Del Perfume Del Jazmín y La Rosa al Aroma de Mujer.
Originaria de las zonas tropicales de Asia y África, de manera especial China, Persia(Irán) y Egipto, para unos entendidos en el tema y para otros, procedente de las regiones tropicales de Suramérica, el Jazmín, con sus más de 300 especies en el mundo, es junto con la rosa una de las flores más utilizadas en la alta perfumería mundial.
Con un aroma celestial, al igual que la rosa, la flor de la Habana, y la flor del Amor, el jazmín es una de mis cinco flores preferidas cultivada con mis manos de hombre enamorado, convencido que el amor y las plantas son guardianes de la vida, a la cual embellecen con sus dones.
Andando en los duros, muchas veces, caminos de la vida, mis primeros encuentros con el perfume del jazmín sucedieron hace más de cinco décadas, durante mi infancia en Turbaco, tierra de los aguerridos amerindios de lengua Caribe, invisibles hoy, en la historia de nuestros pueblos.
Hoy, en un espacio muy cercano a mis siete plantas de jazmín viene ahora a mi recuerdo la imagen sagrada de mi madre Rosa y de aquella enredadera perfumada, ubicada en un rincón del ancho patio de ese entonces.
Ella, al igual que en “Lamento Jíbaro” de Andy Montañez con El Gran Combo repetía los pasos de miles de madres del Gran Caribe cantaba sus canciones preferidas y…
“Las cantaba mi madre cuando lavaba” .
Así, a la hora de lavar o después del baño cotidiano de la mañana adornaba su negro y largo cabello que tanto cautivó a mi papá, con un ramo de jazmines que impregnaba de un aroma celestial las estancias de la humilde vivienda que habitábamos.
Era aquella una ritualidad cotidiana, durante los meses que la planta florecía, acompañada de su largo cantar de rancheras y corridos mejicanos esos de Pedro Infante, Jorge Negrete, Cuco Sánchez José Alfredo Jiménez, Lola Beltrán y otros inolvidables ya olvidados por ella; entonces cuando terminaba la estación de los jazmines entraba la de los bonches o cayenas, generalmente rojos, que hacían relucían de mejor manera su rostro de facciones mestizas con predominio de los rasgos indígenas caribes.
Inexorable el tiempo transcurrió y las estampas y los sueños de niño fueron reemplazados por las aspiraciones de la adolescencia y la juventud y con ella llegaron los amores y el eros, y entonces el Jazmín tomó otra connotación:
Ya no era la flor que recordaba a mamá; ahora era la vida apreciada y vivida desde la poesía romántica y soñadora de Gabriela Mistral y de los poemas enamorados de Pablo Neruda los cuales energizaban al eros juvenil y despertaba las feromonas de los primeros amores.
Surgió, bajo estas circunstancias un nuevo encuentro con el Jazmín: se convirtió en la flor predilecta para galantear y halagar a las amigas normales y a las amigas con derecho.
Entonces, cantando con Leonardo Fabio:
Hoy corté una flor,
Y llovía y llovía,
Esperando a mi amor, y llovía y llovía…
Caminaba por las calles de San Diego y tomaba de cada ventanal un perfumado jazmín que hacía las delicias de mi compañera del alma.
Luego, en la intimidad del amor el perfume del jazmín adornaba su cuerpo moreno hermoso convirtiendo en una sola la fragancia de la flor y el aroma de la mujer entonces amada.
Al final, en nuestros días actuales el perfume del jazmín llena de aromas el patio de mi hogar, en las mañanas, al caer la tarde y llegar la noche; entonces entre atrevido y enamorado tomo la flor más hermosa y olorosa y con un beso enamorado la pongo en manos de mi mujer quien presta la deposita en las zona estratégica subsiguiente a su también perfumado cuello.
Las rosas desde niño fueron mi atracción: mi madre, mi padre y mi tía Cristiana, las cultivaban en rústicos huertos en el patio del hogar; lo hacían con la clara intencionalidad de embellecer la instancia y aromatizar el ambiente, tal como lo hacían los antiguos griegos y romanos.
Más, la intencionalidad de papá iba más allá: era la manera de enamorar con gestos a la madre de sus hijos, dos o tres veces a la semana, cada vez que la flor asomaba y abría sus capullos rojos y rosados, los colores predominantes, los más apropiados para decir te quiero, me gustas, despiertas mis más puras pasiones.
Nunca en mi vida olvidé estas estrategias amorosas de mi papá y cuando llegó la etapa en la que los hombres nos enamoramos, no dudé en utilizar la táctica de regalar rosas rojas y abrir al amor el corazón femenino, blanco de nuestro afecto.
De esta manera, cubrir con rosas rojas el cuerpo de la mujer amada se convirtió también en un ritual constante de amor; el perfume de la flor se transformaba en el aroma de ella; días después de la entrega de un ramo de flores rojas, la pasión revivía en el eterno juego del amor de las parejas, hasta cuando se aman.
Hoy, en la cálida estancia de mi familia, no olvido las enseñanzas de mi padre Rafael y cultivo de manera periódica ( sin olvidar los ramos) la planta maravillosa: la rosa, cuya presencia, tersura y aroma la convierte en la flor favorita de los enamorados y porque, al igual que Roberto Carlos:
Yo soy d esos amantes a la antigua,
que suelen todavía
mandar flores
de aquellos que en el pecho,
aún abrigan,
recuerdos de románticos amores…
Al enamoramiento con la rosa, en la época dorada de la soltería le sucedió el cultivo de la Flor de La Habana de color rojo; mis experiencias amatorias juveniles más sublimes, recuerdo haberlas vivido con una linda mujer morena de cabellos largos y negros, con ojos soñadores y un cuerpo escultural, casi perfecto, excepto por las caderas que sobrepasaban en cinco centímetros las de las reinas de belleza, como expresión de la herencia genética de la mujer caribeña.
Ahora, el delicado aroma de la flor, parecía que había nacido en su cuello, o tal vez en sus senos erguidos y generosos como los de aquellas doncellas griegas de la antigüedad.
Por ello, en los angustiantes momentos de ausencia, tomaba La Flor de la Habana de color rojo Y aspiraba su celestial aroma sintiéndola a ella, siempre a mi lado, añorando su pronto regreso, para sentir aquel aroma que las mujeres amadas y que aman a uno le impregnan a estas creaciones maravillosas de Dios y la naturaleza.
Hoy, con la licencia que concede el pasado a las experiencias vividas, cultivo la Flor de la Habana,
en este mágico patio del Pie de La Popa, que alberga múltiples especies, entre ellas las plantas que posibilitan la continuidad cotidiana del romanticismo en un mundo que dejó de ser romántico para muchos , desde hace demasiado tiempo atrás.
Unos buenos días, unas buenas tardes con una Flor de La Habana acompañada de un beso, es una manifestación de afecto y cariño, acompañada de la pasión que siempre se siente por aquella , a quien escogimos para madre de nuestros hijos e hijas.
De esta manera, en la búsqueda del verdadero amor, ya al final de mi soltería tomé” La Flor del Amor” en dos oportunidades; la primera , cuando en compañía de la novia de la universidad la descubrimos en casa de un amigo.
Allí en un destacado espacio del patio lucía un esplendoroso arbusto de hojas lanceoladas, del cual emanaba un exquisito aroma que invadió mis sentidos dando la impresión que mi compañera se acercó demasiado a mí y ese era su perfume natural; con pequeños gajos verdes la Flor del Amor, era mirada con indiferencia; sin embargo, una vez que se tornaban amarillos brotaban de ellos el aroma celestial haciendo las delicias de aquellos privilegiados, quienes los acariciábamos.
La segunda oportunidad fue más íntima e intensa, cuando la amada depositó la flor en sus pechos generosos, dejando hasta la presente, tal vez 40 años después el aroma inolvidable de lo que ya no era la flor del Amor, sino el amor en un par de flores.
En este caluroso inicio de diciembre del 2015, cuando, tímidos afloran los refrescantes vientos Alisios del noreste, cuando la temperatura del verano se acrecienta motivada por el cambio climático y cuando en París, representantes de más de un centenar de países acuerdan la forma como enfrentarlo, los jazmines, la Flor de la Habana, Los Azahares de la India, Las Campanas de San Diego o La Sandiegana Morada, La Rosa Roja, La Flor de Verano y los azahares del limón florecen en mi patio, recuerdo una vieja canción de Garzón y Collazos, de los años 60 y 70:
“El Limonar”.
Al saber que muy pronto ibas a volver,
La fuente silenciosa volvió a cantar,
El limonar del patio a reverdecer,
Y el jazmín de la huerta volvió a aromar.
Al saber que muy pronto ibas a tornar,
Florecieron las rosas en el rosal,
y hasta la enredadera de tu balcón,
Tornaba todos sus capullos, ahora en flor.
Ya están los naranjales llenos de azahares,
y las palmeras vuelven a susurrar,
y en esta primavera llena de luz,
y es porque ya muy pronto regresas tú.
Son hermosos recuerdos de vida, de aquellos tiempos cuando la música del interior del país se escuchaba en las emisoras locales, tiempos, cuando la vida de muchos de nosotros se cantaba en una sola canción de tres minutos.
Pero no todo en la vida es canción: los viejos amores ya no volverán, aunque Alfredo Gutiérrez continúe cantando que:
Un amor viejo no se olvida…Un amor viejo no se olvida…
Sin embargo, aquí en el viejo patio del Pié de La Popa , las flores continúan regalando su celestial aroma y las palmeras continúan susurrando sus canciones cotidianas, en las tardes, antes de ocultarse el sol…entonces, cuando a mi lado pasa mi esposa … mi alma se llena de dudas y confundido pregunto :
¿Fue la mujer quien en los siglos de la creación le dio el aroma a las flores
o es el perfume de las flores el aroma de la mujer amada?