Hoy, 17 de octubre del año 2013 es un día de tristeza en nuestro pentagrama de la vida diaria: 521 años y cinco días atrás, los conquistadores españoles con armas en las manos avasallaron a nuestros abuelos de la raza indígena y luego traficaron 20 millones de africanos, nuestros abuelos también, sometiéndolos a la más oprobiosa esclavitud que haya conocido el ser humano.
Motivo de nostalgia, es recordar de igual manera que en el año 2009 murió el Maestro “Joe Cuba” Y que Cheo Feliciano libra otra de las batallas más difíciles de su vida, al enfrentar una severa enfermedad de la cual estamos seguros saldrá triunfador.
Por estas razones hoy elevamos a Dios nuestro Señor una plegaria para que lo cure y continúe brindando felicidad a millones de ciudadanos de la Tierra con su arte convertido en música excelsa, que produce éxtasis y hace evocar los recuerdos de años de juventud y experiencias significativas, en esta “maestra vida que todo te quita y todo te da”, así como lo canta el maestro Rubén Blades.
Transcurría el año 1966, cuando escuché una melodiosa voz afanada preguntando:
¡Oye y ese pito? y a continuación :
Ahí viene Tomás con Georgia,
ahí viene Tomás…
Entonces, el pito sonaba con una melodía pegajosa que a toda la muchachada de ese entonces nos cautivó y que se convirtió en un saludo, en “un vacile bacano” al encontrarnos y preguntarnos:”oye y ese pito? A lo cual respondía el más avezado de nosotros silbando la melodía que los salseros de la época conocen muy bien
Eran los tiempos del “Combo”, del “bonche” con mis primos Quintana de La Rosa siendo yo estudiante de la Normal de Varones y ellos del Gimnasio de Bolívar, a quienes se nos unía también Roberto de La Rosa y el amigo Jesús, cuyo apellido olvidé por la distancia de los años, hombre de hablar refinado con la “erre” como todo buen barranquillero.
Transitaba yo por el famoso y ya nombrado estadero de Cielo Mar en Crespo, cuando escuché al sexteto de Joe Cuba en plena acción, con el propio maestro Cheo Feliciano y Jimmy Sabater.
Que trío caballeros!, porque a los demás no los conocía! Y no sé si era un sueño o un espejismo producido por la luz solar y su reflejo en las blancas olas del Caribe, pero ahí estaba en mis oídos, en mi mente y mi alma la melodía del sexteto de Joe Cuba!
Ahora el pito había dejado de sonar y Cheo Feliciano cantaba “a las seis es la cita”:
A las seis es la cita,
no te olvides de ir,
pa “ bailar la pachanga,
con Esther y fifí’
A las seis te voy a ver
Pa” que bailes la pachanga mama,
Pa” ti yo traigo malanga rica
Pa” que goces como es.
A las seis es la cita,
no te olvides de ir,
pa” bailar la pachanga,
con Esther y fifí.
De inmediato recordé los años de mi adolescencia, cuando muchos de nosotros los cartageneros nos citábamos con las novias en el edificio antiguo del Banco Popular, el cual, muchos años antes prestó servicios a la administración del ferrocarril Cartagena-Calamar, construido bajo la administración del presidente Rafael Núñez Moledo a fines del siglo XIX.
Precisamente, la cita a era a las seis de la tarde para partir raudos con la pareja a los teatros Cartagena, o Colón y de manera preferencial al Circo Teatro en el Barrio San Diego, sitio menos confortable por sus instalaciones de madera, pero más propicio para la intimidad que siempre buscamos los enamorados.
El viejo edificio se convirtió, además de un sitio propicio para los encuentros de diversas gestiones y en un escenario espectacular para tomarse “la foto del recuerdo” con la novia, la mamá, los otros familiares y sobre todo con los amigos y la gente del combo juvenil de los años 60 y 70.
Hoy pienso que mucha de la gente humilde de nuestra generación conserva una foto de ese escenario, y era en verdad, un recuerdo imborrable al cual se podía acceder con unos pocos pesos y un poco de suerte pues había que tenerla, para encontrar la fotografía en el “cartapaso” que se había formado con el pasar de los días, los cuales, con sus fechas, más o menos precisas eran la pista más confiable para lograr el feliz hallazgo.
Una vez realizada la fotografía había que esperar tres o más días para reclamarla, lo cual se hacía en un local de la Calle Vicente García, contiguo al antiguo Almacén Tía en la Calle Segunda de Badillo.
Eran los tiempos de las cámaras sencillas kodak y… complejas también, con rollos exclusivamente a blanco y negro y con flash en forma de cubitos blanquiazules que muchas veces no funcionaban en las horas vespertinas o nocturnas, perdiéndose así la oportunidad y el dinero invertido.
Pero la nueva canción de Cheo Feliciano y Joe Cuba me devolvió al mundo real: Era “Juan Albañil” de la autoría de uno de los mejores amigos de Cheo: el gran Tite Curet Alonso, de quien el cantante logró interpretar más de 30 de sus canciones.
Juan Albañil, al escucharlo, logró estremecer mi alma juvenil, con su letra de profundo contenido social, pero esta es otra parte de mi pentagrama vivencial, el cual presentaré en mi segunda crónica de este encuentro real o irreal -no sé- con dos grandes de la música del Caribe!