El dios complaciente y alcahuete que conciben los facilistas, y el Dios verdadero, rey y creador del universo
“Mi dios no es tu Dios” me dijeron. Distingue tú, amigo lector, cuál es el verdadero
Por René Arrieta Pérez y José Vicente Arias Rincón
Este artículo ha sido motivado por la respuesta de una amiga a la que le hice llegar el artículo sobre las manifestaciones de la naturaleza en este año 2022. Sencillamente se lo remití porque ella habla de ‘Dios’ muchas veces. En cuanto recibió el texto, expresó:
“No. Malas noticias, no, René. Mi dios no es tu Dios”.
Me disculpé por haber enviado el artículo a quien no correspondía llegar, y sencillamente le respondí. “Sí, efectivamente, mi Dios no es tu dios”. Cerré la conversación y los ojos e inmediatamente Dios me mostró que la gente prefiere a “su dios”, esa figura complaciente con sus expectativas, un dios ajustado a su ignorancia y a sus vicios, a su facilismo. Un dios que no los saque de su zona de confort, en donde no se percatan de la verdad, porque la verdad es como sal en la herida. Porque la verdad no gusta, porque la gente prefiere ignorar la verdad y tirárselas de locos y seguir viviendo la fiesta encueros, seguir con una vida donde primen las cosas materiales, y sin molestarse en asumir la vida correcta, la vida buena y adecuada ante los ojos del verdadero Dios, quien no puede estar de acuerdo con libertinajes, desvaríos, estilos de vida pecaminosos y las barbaridades de la humanidad.
Todos están a gusto con Dios cuando les pasan cosas buenas, se sienten bendecidos, y amados, y así expresan a Él sus agradecimientos; pero cuando no sucede lo bueno, Dios es una figura en situación de duda, lejana y cuestionada.
La humanidad cuestiona a Dios por lo que le pasa, cuando en verdad debiera buscar la raíz de sus males en su forma de actuar, de pensar, de generar la energía que la envuelve y la lleva a situaciones desfavorables. Porque las personas activan una ley, la de causa y efecto, y los únicos responsables de los que les sucede son ellas mismas, y no Dios, como en todo momento lo piensan y lo creen. Las personas malas están generando maldad en todo instante y las que no son malas no tiene una vida armónica con el universo, y por sus pensamientos negativos se dejan arrastrar al torbellino de situaciones que los victimiza, que crean y generan los malos; y ellos, inconscientemente, ayudan a fortalecer. Dios en todo esto no tiene absolutamente nada que ver.
¿Por qué lo culpas?
Además de estar dormido y alejado de lo que Dios quiere para ti, que es el bien y la salvación, lo haces víctima de tus juicios. Esto por sí mismo ya es un imperdonable pecado.
De otro lado, se esgrimen estas frases de cajón, que suelen usar gran parte de la sociedad: “Si Dios existe y es bueno no puede permitir que a alguien le pase lo malo” o “Si Dios es bueno por qué permite que pase lo malo”.
Error, error, error. Absurdo pensamiento traído de los cabellos. Elemental: es la ley de causa y efecto que activas. O porque te alejaste de Dios y te pierdes la fuerza de su escudo protector. Y aún con todo eso, Dios revierte ese torbellino que te arrastra por tu misma culpa o por la maldad de otros y lo pone en tu favor. Por lo general, si eres materialista y te pasa una situación lamentable Dios activa todos los mecanismos y hace que el universo se ponga en tu favor, y busca que reflexiones en medio de esas dificultades y procures cambiar tu vida, que te vuelvas más espiritual y te acerque más a Él. Y hay muchos ejemplos en ese sentido. Las personas en medio de esta nueva vida se sobreponen a esa “supuesta desgracia” y en su soledad y volcados en su mundo interior se vuelven mejores personas, más buenas, más amables. Asimismo, en ese nuevo reto en la vida, descubren que tienen facultades que no descubrieron antes, porque se dedicaron a la materialidad, a asuntos no edificantes, etc. Empero, si a esa persona no le hubiese ocurrido un determinado e ‘infortunado’ accidente en el que pierden un brazo o una pierna, sencillamente se habrían abismado en las tinieblas y Dios los hubiera perdido definitivamente.
La humanidad está dormida y no le es posible distinguir los justos propósitos de Dios; por lo tanto, lo que esperan de Dios es que sea complaciente con su facilismo y a la medida de su ignorancia y de sus vicios. Conciben un dios alcahuete con su libertinaje y sus expectativas.
Primero. Hemos de decir que Dios es perfecto y su ser está lleno de absolutas virtudes o dignidades, –las Dignitas Dei–. Él es Amor, Misericordia, Bondad, Belleza, Justicia, Razón, Inteligencia. Pero también es severidad con la incorrección y lo malo. Y ante esto hace que los responsables de actos indebidos, ilícitos y criminales respondan ante el imperio de la justicia y la ley.
Segundo. Dios es el creador de la raza humana y esta le falló.
Tercero. Te recordamos la historia para que sencillamente veas como tus usuales argumentos se vuelven añicos y así aceptes, sí o sí, las poderosas razones de Dios. Las que le asistieron desde que expulsó a la humanidad del Paraíso. Periodo en el que de una u otra manera esta se ha visto huérfana de su presencia y en el que Él esperaba que su creación volviera a compenetrarse nuevamente con su fuente de origen. Lo que no ha sucedido aún.
La historia
Dios creó a la humanidad a su imagen y semejanza (otorgándole el más grande de los privilegios) y la puso en el Paraíso. Le dejó leyes y mandatos para que viviera llena de amor y de paz y para verla evolucionar espiritualmente y que se convirtiera en potencia de luz. La población que determinó para el Paraíso fue la de las 144. 000 personas que creó. Mitad hombres y mitad mujeres. Parejas (Adán y Eva). Cada pareja simbolizada en una naranja, que partida era una mitad hombre y la otra mitad mujer. Por eso se habla de encontrar la media naranja.
Le dejó a la raza humana un mandato para su bien: “no comerás del fruto de este árbol”. El mal (la magia negra). El conocimiento de las artes y rituales que si tenían mal uso resultarían desastrosos para los seres humanos. E incubaría, de igual forma, un terrible resultado: el hombre engendraría demonios.
De igual manera, Dios hizo bajar y vivir como hombres a dos de sus siete hijos, para que guiaran a la humanidad. Determinó que la esposa de su primogénito fuera un serafín llamada Lilith. Esta se llenó de soberbia y surge la primera desobediencia en la creación de Dios, entre los ángeles. El Padre, como castigo por su desobediencia, la encierra en una burbuja. Y a Era, su primogénito, le arranca de la terminación de la planta de su pie derecho, no de la costilla, la porción de la que crearía a su mujer (Lira), que la Biblia llama erróneamente Eva. Eva es la humanidad femenina. Así también, erróneamente se le llama Adán a Era, pues Adán es la humanidad masculina. Adán y Eva son la humanidad (hombres y mujeres).
Transcurría el tiempo de la quinta generación en el Paraíso. Y aquí se toma la parte por el todo: a Laura se le llama Eva. Atiende bien. Una mujer llamada Laura, curiosa y desobediente hace un ritual (de esos que Dios prohibió para que su creación no tuviera ningún tipo de dificultades ni problemas). La práctica de ese ritual abrió el portal por el que pudo salir Lilith de su burbuja y entrar al Paraíso. Lilith ensoberbecida cometió otro de sus grandes errores: la venganza contra el Creador al seducir a la población del Edén (su amada raza humana) para que desobedeciera el mandato de su Dios y les enseñó el arte de la magia, los rituales y todo lo que Dios había visto que si se le daba mal uso sería dañino y malo para el hombre y la mujer. Lilith es la serpiente engañosa del Edén. Los seres humanos a pesar de la advertencia de su Creador desobedecieron. Y comenzó la tragedia para la humanidad. El uso habitual y desaforado de las fuerzas ocultas para manipular y hacer daño al prójimo, además de desatar la envidia, la guerra, la ambición, la explotación, etc.
La creación de Dios tuvo hijas e hijos. Se iría aumentando la población en el Paraíso y el desacato y la maldad traerían sus consecuencias. Ya lo sabes. Dios se entristeció por la desobediencia de la humanidad y por el rumbo que empezó a elegir, y se alejó de ella. Sin embargo, a través de sus hijos le seguía advirtiendo que se estaban abismando y le estaban destruyendo su Paraíso (el planeta, su completa belleza y las majestuosas obras de la naturaleza) y las consecuencias finales que todo eso traería. La humanidad no hacía caso. Todas las generaciones descendientes de su creación primigenia, los 144.000, se convirtieron en Caín y Abel (la humanidad mala y la humanidad buena). El hombre empezó a matar a su semejante, su prójimo, su hermano.
Miles de años después. En Milonga de dos hermanos el poeta Jorge Luis Borges retrata de manera magistral a la humanidad: “Así de manera fiel / conté la historia hasta el fin; / es la historia de Caín / que sigue matando a Abel”.
¿No les parecen ciertos y sabios esos versos?
La ley de causa y efecto es una de las tantas leyes de Dios. Como no estás despierto no tienes conciencia de lo que realmente desataron tus actos en la vida pasada o causan en esta vida presente –un karma–. Luego, lo primero que piensas es que Dios permite que suceda tal o cual situación. El único culpable de las situaciones que vive el ser humano es él mismo, quien ha violado o transgredido las leyes de Dios, la naturaleza y el cosmos.
Sus leyes son pertinentes, puesto que un reino sin leyes se expone a su peor suerte. El ser humano transgredió y continúa violentando las leyes de Dios, y, dentro del sentido que enmarca la justicia, lo correcto es que responda por sus fallas y errores.
Igualmente, para que no le destruyeran en su totalidad el Paraíso (el planeta) Dios expulsó a la humanidad con el fin de que esa lección los hiciera reflexionar y volvieran a su condición de seres de bondad. La humanidad siguió igual. Dios prosiguió enviando a sus hijos para redimirla. A Era (que en dos de sus distintas reencarnaciones es Hermes Trimegisto y Moisés), a Rama, Krisna, Buda, Ramiac (que en una de sus distintas reencarnaciones es Mitra), a Mahoma y Jesús. Y nada, la humanidad cada vez empeoraba más. Ese periodo no podía ser hasta la eternidad. Debía estar delimitado. Fueron cerca de 12.000 años, cuyo final se sellará muy pronto. En todo este tiempo, en un proceso de degeneración, la humanidad se sumerge en los más viles e irracionales fondos que se puedan imaginar. ¡El colmo, por Dios!
Sí, el fin de los tiempos cerrará ese periodo.
En este momento final Dios sigue enviando señales para que la humanidad reflexione, tome conciencia y despierte a la luz y busque la conexión con su Creador. De hacerlo entrará al arca y vivirá por la eternidad. Si no, solamente vivirán la eternidad las personas que acaten su mandato.
Las señales que envía son fenómenos de la naturaleza para que te conturbes, te abrigues en Él y despiertes conciencia, no para que lo cuestiones y prefieras un dios complaciente en vez de distinguir al verdadero Dios, quien hace lo correcto y busca de todas las maneras tocarte para que reacciones y busques el camino que conduce a su reino, a Él. El único y verdadero Dios, quien se vale de nosotros que lo conocemos, y nos ha develado su plan del apocalipsis para que la humanidad conozca esa información con detalle, porque como esta está dormida y no puede conocerlo directamente, ni a través de sus ángeles, sino solamente a través de nosotros, que estamos aquí, con cuerpo físico y presentes en este tiempo.
Además, Dios no ha movido un solo dedo para castigar al hombre por los daños que hace, es el mismo hombre quien por activación de la ley de causa y efecto recibe su debido castigo (y si en algún momento escribimos o decimos castigo de Dios, es en los términos de que se debe responder a la justicia divina por violación a la ley). Dios lo único que hace es que aprovecha ese contexto para que la humanidad reciba la reacción de la naturaleza por su acción criminal como mensaje divino; pues, dispuso esas leyes para preservar su creación.
Y cuando recibes daño de criminales o gente inmersa en las tinieblas es tu propio hermano, tu prójimo, quien te agrede. Eso sí, ellos deben responder por su maldad ante los tribunales de Dios. Porque nada queda impune.
–“Mi dios no es tu Dios”, –me dijeron–.
Claro que mi Dios no es tu dios.
Mi Dios, al que conozco y conocemos las dos personas que suscribimos este artículos y todos los artículos del blog sobre la temática del fin de los tiempos, es el verdadero Dios, al que le asisten razones poderosas y justas para que su universo no se vea afectado por la maldad que constantemente desata el hombre, que, a su vez, genera demonios, que lo llevan a cometer acciones siniestras que causan horror.
Mi Dios, que, además, es el Dios de todos, Creador de todo, rey del universo, que tiene con nosotros contacto permanente y directo, porque despertamos a su luz, es el verdadero Dios, y nos ha encomendado esta misión de decirles quién realmente es y cuál es el tiempo que vivimos. El dios que tú veneras es tu dios, el dios creado por ti misma (o) y por las personas que están dormidas y no conocen a Dios. Es el dios a vuestra medida, dios alcahuete y complaciente que quieren y desean tener para seguir estando en zona de confort. Porque es el dios que esperas que sea así, el que concibes indiferente ante las atrocidades que perpetra la raza humana.
Lo concibes así porque ignoras lo que realmente sucede, y no percibes ni quieres conocer al Dios verdadero, debido a que no tienes conciencia, ni ves en el plano espiritual como nosotros o como sí puede aceptarlo quien despertó y se hizo receptivo a las señales del Dios Padre Creador y recibe mensaje en sueños de lo que sucede o va a suceder (y ese conocimiento del futuro, aunque sea en sueño, ya se convierte en don que Él concede).
Ese Dios de perfección, de amor y de paz del que todos se han alejado, ahora, infatigablemente envía señales en el fin de los tiempos para pellizcar y hacer reaccionar a su creación, a la que no quiere perder.
Tu dios es otro dios más, que se suma al dios que invocan los sicarios cuando se persignan, seguros de que les protegerá en sus actos criminales y diabólicos. Tu dios es el dios estereotipo, tan falseado y desfigurado como el de las religiones. Castigador sin motivos y por gusto, al que debe temérsele, porque sencillamente manda a su creación al infierno. Ese tipo de dios con el que todo el mundo crea prevenciones.
Dios, mi Dios, no castiga, tú mismo (a) te castigas, por motivo de tus actos.
Mi Dios fue el que dictaminó las leyes que preservan su creación, las leyes que muchos violan, y el que se entristece cuando eso sucede, porque debes responder por tus acciones.
En consecuencia, cuando los seres humanos destruyen la naturaleza activan la ley de causa y efecto (y se hacen acreedores a la reacción de la madre naturaleza).
El dios de las sectas religiosas, el de fanáticos extremistas y el de los inquisidores no es el verdadero Dios
El dios de los pastores que dirigen sectas religiosas que exigen el diezmo a sus fieles, y esto se convierte en el punto más importante en sus discursos, ese no es el verdadero Dios. Ellos se construyeron un dios acomodado para sus engaños y tienen esclavizada a su grey, y la mandan como hace el ganadero con sus borregos. Si un comulgante de esas congregaciones acude al llamado para dar el diezmo, dichos pastores (en caso de que los fieles diezmen con poco dinero) les dicen que dios no es un dios de miseria, sino de riqueza, y con esas falacias los coaccionan y les obligan a donar casi la totalidad de sus sueldos y ganancias. Ese dios de sectas y de ese tipo de religiones no es el verdadero Dios. Lo que sí hacen estos tipos es explotar a la gente en el nombre de Dios, un imperdonable pecado. Ellos, pastores y ministros religiosos que viven en la riqueza construida por la explotación y el chantaje. La ignorancia permite esas situaciones.
Tampoco, y de ninguna manera, el dios de los fanáticos que tergiversan las enseñanzas de Mahoma, que cometen crímenes en nombre del Santo Dios o Alá, es el verdadero Dios. Ni ellos cuando mueren inmolados en actos terroristas van al cielo; por el contrario, se ganan inmediatamente el Infierno.
Ni el dios que se inventaron los inquisidores para constreñir las ideas es el verdadero Dios. Ni el dios de las guerras santas es el verdadero Dios. La concepción y la fidelidad a esas deidades solamente han dejado saldos de horror y de muerte, perpetrados por los seres humanos contra su propia especie.
Sobre los escépticos y ateos
La posición de los escépticos es tomar distancia con Dios. La de los ateos es negarlo. No obstante, lo primero que corroboran escépticos y ateos en cuanto desencarnan es la existencia de Dios; entonces, los abruma una terrible vergüenza ante su Señor y Creador.
“Dios no cree en los ateos”, dice un verso genial del poeta del Caribe colombiano Gustavo Ibarra Merlano.
No existe ninguna consecuencia para Dios si un ateo no cree en Él, pero sí para el ateo, puesto que se abismará y finalmente se desintegrará.
Cuando Rama estuvo encarnado en la Tierra alguien le preguntó que cómo era Dios. Él le respondió: “Solo lo infinito cabe en lo infinito, solo Dios conoce a Dios”.
Quién carajo es el hombre, ínfimo grano de polvo, para enjuiciar a Dios, infinitud y absoluto.
El ser humano, en su osadía y finitud, crea y concibe una figura de Dios maltrecha y desafortunada.
Por otra parte, de todas las civilizaciones del universo, la única que tiene una relación problemática con su Creador es la humana, ninguna otra.
Conclusiones
Cuando piensas mal y obras mal, tú mismo te castigas y Dios se entristece mucho. Luego, cuando eres víctima de tus propios actos, por tu nivel de ignorancia, inconciencia o por puro cinismo, incluso, lo culpas a Él.
Para tu conocimiento, Dios tomó distancia de los hombres por sus vicios y crímenes. Solamente te acercarás nuevamente a Él con devoción, con virtudes, con la pureza de corazón y cuando le vuelvas a hacer honor al privilegio que te concedió de ser a su imagen y semejanza. Igualdad que ahora no aplica para la gran masa. La inmensa mayoría desdibujó su imagen originaria y adquirió imagen de homúnculo o femíncula, que son imágenes distorsionadas, monstruosas, caricaturescas, muy lejanas de la original, con la que Dios concibió a su creación, idéntica a la suya.
El fin de los tiempos es una medida para salvar su creación. También un acto ejemplarizante para la raza humana y para todas las civilizaciones del universo.
Nota de advertencia
Todos nuestros artículos en el que Dios Padre envíe mensajes a la humanidad a través de sus dos testigos, tendrán esta advertencia, y el costo personal y familiar por violarla puede ser muy alto.
Quien no esté en capacidad de ver en el mundo espiritual y de comprobar o no lo que decimos, mejor que permanezca en silencio, reflexione y le deje todo juicio al tiempo, que no haga ningún comentario en contra, no sea que por hacerle pulso al mensaje de Dios sea blanco de su ira.
Y tal como dice Borges, en un pasaje del Aleph, “Claro está que si no lo ves, tu incapacidad no invalida mi testimonio”.
Toda persona que ataque la palabra de Dios en boca de sus dos ungidos, de los dos testigos del apocalipsis, se vincula a que la severidad de la ley divina lo castigue con tragedia y muerte, y con juicio sumario lo hagan descender a las mazmorras del Infierno. De forma idéntica a como cuando la autoridad policial captura a un delincuente, a un infractor de la ley, que los lectores consideren la debida advertencia, que reza: “Todo lo que usted diga podrá ser usado en su contra”. La ley se cumplirá de forma implacable. Ya llegó el momento, en consideración de la jerarquía celestial, que no se puede dejar pasar ningún tipo de faltas, y mucho menos afrentas e insultos al ejercicio de la autoridad de Dios y de sus plenipotenciarios aquí en la Tierra, en este periodo del fin de los tiempos.
Una persona, por desatender la advertencia y por desatarse en improperios contra nosotros y el mensaje de Dios ya fue castigada.
Crédito imagen: Akiane Kramarik (artista norteamericana).