“Sapere Aude: atrévete a pensar”
Frase latina
Siempre que se hable o escriba sobre la lectura crítica y su importancia en estos tiempos de globalización, aunque suene reiterativo, es necesario recurrir a Paulo Freire, quien expresaba en su extensa bibliografía, que esta es una habilidad básica y fundamental en las sociedades, en especial en los tiempos actuales cuando existe un desequilibrio social y económico.
Todo este interés didáctico y pedagógico de la lectura crítica se debe a que ella le permite a los seres humanos y, en especial a los estudiantes de estas calendas, discernir y saber evaluar la información de manera objetiva, lo que a su vez facilitaría la toma de decisiones bien sustentadas sin detrimento de la autonomía. Según Paulo Freire, la lectura crítica desarrolla una conciencia crítica que les permite a las personas cuestionar, analizar y evaluar las informaciones que reciben a través de esta habilidad cognitiva y cognoscitiva.
Pero, ¿por qué leer críticamente es esencial? Pues vivimos en una sociedad globalizada donde el conocimiento y la información circulan muchas veces sin el control y el discernimiento requeridos. Como diría alguien, el mundo no solo está sesgado, sino también polarizado. He ahí por qué los maestros y maestras sostienen que leer críticamente debe enseñarse desde la edad preescolar, con el fin de empoderar a los estudiantes y prepararlos para un futuro , aún incierto, donde quien tiene la información es quien tiene el poder. En este escrito intentaré reflexionar un poco sobre la importancia de enseñar a leer críticamente a nuestras generaciones sin importar la edad y el nivel escolar donde se encuentren. Es vital que desde ya se resemantice el papel de los maestros en esta tarea trascendental, que la escuela, instituto o universidad se inmiscuya para contribuir al desarrollo y progreso de la nación.
Entonces, en esta segunda década del XXI, la habilidad de leer se convierte en una actividad ineludible para la circulación y/o navegación por este mundo complejo y globalizado. Esto es, apropiarse de una información discernida que circula vertiginosamente, muchas veces sin el cedazo de la reflexión pausada y la responsabilidad ética de aquellos que la producen y consumen. De allí que se hace indispensable que cada lector, en este caso estudiante, evalúe y analice sosegada y críticamente los textos a través de una lectura que le mueva el piso, que lo haga despertar, reflexionar y salir de esa cárcel del subdesarrollo de la cual escribía, en un texto interesante, Arturo Uslar Pietri.
De acuerdo a lo anterior, cabe la pregunta: ¿ Qué puede hacer la educación y sus procesos didáctico-pedagógico para fomentar y emplear la lectura con sentido, crítica y significativamente en una sociedad donde los principios éticos y los valores cada vez se desvirtúan por la voracidad del tener dinero y el lucro fácil, importando poco el SER? Se pueden ofrecer múltiples respuestas y diversas propuestas, y desde ya iniciar una transformación. Considero que si en las escuelas y universidades se diseñaran estrategias didáctico-pedagógicas de lectura crítica con alto sentido y significado, se estaría consolidando la piedra angular de una verdadera formación del nuevo ciudadano. Pues, en este contexto la integración de la lectura crítica, la creatividad, la ética y la filosofía como ejes centrales y transversales, serviría para la formación integral de las nuevas generaciones; es decir, un formación holística. Formación que, según el Ministerio de Educación Nacional (MEN), desarrollaría entre los educandos capacidades y destrezas para analizar, crear, vislumbrar múltiples soluciones y producir textos desde diferentes perspectivas con profundidad y sindéresis.
Hay que señalar que el análisis detenido y crítico le permiten al lector identificar intencionalidades, propósitos, sesgos y valores implícitos y explícitos que subyacen en los textos. Pero para alcanzar todo eso existe una condición Sine qua non: que los maestros enseñen a cuestionar la realidad y no solo el texto, que rumien la lectura y/o el texto como lo dijera el maestro Estanislao Zuleta; que se desentrañen ideologías, valores, perspectivas, discursos sociales, políticos, estéticos y culturales. Igualmente, que se conecten los textos con esas realidades con las cuales interactúan los estudiantes en su cotidianidad: problemas éticos, matoneo, desigualdad, consumismo desmedido, manipulación mediática que fortalezcan la conciencia social de cada uno de los nuevos ciudadanos de una democracia enferma como la nuestra que se tiene que sanar con la contribución de estas generaciones.
Por otro lado, creo firmemente que la formación o preparación de maestros y maestras , no solo en los saberes disciplinares, sino también en didácticas y pedagogías críticas de la lectura y escritura debe ser una tarea de unas instancias verdaderamente democráticas, llámense universidades privadas o públicas. O sea, que los que fungen como maestros y maestras estén en la obligación de convertir sus aulas en espacios de diálogo crítico donde el respeto, el amor por nuestros semejantes, por el conocimiento, el respeto a las diferencias, el amor y el recate de nuestros entornos sociales, culturales y ambientales permeen las cátedras y saberes específicos. Salirse de viejas prácticas que solo han servido para idiotizar y adormecer el sentido crítico de niños y jóvenes sin que se le preste la debida atención a una formación humanísticas donde los textos literarios, históricos y científicos hayan sido utilizado, de forma acrítica.
Por último, considero que es hora de vincular en este proyecto de formación de niños y jóvenes a la familia, la comunidad y la escuela como una triada fuerte y vertical que soporte los embates de quienes quieren manejar el poder hegemónico, ese que ha servido para subyugar y mancillar el papel de la educación en la civilización del hombre en particular y de la sociedad en general.
En última instancia, ya es hora de reconocer que la lectura crítica es una herramienta esencial en el siglo XXI para navegar por este mundo lleno de información y desafíos. Al desarrollar esta habilidad, los individuos pueden convertirse en consumidores informados de la información, pensadores críticos y ciudadanos activos. La educación debe priorizar el fomento de la lectura crítica que asegure que las futuras generaciones estén equipadas con las herramientas necesarias para prosperar en un mundo cada vez más complejo y dinámico.