Con Justificación: Las palabras ciertas no son hermosas.


No deseaba escribir hasta no tener insumos con los cuales construir un texto que permitiera el interés para algunos lectores; sin embargo, en estos días hubo un sonado caso que me llamó poderosamente la atención, el cual tiene que ver con los dimes y diretes entre el señor alcalde y algunos de los honorables concejales de esta bella villa.

Todos sabemos que Cartagena atraviesa, así como nuestra nación, por una pandemia muy abominable, la corrupción. Pandemia que socava la ética y la moral de administraciones tanto públicas como privadas, sometiéndonos a consecuencias nefastas como asociados de este país; pues los recursos públicos van a parar a cuentas personales de las denominadas ratas de alcantarilla, así lo expresó el presidente Duque. Yo las llamaría Ratas Siberianas, de esas que hasta tendrán cuernos para quebrar los témpanos de hielo y robar soterradamente.

 

Entonces, en este contexto parroquial, cuando se dio una sesión virtual entre estos personajes, surgieron fantasmas y demonios, celos ideológicos y de poder, odios enquistados en corazones perversos cuyas palabras adquirieron unas connotaciones que evidencian estados emocionales desequilibrados de unos y de otros.  Esto es, significados lacerantes o rencores guardados por años, que expresaron, sin importar los muy pocos argumentos y verdades acalladas por años, los sentimientos negativos que todos llevamos en nuestros seres, así seamos doctos.

Pero, digamos que esa carga semántica de las frases, palabras y expresiones del alcalde son la fiel muestra del sentir de la mayoría que ve en los ediles la representación del abandono, la desidia y la corrupción de nuestra ciudad inmóvil. Rabia que late cuando vemos puestos de salud sin elementos necesarios para atender los primeros auxilios, escuelas sin elementos para recibir formación académica de calidad, malla vial deteriorada como si estuviéramos en tiempo de guerra. En fin, un descontento generalizado que solamente se expresa con términos soeces y descalificadores, rompiendo el recato y la “Buena educación “.  

 

Es bueno decir que, aunque esas expresiones o palabras no sean las más adecuadas ni plausibles del alcalde, por su posición y jerarquía, quizás encuentren explicación en la manera como el pueblo y quienes acompañan la administración han soportado pésimos administradores y quieran reivindicarse a través de esa cuestionable actitud. No soy quien para señalar ni hacer juicio de valor.

Sin embargo, es tanta la ira que siente el grueso número de los cartageneros por el Concejo de Cartagena o con algunos concejales, que lo expresado por el burgomaestre, es apena la punta del iceberg del inconformismo que se siente por lo infringido a la ciudad.

 

Cabes destacar que las obscenidades o, para mayor detalle, esas palabrotas consideradas obscenidades, recogen el sentir de hombres y mujeres del común que observamos como se roban el erario sin que haya investigación de los entes de control ni castigos para quienes roban descaradamente.

 

Por eso, algunos tendrán rasquiña y dolor de cabeza, pero esas palabras tienen una explicación más allá del resentimiento que se recogen en el pensamiento del célebre filósofo chino Lao Tse, quien expresó por allá en el siglo V o VI: “Las palabras hermosas no son ciertas y las palabras ciertas, no son hermosas “.

 


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