En estos días asistí al lanzamiento de un trabajo que viene desarrollando la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco relacionado con la Formación integral de sus estudiantes. Una formación con muchas aristas y dimensiones donde intervienen humanistas de áreas como la pedagogía, la psicología, la lingüística, la economía y la ingeniería entre otros saberes disciplinares que recogen las banderas de una educación para la vida. Pero, una vida llena de principios que tienen que ver con la naturaleza, la ciudadanía, la ética, la moral, la cultura, el deporte y las artes. Aunque no se crea, se está pasando del mero discurso a la concreción de un ideal.
Hoy es algo tan trillado en los PEIs de muchas universidades la famosa “Formación Integral”. Ha habido un discurso hueco que rompe con uno de los principios de la racionalidad; sí, la congruencia entre en pensar y el actuar. Creo que esta propuesta, enmarcada en un trabajo investigativo interdisciplinario - aún en construcción- desde hace mucho tiempo, recoge lo que hace rato he sostenido en mis escritos. La educación debe servir para que los seres humanos sean cada vez mejores, no para autodestruirse a través de la violencia, la exclusión, el abandono, la desidia y el desinterés de servir al semejante. Pues de qué vale tanto conocimiento si no vamos a construir una sociedad donde todos quepamos sin injusticias sociales; donde nos respetemos y los gobernantes piensen en administrar para el bien común y no para los intereses particulares.
Entonces, ante esa realidad que agobia a los pueblos del mundo, la única manera de salir del atolladero, es revisar en dónde se ha fallado y comenzar a oxigenar, desde los centros del pensamiento como las universidades y escuelas, a través de la investigación, los procesos de formación sistemática e intencional que trasciendan el “Tener” y alcance a configurar al “Ser” en sus pluridimensiones. Pero no una educación donde el conocimiento se disecciones, se separe, se aísle y se excluya lo que supuestamente no se enmarca en la racionalidad, sino que se aborde en la complejidad y lo perfectible; una búsqueda constante del diálogo de y en la contradicción.
Hoy vivimos llenos de muchos profesionales que niegan su preparación por no poseer un ápice de sentido humano y civilidad. Sus principios de formación demuestran actos corruptos y antiéticos, obviando la educación recibida. Su interés ha estado imbuido en la apropiación de riquezas materiales sin importarles ni las personas ni el contexto donde hacen sus riquezas. Pareciera que el tener fuera más importante que la vida misma, que el Ser humano y que el entorno ambiental.
De acuerdo a lo anterior se puede parodiar un documento que esboza la propuesta mencionada donde se recogen las siguientes afirmaciones del profesor Iafrancesco (2005), “se debe promover la construcción del conocimiento mediante estrategias pedagógicas y didácticas que faciliten los aprendizajes autónomo, significativo y colaborativo; y que de forma lúdica, activa, cognitiva, constructiva y productiva generen expectativas por el aprendizaje. Tales estrategias interesan y motivan al educando en la construcción del conocimiento y la investigación, desarrollando el ingenio, la creatividad y la capacidad crítica, reflexiva e innovadora. Todo lo anterior fundamenta la formación de líderes emprendedores transformadores, contextualizados y con conciencia social, autogestionarios. La universidad de este siglo debe cumplir la misión de formar al hombre en la madurez integral de sus procesos, para que construya el conocimiento y transforme la realidad sociocultural mediante la innovación educativa y pedagógica. Asimismo, que logre insertarse exitosamente en el campo laboral y social.”.
Así que, enhorabuena se consolida un trabajo interconectado en las esferas de la investigación, el bienestar universitario y la pedagogía. Todo esto aupado por unos compromisos responsables y serios con la realidad social, cultural y ecológica tanto en lo local, lo regional y lo nacional, y con todos sus estudiantes sin mirar los estratos, teniendo como meta dejar una impronta imborrable para la sociedad del siglo XXI.
Cabe destacar que estas esferas universitarias trabajan el deporte, el teatro, la música, la danza, la lectura, la escritura, el emprendimiento, la innovación y sobre todo la investigación como ejes centrales que trascienden la cotidianidad académica. Sin embargo, lo más importante es que se salen del mero discurso y se cristaliza en unas acciones muy pertinentes que lentamente y muy seguras se evidencian en el discurrir académico de la universidad. Era hora de concretar que la verdadera formación para el siglo XXI, sea una educación integral, pero dándole más importancia al SER como eje central de todo el proceso. Pues, ¿De qué vale la ciencia, la tecnología, la técnica si cada vez el hombre se autodestruye moral, ética, política y socialmente? ¿Qué hacen las universidades si están tras el lucro y dejan a un lado a la persona humana? En mi concepto, la educación, considerada como proceso intencional de transformación del Ser humano para la convivencia y la civilidad, no surtirá su efecto ni alcanzará su objetivo si no comienza a catalizar las dimensiones humanas olvidadas en el cuarto de San Alejo. Porque cada vez observamos con temor la carrera endemoniada hacia la autodestrucción de la humanidad. Como diría Edgar Morín (1994), el hombre cada vez demuestra que su inteligencia es ciega, ya que “1. La causa profunda del error no está en el error de hecho (falsa percepción), ni en el error lógico (incoherencia), sino en el modo de organización de nuestros saberes sistemas de ideas (teorías, ideologías); 2. Hay una nueva ignorancia ligada al desarrollo mismo de la ciencia; 3. Hay una nueva ceguera ligada al uso degradado de la razón; 4. Las amenazas más graves que enfrenta la humanidad están ligadas al progreso ciego e incontrolado del conocimiento (armas termonucleares, manipulaciones de todo orden, desarreglos ecológicos, etc.).¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬
Por último, colegas y compañeros de lucha pedagógica, adelante y siempre adelante. En educación todo está por hacer.