In Memorian del Padre Pacho Aldana, el Escritor Rogelio España, Hugo y Josefina.


In Memorian del Padre Pacho Aldana, el Escritor Rogelio España, Hugo y Josefina.

No es fácil escribir sobre los amigos que han partido hacia la eternidad; son horas en las cuales la nostalgia y la tristeza se profundizan en tu alma, ante la perenne ausencia física producida por la invencible muerte, cuya inminencia marcha pareja con nosotros desde el momento de la concepción.

No es la primera vez que me sucede con la partida de los seres queridos y apreciados; hace años la eternidad se apoderó de la abuelita Ana Hercilia y tiempo después de mi padre Rafael Enrique; son pérdidas dolorosas, que jamás podrán borrarse del alma, al momento cuando las evocas, y si recuerdas otros familiares y amigos, el sufrimiento de la evocación será continuo, por lo que es siempre válido, recordar sólo los momentos felices vividos al lado de ellos.

Y en esos cercanos tiempos de junio manchados de coronavirus, sin ser víctimas de este flagelo, la parca tocó de nuevo la puerta de familiares y amigos: Hugo Elles y Josefina Zambrano, con un día de diferencia partieron hacia el reino celestial, después de disfrutar de una hermosa vida llena de amores y afectos como pareja, por más de 50 años y de varios hijos, hijas, nietos y nietas amorosos todos hasta siempre.

Doblemente dolorosa fue la partida: porque el corazón de ella no soportó la ausencia del ser amado: al siguiente día partió rumbo a él, hacia la eternidad, hacia el cielo de los humanos buenos, dejando escrita en las páginas del libro de su vidas,una historia ejemplar de amor, ese amor de pareja que conocí de ellos, desde cuando yo era un niño y que ahora continúa en los cielos hasta la eternidad.

Al padre Pacho Aldana (S.J) lo conocí en el plano de la lucha social pacífica, en ese ámbito de la búsqueda por la justicia, por la causa de la dignidad de los pobres y marginados, quienes carecen de la satisfacción de sus necesidades básicas.

Fueron más de dos años los compartidos con el Padre Pacho, en un proyecto del Programa Por la Paz, que llevó la redención espiritual a decenas de jóvenes pandilleros, mediante la enseñanza y el aprendizaje de la convivencia pacífica y algo de redención económica, a través de una  empresa comunitaria;  fueron fórmulas mágicas que permitieron pacificar al sector de las Delicias(Esperanza), dibujar en la vida real, un nuevo panorama, nuevas esperanzas y sueños de un presente y un futuro mejor, para aquellos jóvenes actores del proyecto.

Fue la prédica sencilla, humilde y vigorosa, del Padre Pacho, la que posibilitó esta reconciliación, prédica basada en las enseñanzas de Jesús el Mesías, con mensajes que llegaron al alma de los díscolos y desorientados, para quienes la violencia dejó de ser el método esencial para resolver los conflictos generados por los más baladíes motivos.

A ello se unió la gestión de FINPEB (Fundación Pedagógica de Bolívar) ejecutora del proyecto, cuyos resultados superaron las expectativas que teníamos, los directivos en ese entonces, en materia de reconciliación juvenil y de adultos, padres de los jóvenes, enemistados entre sí, por las acciones irresponsables de sus hijos.

Sin embargo, hoy cuando el Padre Pacho partió hacia la eternidad, mis evocaciones, van más allá del trabajo social y la acción evangelizadora y vienen a mi mente los gratos momentos de amistad que compartí con el jesuita, sellada por la sencillez, la sinceridad, la camaradería y la alegría que siempre compartimos con él, aún en los momentos más difíciles del trabajo.

Asistir a las misas del Padre Pacho en su parroquia de Santa Rita, fue un cúmulo de experiencias inolvidables, en las cuales, sin perder la solemnidad de la Eucaristía, sobresalía la alegría de los fieles al comunicarse con Dios, y la prédica del sacerdote, centrada siempre en la redención de los pobres del mundo, en especial los de su Cartagena de Indias.

Este era también el mensaje de la Eucaristía, cuando se realizaba en la Iglesia de San Pedro Claver; a la luz de los Evangelios, Pacho, pedía a nuestro Dios por toda la humanidad, para que reinara el amor y la paz y se hicieran reales las enseñanzas de Cristo Jesús, aquí en la Tierra.

Ahora, cuando recuerdo los hermosos jardines de aquel lugar sagrado, que varias veces recorrí en compañía del amigo sacerdote, evoco mis años de adolescente, cuando ensayé ser sacristán de la iglesia referenciada, influenciado por las tesis de los jesuitas, orientadas, muchas de estas a la redención de los pobres.

Son diversos los gratos recuerdos que conservo de mi amistad de este apóstol cartagenero, cuyas columnas periodísticas reflejaron también sus compromisos con los pobres de la Tierra y con las Divinidades de su credo religioso; se trata de tesis valiosas válidas para convertirse en páginas brillantes de un libro de  la historia social de Cartagena y que tal vez su comunidad religiosa, sus familiares, amigos y amigas, nos decidamos a editarlas, como homenaje póstumo, a quien dedicó su vida a la redención de los desposeídos, acorde con las enseñanzas del Divino Maestro.

De duelo, quedaron también nuestros afectos y sentimientos con el viaje eterno de nuestro colega y amigo Rogelio España Vera.

Docente de la década de los 70, crítico de esta sociedad injusta que nos agobia, Rogelio fue también nuestro compañero del Parlamento Internacional de Escritores de Cartagena y activo miembro de Ingermina el Taller de la Asociación de Escritores de la Costa, donde siempre estará una silla, ubicada en su memoria perenne.

Ahora, de nuevo es inevitable la nostalgia, cuando recuerdo los largos pasajes de nuestra historia laboral, cuando desde la década de los 70 luchábamos por la dignidad del ejercicio de la profesión docente, frente a un Estado represivo que negaba  los derechos elementales de los trabajadores de la educación y la cultura; ahí, en los fragores de la lucha estaba Rogelio con su férrea posición de reivindicar nuestros derechos, tal como le enseñaron las Ciencias Sociales, que juntos aprendimos en la inolvidable Universidad del Atlántico .

Inolvidable es también aquel día de julio del año pasado, cuando tuve el honor de presentar ante la comunidad cartagenera su obra máxima: Los Corraleros de Majagual, una crónica de más de 300 páginas sobre la vida y anécdotas de aquellos artistas, compositores, promotores de una de las más grandes y mejores orquestas del pentagrama popular latinoamericano.

Acompañados de Michi Sarmiento y de las directivas del Parlamento de Escritores, Jocé Daniels y Juan Gutiérrez, ese día reconocimos, como tantas veces antes lo habíamos hecho, la gran calidad de  investigador de Rogelio, acompañada de una prosa que nos hacía adictos a  la lectura de sus libros, entre los cuales hoy recuerdo, también, entre otros a “Nuestra Música También Tiene Melao”, “Colosos de la Salsa”, género, que fue también su gran pasión, sobre el cual fue un musicólogo y coleccionista avezado.

Hoy, en medio de un torrencial aguacero de este julio 11,2020, extrañando a mis amigos y familiares quienes partieron hacia la eternidad, doy, de manera pública, mis más sinceras condolencias a sus seres queridos, y pido a nuestro Dios nos de la fortaleza espiritual necesaria, para aceptar sus designios supremos.

Con los afectos de siempre, reforzados, pero muy nostálgicos:

UBALDO JOSÉ ELLES QUINTANA.

 

 

 

 

 


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