, / Por una noche se olvidó / Que cada uno es cada cual. /  Vamos bajando la cuesta / Que arriba en mi calle / Se acabó la fiesta.

La canción tiene por sí misma sus niveles de lectura; sin embargo, asociada a este contexto, adquiere una significación muy especial.

El primer disparo del pistolero del Sol a la Tierra fue el ciclón Amphan. Unos días antes de que Dios me mostrara la imagen del pistolero. El segundo disparo fue después de mostrarme la imagen del pistolero, y produjo el accidente aéreo de Pakistán, unas horas después. El tercer disparo será pronto. Ya sabemos qué ocasionará, pero nos lo reservamos. Sin embargo, de una u otra manera ya lo dijimos en algún momento, en este mismo blog.

Siempre ha existido en el ciclo solar un mínimo y un máximo de actividad, que fluctúa en periodos de meses o hasta de cinco años. Ya los científicos lo han detectado. Cuando sucede un mínimo o un máximo mayor de cinco años, ya no obedece al ciclo, sino que es discrecionalidad de Dios.

Por lo general, los máximos discrecionales han sucedido cuando ha enviado a sus hijos a la Tierra: Jesús, Mahoma, Buda, Krisna, Rama, Era (Moisés), Ramiac (Mitra). Y han durado periodos de 10 años.

Los mínimos discrecionales han sucedido cuando Dios ha tenido dolor y rabia por la locura de los hombres. Se presentaron con la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial.  Y ahora, con el fin de los tiempos, y el mínimo solar será muy prolongado, de unos 15 años.


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