Febrero: Mes de los Días Nefastos y Fastos de la Historia de Cartagena.
(El primer Auto de fe de la Inquisición, el fusilamiento de los mártires y la advocación de la Virgen de la Candelaria).
La herencia lingüística latina de los romanos, transmitida a nuestras culturas latinoamericanas a través de la lengua castellana, nos legó una serie de palabras muchas de las cuales conservan aún su original significación, aunque otras hayan evolucionado en sentido contrario.
En este sentido se hace referencia a las palabras nefastos y fastos, cuya significación cobró importancia en la historia de Cartagena conicidencialmente en el mes de febrero, de una manera vívida y secuencial, con acontecimientos separados por los siglos unas veces, otras sólo por años, hechos de los cuales se seleccionan tres , objeto de la siguiente explicación.
Desde esta perspectiva los fastos (fasti) está referenciados a los días de fiesta, de celebración, mientras que los días nefastos eran aquellos dedicados a los dioses, días en los cuales no podía realizarse otra actividad diferente, razón por la cual las personas fueron llenándose de fastidio, pesimismo, de presagios, de tristeza, hasta cuando con el paso de los siglos, el término “nefasto” adquirió su denominación actual de ominoso, abominable, azaroso, triste, funesto, significación con la cual se utiliza en el presente escrito.
El primer día nefasto de la historia cartagenera, en orden cronológico corresponde al 25 de febrero de 1610 cuando mediante Cédula Real de la fecha se creó el autodenominado “Tribunal del Santo oficio de la Inquisición” cuya jurisdicción comprendió el Virreinato de la Nueva Granada, la Audiencia de Santo Domingo, y los obispados de Cartagena, Panamá, Santa Marta, Puerto Rico, Popayán, Islas de Barlovento Y Cuba.
En virtud de la norma expedida, el Tribunal, entró a funcionar desde Cartagena de Indias ciudad desde la cual extendió sus acciones de persecución, tortura, y otras diversas formas de violencia y horror contra los disidentes dela fe católica y el rey de España.
El 2 de febrero de 1614, cuatro años después, de manera aproximada, es otro de los días nefastos de Cartagena de Indias, con motivo de la realización del primer Auto de Fe del del Santo Oficio de la Inquisición, una de las maquinarias más abominables de la historia de la humanidad para perseguir a los oponentes de sus credos políticos y religiosos y dueños de bienes materiales interesantes y provechosos.
Ese domingo 2 de febrero, cuando se realizó el primer Auto de Fe, se acumularon 30 sentencias de poca importancia destacándose el de seis seglares que andaban en fiado, la de dos sacerdotes agustinos y dos franciscanos por proposiciones sospechosas y seis mujeres por sortilegios hereticales contra la doctrina católica.
El acontecimiento se convirtió en una verdadera fiesta a la cual asistieron importantes personalidades de la ciudad y gentes venidas de todas partes de la provincia; los inquisidores: licenciados Pedro Mateo de Salcedo y Juan de Mañozca requirieron el apoyo de las autoridades de la ciudad, procediendo estas a militarizarla con dos días de anticipación.
Ese nefasto domingo, la procesión partió de la “Santa Casa de la Inquisición con los personajes más importantes de la ciudad, entre ellos el gobernador y los inquisidores; la procesión terminó en la actual Plaza de Santo Domingo donde se realizaría la ceremonia en el tablado colocado con este propósito, bajo la vigilancia de los religiosos de la orden de los Dominicos.
Muchos fueron los condenados en este primer Auto de fe, destacándose el mestizo Luis Andrea, hijo de india con español, natural de Tubará , hoy Departamento del Atlántico y mohán del dios indígena Buziraco, cuya imagen: un macho cabrío fue arrojado por el Salto del Cabrón del Cerro de la Popa.
Luis Andrea fue “reconciliado en forma” con confiscación de bienes, hábito y cárcel perpetua y condenado a ocho años de galera a remo y sin sueldo.
El tercer día nefasto para los cartageneros,202 años después, lo representa el 24 de febrero de 1816, cuando los representantes de la dirigencia, criolla conocidos con el nombre de Mártires de Cartagena, fueron fusilados en el marco del llamado Régimen del Terror que implantó el jefe de los ejércitos españoles de la reconquista de 1815, el general Pablo Morillo.
Morillo y su ejército acabaron con la vida de decenas de miles de cartageneros y colombianos luchadores de la libertad: la dirigencia criolla y los hijos anónimos del pueblo: indios sobrevivientes, negros, mestizos, zambos y blancos pobres que abrazaron la bandera de la liberación.
Hoy, con el Camellón de los Mártires en sendos bustos y placas conmemorativas se rinde homenaje a los héroes populares y de la clase dirigente, merecedores todos de nuestro reconocimiento y admiración por sus posiciones y compromisos antiimperialistas, forjadores de nuestro bandera y escudo republicano, hoy echado a menos mediante una equívoca decisión oficial, que bien pronto debe corregirse y que con toda seguridad se hará, porque “todos los hombres pueden caer en un error; pero sólo los necios perseveran en él”, de acuerdo con el pensamiento del antiguo orador romano Marco Tulio Cicerón.
Sin embargo, como se afirmó al inicio, febrero tiene también su día de fasto, su día de fiesta, que resultó, de manera contradictoria un día nefasto para los adoradores del dios Buziraco: indios, negros, mulatos y zambos cuyo culto les fue desterrado por los padres Agustinos Recoletos de la religión católica.
La fecha es el dos de febrero , cuando desde las primeras décadas del siglo XVII se inicia el culto a la Virgen de la Candelaria de La Popa y se da entonces la peregrinación anual a la cima del cerro vigía de Cartagena para rendir culto a la nueva deidad: la virgen de las candelas , para conservar en los imaginarios colectivos aquella tradición originada en el siglo V de nuestra era, en el imperio romano ,para conmemorar cuando en siglos anteriores a este, a los cuarenta días de nacido Jesús El mesías fue presentado en el templo al Señor, y María también asistió a purificarse en esa fecha , precisamente un dos de febrero.
El mejor testimonio histórico de esas peregrinaciones hacia el altar de la Virgen por parte de los negros esclavizados, organizados en cabildos, lo presenta el general Joaquín Posada Gutiérrez en sus Memorias Histórico-Políticas, con estas explicaciones:
“cada uno (cabildo) con su rey, su reina y sus príncipes, (...) imitan con alegría las costumbres y vestidos de su patria, recuerdos siempre gratos a todos los hombres, embrazando grandes escudos de madera forrados en papel de colores, llevando delantales de cuero de tigre; en la cabeza una especie de rodete de cartón guarnecido de plumas de colores vivos; la cara, el pecho, los brazos y las piernas pintados de labores rojas, y empuñando sables y espadas desenvainados, salían de la ciudad a las ocho de la mañana, y bajo el fuego abrasador del sol en una latitud de diez grados y al nivel del mar, iban cantando, bailando, dando brincos y haciendo contorsiones al son de tambores, panderetas con cascabeles, y golpeando platillos y almireces de cobre; y con semejante estruendo y tan terrible agitación, algunos haciendo tiros con escopetas y carabinas por todo el camino, llegaban a La Popa, bañados en sudor, pero sin cansarse. Las mujeres no iban vestidas a la africana, esto es, no iban casi desnudas; sus amas se esmeraban en adornarlas con sus propias alhajas, porque hasta en esto entraba la emulación y la competencia. Las reinas de cada cabildo marchaban erguidas, deslumbrantes de pedrería y oro, con la corona de reina guarnecida de esmeraldas, de perlas; y negra bozal se veía que riqueza que llevaba encima habrían podido libertarse y a su familia, y que pasadas las fiestas volvía triste a sufrir el agudo dolor moral y las penalidades de la esclavitud”.
Hoy, 401 años después, las fiestas de la Candelaria de La Popa representan la manifestación religiosa más masiva y significativa de Cartagena y la virgen morena, es la esperanza de millones de cartageneros y colombianos; sin embargo, casi nadie reconoce la importancia que en su tiempo y en el nuestro revistieron y revisten los ritos religiosos de indios, negros y otros cruces raciales; ¡que días tan nefastos los nuestros en este 2015.
Ahora, cuando transcurre el 24 de febrero de 2015, es necesario convertir, ese nefasto 24 de febrero de 1816, en un día de fastos, es decir de fiesta, que permita comprender la gesta política de los héroes populares, de la dirigencia criolla y de las masas populares , al atreverse a desafiar el poder del imperio más grande de su época.
Es el momento propicio para que las autoridades locales en representación de nosotros quienes los elegimos, lleven a su simbólico altar: el Camellón de los Mártires, una corona de flores tropicales, ese detalle que muy poco acostumbramos los cartageneros;
Finalmente, es la ocasión propicia para fortalecer en las aulas las enseñanzas de la independencia de la ciudad que marcó un hito político en la historia colombiana y recordar que ni el imperialismo, ni la globalización, podrán jamás borrar de nuestras mentes el ejemplo edificante de quienes sacrificaron sus vidas para acceder a un mundo mejor, aunque no fuese el paraíso prometido por los libertadores de la dirigencia y la élite criolla, antecesora de las clases dominantes de nuestros días!