JOHNNY PACHECO, PETE “EL CONDE RODRÍGUEZ” Y DANIEL SANTOS : “LOS DISTINGUIDOS” ( 2 ).
Siete años más tarde de mi primer encuentro con Johnny Pacheco y Monguito “El Único” en Nueva York, nuestro segundo compartir fue en 1974 en la misma ciudad, un 1 de Diciembre cuando conquisté el amor de una linda mujer, con ojos bellos , boca de rosa , hermosa cabellera larga de color castaño claro, tirando a rubio , gracias a los milagros que en el ayer hacía , y hoy hace de mejor manera la cosmética femenina.
Su cuerpo bellamente torneado por la naturaleza, aunque no era el de una barbie si era casi una “Saporrita” con unos kilitos de sobrepeso que la hacían más llamativa y adorable, acrecentando la pasión de un joven de 24 años, a punto de graduarse en la Universidad del Atlántico, en licenciatura de Ciencias Sociales y Económicas, lo cual me permitía conocer a fondo la geografía ambiental , la sociedad y la política del Gran Caribe.
Enamorado de la chica de 20 años, entusiasmado y divinamente acompañado llegué al Hotel Hilton de la ciudad de los rascacielos donde se hospedaba el músico y sus acompañantes, entre quienes pude saludar de manera efusiva a Daniel Santos, Celio Gonzales:“El flaco de Oro” Celia Cruz, Monguito, “El Único” el cantante de moda, y Héctor Casanova los cuales habían logrado grabar discos con Johnny o estaban en lista para hacerlo en un futuro mediato.
Acompañándonos, estaban las estrellas de la noche: Eliot Romero, Pete “El Conde” Rodríguez y Rudy Calzado quienes en pocas horas presentarían el LP más. reciente de Johnny ese año 74,como es “Pacheco” prensado con el sello de” Alegre Records”, el cual contiene 12 de los éxitos más destacados del dominicano, siendo estos en su orden:
1. El Güiro de Macorina compuesto por Johnny Pacheco y Louie Ramírez.
2. Alto Songo de L. Martínez Griñán.
3. El Chéchere, de la inspiración de Johnny Pacheco.
4. ¿A mí qué? de Jesús Guerra
5. Soy Guapo de verdad, compuesto por Johnny Pacheco.
6. El Agua del Clavelito. De Miguel Ángel Pozo.
7. Acuyuyé, de la inspiración de Johnny Pacheco.
8. Óyeme Mulata de Johnny Pacheco
9 .Recuerdos de Arcaño de la inspiración de Johnny P.
10. El Chivo. De la autoría de Vinicio González
11. Treinta Kilos. Su compositor es H. Rivera.
12. Con su Bataola .De Rudy Calzado.
La noche fue fantástica, los músicos se lucieron como siempre, cada uno con lo suyo, y yo al son de la música danzando con la colombiana que me acompañaba extasiado hasta las alturas de la tarima, con su aroma de mujer joven, batalladora de la vida, enamorada también de mi: un joven apuesto que prometía ser un brillante profesional de una de las carreras más importantes de la Tierra, pero a su vez, quizás la más ingrata de la humanidad: la docencia.
Acuyuyé fue sin duda la canción de mayor “sabor” de la noche, al punto que los habitantes del mundo que estábamos allí en el Yankee Stadium, “obligamos” a Johnny a que la interpretara tres veces de manera intercalada.
Con una letra muy sencilla, pero con un extraordinario ritmo pegajoso con la flauta de Pacheco, dominando la ejecución musical, Acuyuyé
dice así:
Acuyuyé, acuyuyé, acuyuyé, acuyuyé
Afinen los cueros caballeros,
Que la pachanga va a empezar…
Repique el timbal “compae” Manolo ,
que ahora me toca a mi bailar,
acuyuyé, acuyuyé , acuyuyé, acuyuyé.
Iba pa las mercedes y me encontré a Pedro José,
Con su cachito de oro,
Jure ud. que yo fumé.
Acuyuyé, acuyuyé, acuyuyé, acuyuyé.
Una vieja que bailando, dio más de 40 vueltas,
del tiro rompió la puerta,
y todavía la andan buscando,
Acuyuyé, acuyuyé, acuyuyé, acuyuyé…
Acuyuyé, una de las canciones preferidas de Pacheco jamás se ha borrado de mi memoria y 39 años más tarde la recuerdo cuando en los sábados por la noche o domingos por la mañana la ejecutaba el picot “El Viejo” en la “loma de los chivos” en el Barrio Las Delicias desde donde se divisaban, las películas que proyectaba el Teatro Colonial, convertido hoy en el centro comercial de su nombre, local que afectó el modo de vivir de los habitantes de La Quinta y barrios aledaños.
La Loma se convertía de esta manera, en un escenario de doble goce, por una parte la salsa, y por otra el cine, eventos que convocaban a los muchachos de las casas del frente y de otras partes del barrio, quienes no podían pagar la entrada a la sala de cine.
Después de ésta momentánea evocación, volví de nuevo a la música de Pacheco y sus cantantes estrellas del momento, disfrutando de la melodía de la flauta, los violines, las trompetas y todos los instrumentos de percusión, que esa noche hicieron del templo del béisbol de Nueva York el templo de la salsa, ejecutada por latinos donantes de su cultura musical a todos los pueblos del mundo terrenal.
Ahora, acompañado de un gran amor bello, y de un delicioso whisky, retorné al goce con las notas de “El Chivo” que dice así:
Tengo un chivo,
Yo tengo y mantengo un chivo,
tengo un chivo,
yo tengo y mantengo un chivo
Pero yo no lo tengo en casa,
A mi mujer no le gusta el chivo,
Y a mí el chivito me arrebata,
Tengo un chivo. Yo tengo …
A elle ale digo voy de paseo
y me dice y no se
Le digo al chivo voy
de paseo y me contesta veee!
Tengo un chivo,
Yo tengo y mantengo un chivo,
pero a mi mujer…
A ella le digo voy de paseo
y me dice no se,
le digo al chivo, voy de paseo ,
y me contesta veee!
Tengo un chivo sabroso …
Baila la pachanga…
El tema del chivo es recurrente en la música caribeña, por la delicia de su carne sazonada y por la importancia de su cuero curtido en los instrumentos de percusión en los años 50 , 60 y 70, la cual se redujo casi hasta desaparecer con la aparición del plástico.
Ya en la habitación de Johnny, conversando con él sobre el sabor del chivo, el músico me comentaba que desde que fundó la orquesta Fania con Jerry Masucci en 1964, había grabado varias versiones con cantantes diferentes como Eliot Romero y Héctor Casanova, todas con pequeñas variaciones en el soneo, pero siempre tan deliciosas.
En una intervención poco usual de mi compañera quedé encantado cuando comentó sobre lo chévere del “Chivo de la Campana” de Ismael Rivera con Cortijo y su Combo y las intenciones que tenían Richie Ray y Bobby Cruz de incluir en su próximo álbum a publicar en 1975, la canción “Chiviriquitón” la cual contaría parte de la historia del Chivo.
Todos quedamos admirados cuando con melodía y todo, cantó esta estrofa:
Triste vida la del chivo,
El animal que más pena,
Que sufre penas y penas,
Y después de muerto suena…
Más todos estallamos en risa, cuando pensábamos que iba continuar con el tema de la salsa y de improviso manifestó que sentía “envidia de la sana” al mirar el abdomen plano de las bailarinas del grupo telonero de la noche, y muy entusiasmada juró en voz alta que con el favor de Dios, antes de cumplir los 28 años se haría una “intervención” para no tener que envidiar más a las chicas del espectáculo.
De inmediato, decidí participar también en la conversación y entonces comenté sobre la forma como mi vida infantil, transcurrió en gran parte, en medio de chivos y carneros (ovejos) que mi papá Rafael y el Tío Antonio Carlos comerciaban y sacrificaban para surtir el mercado de Cartagena, ubicado en ese tiempo lejano en Getsemaní.
En aquella época, en la década de los años 50 del siglo pasado era muy común en las noches observar el nacimiento de los chivitos y luego convertirlos en mascotas que nos acompañaban en los momentos de correrías y juegos, tal como ocurrió con “Estrellita” un hermoso ejemplar que mis hermanos y yo ayudamos a nacer, y que luego, una vez crecido fue vendido por decisión maternal.
Fueron muy común también “las corridas de chivos y carneros” en la ausencia de los adultos, corridas que organizábamos en el patio de la casa, cuando las viviendas familiares se daban ese “lujo” de tener espacios para la recreación y el compartir social.
Todo iba bien, y nada tenía de raro, pues la vena de “manteros” le venía a algunos primos de parte del “Tío Toño”, torero reconocido en las plazas de las sabanas del Bolívar Grande, con el nombre de “El turbaquero”, quien con sus corridas ayudó en diversas oportunidades a la construcción de la iglesia Santa Catalina de Alejandría de Turbaco .
Sin embargo, el destino cruel se cruzó en nuestro camino y un primo ”torero” en una de esas corridas furtivas fue embestido por un carnero, derribado al suelo y pisoteado en un testículo, que luego le fue extirpado en el Hospital Santa Clara de Cartagena , el cual funcionaba en el convento colonial de su nombre, regentado en ese entonces por religiosas, como sucede hoy con la Clínica Madre Bernarda.
Contra todo pronóstico, el familiar de la historia no quedó estéril, como todo el mundo preveía, pero jamás pudo evitar el síndrome de las embestidas, pues un día una de las compañeras de su vida:
En la plaza de los toros,
En la plaza de los toros,
Una mujer dio un chillido,
Porque al ver salir el toro,
Creyó que era su marido,
Con cuerno y todo.
Víralo al revés, vira que se te ve!
Todo parece indicar que esta escena fue la fuente de inspiración del compositor de “Víralo al Revés”, que con gran maestría interpretan Pacheco y Pete El Conde Rodríguez.
Para finalizar el diálogo le comenté a Johnny sobre la canción “No vales Nada” la cual él había pensado que la grabaría en otro álbum, gracias al interés que le puso a una interpretación de Los Betos en Barranquilla.
La canción le gustaba con su letra hiriente y con un ritmo muy pegajoso, el que le parecía bien bacano y por eso estaba decidido a llevarla al acetato.
De inmediato le respondí que yo concía de manera personal a su compositor el maestro Dionisio Páez , hombre de figura y carácter recio, autor de composiciones en el género de tango, cumbia chiquichá, paseo y otros ritmos del Caribe.
Con el maestro Dionisio compartí gratos momentos en el Barrio Las Delicias, en la calle contigua con la María en La Esperanza, donde conjugamos nuestra común afición por la música, el liderazgo comunal y el respeto a los demás.
Hace muchos años, cuando fui columnista del Diario de La Costa en 1986 , quizás, o en El Periódico de Cartagena años después, hice una entrevista al maestro Páez en una página completa, quedando totalmente complacido con mis notas, que resaltaban el olvido a que había sido sometido su persona, a pesar de los aportes a la música nacional.
Al maestro le debo mi gratitud eterna ya que gracias el , mi familia y yo nos convertimos en actores “extras” del filme” Los Aventureros” grabada en Cartagena en el año DE 1970, con las actuaciones estelares de Candice Bergen Y Charles Aznavour, de acuerdo con la versión de una especialista en cine.
Su influencia en la Asociación de Artistas de Cartagena y sus buenas relaciones con el excelente intérprete de Tangos, Roberto Carrasquilla, posibilitaron esta “actuación” mía que luego se repetiría en la película Estofado a la Caribe, filmada también aquí en Cartagena en 1971.
Concluida mi breve intervención tuvimos el placer de cantar en coro:
Quisiera matarte, para que no sigas
Engañando como tu engañaste
a mi fiel corazón honrado…
No vales un plomo
Que yo dispare para matarte,
Tu no vales nada ,
vete de aquí,
para no matarte…
Tres años más tarde, en 1977, Pacheco la grabó con el gran Pupi Legarreta en el álbum : los dos Mosqueteros
Conseguido el objetivo de la visita regresé de inmediato a mi Cartagena de Indias, y luego a Barranquilla La Bella, a culminar mis estudios de educación superior, un 1 de febrero del año 1975.
Cuatro años más tarde en 1979, volví a encontrarme de nuevo con Pacheco; esta vez el acompañante especial, era nada más y nada menos que “EL Jefe” Daniel Santos, con quien grabó el álbum: “Los Distinguidos” cuya historia viviremos en el próximo episodio.
CONTINUARÁ.