Cuestionando la pregunta


Allí están los maestros. Algunos son rectores; otros, coordinadores. Uno que otro maestro de base, colado por cosas del azar. El ambiente está muy tenso, no es para menos. Los directivos docentes han sido convocados para evaluar resultados del año anterior y analizar los proyectos para el año dos mil trece. Todos están expectantes y llenos de muchas emociones y alegrías, esperanzados en recibir algunas palabras de aliento y agradecimiento por las labores desempeñadas en estos tiempos de crisis; pero no, reciben una andanada de reprimendas que los hacen perder las esperanzas en una educación para la soñada transformación social del país. Se sienten sin el respaldo necesario de los altos administradores de la educación; ven en ellos a los enemigos no deseados.
Entonces, la pregunta es lanzada tal vez con mala intención. Pronto es asimilada como reto para responder con argumentos contundentes que desmoronen el ataque frontal contra ellos.
En la pregunta se nota la animadversión contra estos, por antonomasia, “ingenieros sociales”. Pareciera que el mal que aqueja la sociedad es producto de un magisterio perezoso y parásito, dedicado a perder el tiempo y a estar recibiendo el salario sin construir patria. Los allí presente se duelen de la afrenta recibida y uno que otro se revuelve en su silla y comienza a ripostar desde su sitio sin atreverse a decir nada contra quien lo ataca. No es miedo, es un temor arraigado que los hace presa fácil del medio y estos nefastos actores del averno politiquero que socava las estructuras del distrito. Luego caen en el silencio cómplice y la afirmación inferida de la pregunta queda como evidencia de que es cierto; son culpables del fracaso anual que le achacan siempre.
¿Por qué los resultados de la pruebas Saber, antes Icfes, de las instituciones oficiales son tan pésimos en contraste con los privados, si son los mismos profesores que laboran tanto en unas como en otras? Un rumor extendido recorre el recinto y la sindéresis no fluye con la rapidez esperada. Hay un instante en que todo se vuelve el consabido blablá característico del momento de tensión. He allí una posible respuesta a la malquerencia contra todo lo que huela a magisterio. No saber manifestar el pensamiento por temor a represalias y persecuciones.
En mi percepción se podrían ofrecer múltiples respuestas, obviando unas por las mismas razones de la cuales se ha hablado tanto; sin embargo, intentaré aproximarme con algunas cuantas que permitan tener una visión más cercana a una realidad tan interesante como lo es la educación y sus actores. Las visiones abordan respuestas relacionadas con lo económico, lo familiar, lo cultural y hasta lo sicológico. Total sería bueno hacer una revisión y comenzar a problematizar tanto la pregunta como las respuestas para no quedar en la mera opinión sin los soportes y garantes requeridos. Veamos:
1. Un factor de esas posibles diferencias en los resultados radica en la falta de compromiso de algunos padres de familias del sector oficial en la formación moral, ética y académica de sus hijos. Padres se dedicados a matricular a los hijos, dejándole la responsabilidad de formación única y exclusivamente a los maestros; las escuelas se han convertido en” parqueaderos” donde son dejados los niños hasta cuando terminan sus clases. No existe una responsabilidad más allá de la matrícula. Además, en el sector oficial es muy raro encontrar a los padres acompañando a sus acudidos en cuestiones académicas, tal vez por su escasa formación escolar. Ellos la mayoría de veces no van ni por los informes periódicos ni asisten en su totalidad a las reuniones para informarse de cómo van sus hijos. Mientras que en las instituciones privadas, después de haber invertido en costosas matrículas, los padres acuden a profesores externos para asesorar académicamente a sus hijos para que obtengan resultados académicos altos y el dinero invertido no se pierda. Los padres acompañan y se preocupan por que sus hijos acrecienten sus aprendizajes. Además, los padres de familia del sector oficial, con excepciones, creen que por ser la educación gratuita no deben tener responsabilidad con la compra de útiles y textos para sus hijos; la gratuidad los ha vuelto irresponsable y dependientes de un estado aparentemente benefactor. En el sector oficial algunos acudientes y padres de familia sólo se preocupan por el subsidio escolar que deben recibir cada dos o tres meses. Nunca se ven preocupados por los resultados académicos y disciplinarios de sus hijos. Es decir, el problema es de acompañamiento y responsabilidad desde la familia.
2. Otro factor interesante de analizar es el sociocultural. Factor absorbente que permea los comportamientos de niños y jóvenes, mal formándolos y constituyéndolos en presas fáciles de pandillismo, la drogadicción y el alcoholismo juvenil. Quizás los padres comprometidos con la educación y el acompañamiento académico de niños y jóvenes, ofrecen una mejor formación de éstos cuando se preocupan por el dónde están y con quién están sus hijos; mientras que algunos padres de familia de las instituciones del sector oficial, dedicados a trabajar para la subsistencias de sus hijos, no tienen los espacios y tiempos necesarios para ofrecerles ratos a éstos por cuestiones muy justificable desde la misma sobrevivencia. Esa podría ser una razón más; habría que mirar con lupa esta afirmación.
3. Un factor que no puede pasar desapercibido es la desmotivación que tienen muchos jóvenes por el aprendizaje como catalizador de la movilidad social; puesto que, el contexto político y cultural no les brinda las oportunidades para ello. Cuántos no han llegado a obtener títulos no sólo de bachiller, sino de profesionales y no tienen la oportunidad de cristalizar sus aspiraciones por no tener la forma de hacerlo. Hoy una cantidad enorme de jóvenes ven en la formación académica pocas oportunidades laborales y prefieren dedicarse a otras labores sin tener aspiraciones más allá del vivir los momentos de jolgorio y esparcimiento hedonista sin pensar en el futuro; se han dedicado a caer en las redes del facilismo y la mediocridad de la época, publicitados desde unos medios alienadores que solo venden la cosificación del ser humano.
4. Asimismo, la incongruencia entre lo que se enseña en las aulas de clases y lo que evalúa el Icfes. La poca preparación de maestros e instituciones en estas formas de medir y evaluar las competencias de los educandos es un factor que hace mella en los resultados finales entre unos y otros. Las instituciones privadas preparan desde los primeros años de bachillerato a sus estudiantes para la prueba, mientras que las instituciones oficiales no lo hacen. La mercantilización de la educación con la anuencia de los gobernantes y directivos de la educación permite que esto sea una competencia de niveles superiores y muy superiores sin saber las consecuencias lesivas para la educación de nuestras generaciones jóvenes. En las instituciones oficiales hay proyectos para tirar a la tiña que no resuelven ni contribuyen en nada a la formación académica ni social de los estudiantes; se hacen sólo como propuestas para cumplir requisitos estatales y de organismos internacionales, pero no se presta atención a los problemas del contexto real de los estudiantes. Creo que hay que problematizar nuestra realidad para comenzar una pedagogía con sentido y significado desde la escuela del siglo XXI.
5. Ambientes escolares inadecuados y poco atractivos para las actividades académicas también inciden fuertemente en la poca disposición para aprender; miren las escuelas sin espacios ni zonas verdes para la recreación y los deportes de niños y jóvenes. Con estas instituciones poco atractivas, los estudiantes van allí a estresarse y pasar el tiempo sin la pasión por el conocimiento y el aprendizaje.
6. Y por último, esperando los aportes de otros colegas, tenemos las consabidas reformas educativas que en vez de beneficiar la formación integral de los educandos, han permitido la promoción con el mínimo esfuerzo y la desidia por la sana competencia desde el saber de los educandos. Téngase en cuanta el famoso 5% y el SIMAT que promociona así el estudiante deba asignaturas por aprobar. Ahora bien, el problema no es que pierdan o no, sino la poca disposición que se ve en los jóvenes estudiantes por la apropiación de los saberes y/o competencias para alcanzar la movilidad social.
Entre los que he enunciado y los muchos otros que se esconden por la aparente máscara que los oculta, puede haber más factores asociados a la problemática del bajo rendimiento. Abro el debate con seriedad y respeto para que verdaderamente haya oportunidad de salvar la educación oficial del mercantilismo que subyace en las políticas del establecimiento, como también de los discursos enfermizos que se cuelan en los espacios donde maestros y directivos asisten para consolidar una administración educativa equitativa, democrática y liberadora de un pueblo cansado del subdesarrollo y el abandono.
*Docente de Lengua castellana y literatura del Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación Oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.


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