Encíclica Verde:Ecología Integral, Fe y Compromisos


Interesante al extremo resultan las tesis del papa Francisco sobre la que él llama “Ecología Integral” considerada como un área que trasciende las ciencias naturales y las matemáticas, para ubicarse, justo en las dimensiones de las realidades del ser humano.

En efecto, no podría ser de otra manera, pues la Ecología como ciencia holística estructura los saberes de las disciplinas ya referenciadas aunados con los de las ciencias sociales, las ciencias de la Tierra,  y se apoya  también en otras ramas del saber humano como son la estética y la literatura.

Sin embargo, atenidos a los conceptos del pontífice, la Ecología Integral da respuestas certeras a una concepción sobre el ser humano desde la fe, factor trascendental que afirma  la esencia humana de hombres y mujeres inmersos en las realidades económicas, sociales , culturales y políticas que les impuso la sociedad vigente.

Así para el papa, la Ecología Integral es una ecología del ambiente, en el cual, acorde con el célebre pensamiento  del Jefe Indio de Seattle y la ciencia contemporánea “la vida es una trama en la cual todo está ligado con todo lo demás” y por consiguiente lo están también las relaciones de los humanos con los demás seres de la naturaleza, que  de manera igual constituyen un entramado complejo al cual los primeros deben respetar.

Pero la Ecología también es económica y por tanto señala el pontífice que: “La protección del ambiente, deberá constituir parte del desarrollo  y no podrá  considerarse en forma aislada.”

De igual manera, la Ecología en su carácter social “es institucional y alcanza progresivamente las dimensiones que van desde la célula primaria , que es la familia, pasando por la comunidad local, y la nación, hasta la vida internacional”.

De esta  forma, asumiendo las responsabilidades  que nos corresponden en el cuidado de la  “Casa Común”, somos ciudadanos del Planeta Tierra en el sentido más amplio como lo miramos los ambientalistas latinoamericanos y los europeos, partidarios del pensamiento del francés Edgard Morín.

A manera de epílogo de este tema, debe  considerarse el carácter cultural de la ecología que  supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad, en su sentido más amplio.

Lo anterior implica  el respeto a las culturas antiguas sobrevivientes en el planeta (las más sabias de la Tierra, según la UNESCO) en los ámbitos de las selvas, las islas remotas, las zonas polares y las desérticas, los altiplanos, las montañas, las depresiones y demás expresiones ecosistémicas .

Implica también el diálogo de saberes entre la ciencia y las culturas populares y el no  a la globalización que de manera  absurda- para nosotros- pretende homogeneizar la cultura mundial, negando los valores excelsos de las culturas locales, fuente inagotable de la creatividad  de los pueblos del mundo.

A manera de otro final provisional sobre el tema de la Ecología  cultural es muy importante la visión del pontífice sobre la construcción de nuevas ciudades, las cuales deben guardar el respeto al ambiente y a todos los seres vivientes y garantizar la dignidad de los espacios destinados a las viviendas familiares.

Estas no deben convertirse   en “nidos de palomas”, como se estila en las construcciones oficiales desde hace mucho tiempo  y en las iniciativas privadas de urbanización para los usuarios de los estratos  humildes, como es la práctica en Cartagena.

También debe tenerse presente la garantía de los denominados “marcos  visuales”, es decir, el derecho a disfrutar el paisaje visual, para que no  se repitan a manera de ejemplo, los hechos de Cartagena donde nativos y visitantes perdimos el derecho a mirar

La Popa desde las calles de Manga o desde el  mismo barrio donde está enclavado el cerro debido a la altura de las nuevas construcciones residenciales que  se están dando; de igual manera, Incluye también el respeto a los lugares comunes,( parques, plazoletas, etc.) que posibiliten la interacción social de las comunidades.

Sin embargo, lo más  notable de estos planteamientos  es “la Revolución Cultural” que propone el papa , la cual implica un cambio  de  las ideologías basadas en la dominación, el aprovechamiento del trabajo del pobre, el consumismo, la usura y otros disvalores, por una cultura basada en el amor hacia los pobres y la naturaleza .

No podía faltar en la encíclica  el tratado sobre la Educación Ambiental, considerada como una de las soluciones más efectivas para transformar las ideología y las conciencias de los depredadores, en seres portadores y portavoces de  la nueva ética de la sostenibilidad , el respeto y la conservación de los recursos naturales y el ambiente.

Por ello, el papa considera que una de los mejores documentos pedagógicos para enseñar a salvar el planeta es la denominada” Carta de  la Tierra” (año 2000), de la cual cita este precioso párrafo:

 

“Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida.”

De  este modo, un modelo  de Educación  Ambiental fundamentado en los  principios referenciados conduce  no sólo a los  saberes  propios que ella implica, sino también a un cambio y/o fortalecimiento de la espiritualidad de las personas y de estos hacia la nueva ética ambiental, la cual además de las grandes acciones globales e  individuales para salvar el planeta, se convierte en una nueva “Ecología de la cotidianidad”, la de las acciones sencillas, las cuales van desde la separación en la fuente hasta el  uso racional de los recursos.

 

Ya en  el final-final de este breve análisis sobre uno de los documentos papales  más importantes de estos primeros 15 años del siglo XXI, es necesario resaltar las oraciones que por la salvación de la Tierra eleva el pontífice, lo cual  hace parte de la próxima entrega. CONTINUARÁ…

 

 


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