CUANDO LA POPA REVERDECE.
Cuando el cerro insignia de Cartagena de Indias: La Popa de la galera reverdece, es porque Eolo el dios de los vientos, ordenó poner fin al paso de los alisios, aquellos que recogen la humedad del ambiente de la región Caribe, soplan con cierta velocidad y menor temperatura disminuyendo el agobiante calor de cada día
Los meses de diciembre, enero y febrero, es el tiempo de su predominio, aunque hoy todo está modificado por el cambio climático, y el clima, en general, es uno de los elementos más cambiantes de la atmósfera terrestre, por lo que el revivir de La Popa, unas veces empezará en abril y en otras ocasiones se dará en mayo, como sucedió en el presente año.
Entonces cuando llega, la bendición de la lluvia riega a la madre naturaleza, y después de dos o tres aguaceros, el milagro de la vida reaparece y con ella desaparece la horrible gigantesca mancha marrrón,de la naturaleza muerta o agonizante de sed, la mancha que nos atormentó durante largos meses
De inmediato el verde maravilloso de la clorofila de los árboles en centenares de hectáreas impregnan nuestros sentidos, nuestros cerebros, nuestros seres, en pocas palabras; de esta manera el disfrute de la naturaleza se posibilita a miles de miles de cartageneros y la ciudad recupera gran parte de la estética natural antes perdida.
Cuando La Popa de la galera reverdece, los pájaros sobrevivientes retornan con sus alegres y escasos cantos; las chicharras, esos mágicos insectos vuelven a salir de la tierra y a inundar con su canto un vasto sector de Cartagena de Las Indias occidentales y reaparece de nuevo el milagro de la vida: millones de ellas se aparean, atraídas y seducidas por el canto de los machos; la espiral eterna de la vida continúa.
Después, cuando el verdor de los árboles está posicionado, aparecen numerosas manchas amarillas: son los guayacanes, místicos árboles por sus propiedades, floreciendo en centenares de micro ecosistemas del cerro guardián, protegido por la Virgen de las Candelas, pero olvidado para su sostenibilidad, por aquellos humanos llamados autoridades locales y nacionales, y por aquellos otros humanos que se autodenominan destechados, aunque muchos no lo son, pero otros sí.
Cuando la naturaleza de La Popa vuelve a reverdecer las ruinas de las mortíferas baterías, de la época colonial quedan ocultas, borrando de la mente aquellos aciagos siglos, cuando Cartagena fue una ciudad hecha para la guerra, en la cual permaneció hasta los inicios del siglo XX, con la guerra de los Mil Días (1899-1902), la cual victimizó a nuestros bisabuelos y bisabuelas.
Ahora, en el mes de los océanos y los mares, cuando el fulgor de lo verde se posa en nuestras pupilas, el contraste de este mágico color se acentúa frente al blanco del colonial convento de los agustinos, el cual comenzó en 1606 como una humilde capilla de madera y una choza para albergar a los sacerdotes y terminó su construcción el año 1622,en lo que hoy apreciamos no sin el impactante paso del tiempo y el olvido de los gobiernos a quienes desde el siglo XIX se le confió su conservación.
De inmediato vienen a mi mente los recuerdos de Buziraco el dios de nuestros amerindios originarios y la leyenda del macho cabrío, es escribir del legendario salto del cabrón, gigantesco despeñadero por el cual el convento con su capilla y el antiguo hostal para los peregrinos, amenaza todavía con venirse abajo pese a los inconclusos trabajos de la ingeniería moderna.(léase eluniversal.com febrero 13.2024).
Ahora, cuando en mi cada vez más reducido espacio de observación, por las construcciones crecientes observo una pequeña parte de la verde vegetación sueño con un cerro de La Popa de La Galera de Las Indias Occidentales siempre verde y matizado con las flores amarillas de los guayacanes, pero sobre todo matizado también con las hermosas flores de la veranera (flor de verano) siempre recomendada por los ambientalistas para controlar la erosión, nunca apreciada como tal.
También sueño con el cerro con un sistema de irrigación parcial, en las laderas que van desde la cruz, hasta la inmediata cercanía del salto del cabrón; pensar que, en el año 1998, el costo de este trabajo se cotizaba en la pichurria de $ 6.000.000; sin embargo nunca apareció el gobernante que se atreviera; pero si se hizo el proyecto de detener la erosión, en algunas zonas, con los desechos frágiles de las cajas de empacar tomates.
No obstante, los ambientalistas nunca perdemos la esperanza en un presente y un futuro mejor; pensemos que Acuacar, hoy en entredicho por miembros del Concejo Distrital, de un paso al frente con la propuesta, y que el proyecto de teleférico o de funicular de la actual administración se haga realidad para bien de todo el socio ecosistema de la serranía y de las comunidades que lo habitan.
Con los afectos de siempre:
UBALDO JOSÉ ELLES QUINTANA.
Ambientalista.Patrimonialista.